Con el despertar de la razón en los niños se produce el nacimiento del sentido moral infantil. Saber cómo distinguir entre el bien y el mal nos lleva a diferenciar qué es lo bueno y qué es lo malo, y actuar en consecuencia. Entre los 6 y los 10 años, los niños comienzan a sopesar y a analizar los motivos y las consecuencias de sus acciones.
También desarrollan la capacidad de considerar varias alternativas para resolver un problema y la capacidad de mirar las cosas desde el punto de vista del compañero o del amigo, lo que indica que en este momento se puede educar su empatía.
Cuando los niños llegan a los 8 ó 9 años se produce un gran desarrollo en el sentido moral de los niños y niñas debido a varios factores:
– por el desarrollo de su inteligencia
– por su creciente poder de interiorización, es decir, de asimilación de los que ve y se le dice.
– por el gran número de oportunidades de participación y desempeño de nuevos papeles en todos los ámbitos en los que se desenvuelve. Son mucho más independientes y autónomos.
Normas y reglas para los niños
A estas edades, a los niños les gustan mucho las reglas y las normas, y no tienen inconveniente en aplicarlas a sus juegos y actividades. Las normas y las reglas son necesarias y hay que vivir de acuerdo a ellas. Para potenciarlo, debemos esforzarnos en cumplir nosotros las normas cívicas. Con nuestras explicaciones y ejemplo estaremos formando su conciencia.
También les explicaremos las normas que creemos que se deben vivir en el hogar, tanto las de convivencia (puntualidad, orden, etc.) como las morales (en casa no se habla mal de nadie, ser generoso…). Además, se las concretaremos en pocas y pequeñas, para que puedan vivirlas diariamente.
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Héroes y modelos de lo bueno y lo malo
Al ponerse en el lugar del otro, al juzgar comportamientos de otras personas, el niño comienza a compararse y a regular su conducta de acuerdo con lo observado. Es algo natural: intenta agradar y hacer lo que ve que otros hacen. De aquí la fuerza moral del ejemplo de los adultos, especialmente de quienes tienen autoridad sobre el niño, tanto padres como profesores. Pero también los hermanos mayores, los primos… pueden condicionar su idea de lo bueno y lo malo.
A estas edades se forman los ideales infantiles y el chico se siente atraído por «héroes». Especialmente por aquellos que personalizan el gusto por la aventura y por lo excepcional, la valentía, la nobleza, la amistad* esto es, los valores que reflejan la grandeza de ánimo. De ahí la importancia tanto de nuestro ejemplo como de los libros y la televisión.
Autonomía y propia iniciativa para fomentar la educación
Los padres debemos fomentar la creación de una mentalidad crítica, que será muy importante en el futuro. No se trata de cuestionar todo, pero tampoco de aceptarlo sin más. Para poner en práctica cómo distinguir entre el bien y el mal, se puede comenzar por explicar siempre los porqués de las normas de casa para fomentar el crecimiento personal del niño como sujeto que piensa, siente, decide y actúa libremente.
Por lo tanto, habrá que dejarle decidir por su cuenta muchas veces, sin dárselo todo hecho, haciéndole ver las consecuencias, las responsabilidades* Las preguntas del tipo «¿tú que crees que es mejor?» o «¿Tú qué harías?», pueden ayudar en esta tarea.
La formación moral para distinguir entre el bien y el mal debe estar impregnada de sentido positivo, lo que fortalece la libertad y es el antídoto contra los escrúpulos.
Todo ello ha de producirse en un ambiente de disciplina, cariño y seguridad. El tono de amenaza, la obediencia ciega, etc., no favorecen la asimilación personal de las enseñanzas morales y luego son puestas en tela de juicio durante la pubertad, ya que a los niños comienzan a importarles mucho lo que otros piensan de él.
Surge el sentimiento de vergüenza al saberse juzgado por otro y, más tarde, el miedo al ridículo o a la crítica. Es el momento de enseñarle a superarlo, para que sea capaz de tomar decisiones libres, es decir, que no se vean afectadas por el qué dirán los demás o por inconvenientes exteriores, algo muy importante en la adolescencia.
Consejos para enseñar a distinguir entre el bien y el mal
– Lleva a la práctica sus juicios morales para que se dé cuenta de que no es un juego. Caso práctico: se ha quedado con algo de un compañero; le hacemos ver que está mal y que hay que hacer algo; el chico decide que hay que devolverlo y levárselo a su dueño a casa, tendremos que ir con él, aunque pasemos algo de apuro.
– Cuando cuentes ciertas situaciones o recuerdos, puedes ir preguntando de vez en cuando qué habría hecho él y por qué. También pueden aprovecharse las noticias que salen durante el día y que ellos puedan entender.
– Los libros y las películas son un almacén de modelos. Elige buenos títulos haciendo un esfuerzo por informarte.
– Busca modelos de comportamiento. Los niños se fijarán en las personas con alguna autoridad o ascendencia sobre él: profesores, padres* pero también hermanos, primos, líderes de pandillas del colegio, futbolistas, etc.
– Una motivación excepcional es plantearle lo que tiene que hacer como si se tratase de un reto personal.
– Es bueno razonar siempre lo que queremos para que lo asuma como propio.
– En casa podemos realizar, como un juego, diversas dramatizaciones en las que nuestros hijos tengan que actuar en el papel de otro personaje. Pueden jugar a ser «malos muy malos», «valientes» o «traviesos». Esto les ayudará a tener en cuenta los distintos puntos de vista.
Fátima Calzado
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