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La disgrafía y sus consecuencias para el aprendizaje

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Cuando se habla de aprender a leer y escribir, un trastorno es el más conocido: la dislexia. Sin embargo, también existe otro similar que tiene que ver con la escritura: la disgrafía, un trastorno que tiene consecuencias para el aprendizaje y que consiste en ciertas dificultades de coordinación entre los músculos de la mano y el brazo.

La disgrafía impide a los niños dominar y dirigir el instrumento de escritura, es decir, el lápiz, bolígrafo, la cera, etcétera. Esto hace que el pequeño no pueda escribir de forma legible y ordenada. En esencia, este trastorno puede definirse como: un trastorno específico de la escritura que impide escribir correctamente, según se destaca en un escrito de la Universidad Internacional de Valencia.

Características de la disgrafía

Desde esta institución académica explica que la principal característica de la disgrafía es que no existe trastorno neurológico o intelectual. «En el cado de que existiese algún problema de este tipo, entonces se trataría de algún tipo de discapacidad física o intelectual, pero no se le consideraría disgrafía«, añaden.

Por otro lado, existen otras características de este trastorno que son observables por los padres de los niños, son las siguientes:

-Se manifiesta a través de una serie de síntomas que aparecen desde el inicio de la escolarización y van en aumento a medida que avanza la escolarización inicial.

-Desde el inicio de la etapa escolar a los niños con disgrafía les cuesta mucho esfuerzo escribir y lo hacen más despacio que la media de la clase.

-Se percibe en los niños una notable rigidez motora o, por el contrario, excesiva laxitud.

-Los trazos no se mantienen uniformes, sino que varían constantemente.

Distinto tamaño en palabras y letras, incluso en el mismo párrafo.

-Los movimientos para escribir suelen ser lentos, tensos y rígidos.

-Dificultades para organizar las letras dentro de la palabra o frase.

-Falta de control en la presión del lápiz, bolígrafo u otro instrumento de escritura.

-Posturas incorrectas. El niño mantiene el tronco muy cerca de la mesa o se inclina en exceso.

¿Son todas las disgrafías iguales?

No, existen dos tipos de disgrafías: la motriz y la específica.

-Disgrafía motriz: es un trastorno psicomotor en el que el niño «entiende la relación entre los sonidos escuchados y la representación gráfica de estos sonidos» pero tiene dificultades en la escritura.

-Disgrafía específica. Los expertos señalan que esta clase de disgrafía se muestra con una mala percepción de las formas y, a veces, una desorientación espacial y temporal y trastornos del ritmo. «Los problemas en las escritura de estos niños se producen por un exceso de rigidez o de impulsividad, falta de habilidad, lentitud o extrema meticulosidad».

Las consecuencias para el aprendizaje

Es de imaginar que, si la escritura es (como la lectura) una competencia básica, no poder realizarla correctamente tiene consecuencias en el aprendizaje: desde la Universidad Internacional de Valencia aseguran que la disgrafía genera un «descenso significativo en el ritmo de aprendizaje» del niño respecto a la media de la clase.

Además, la capacidad de comunicación con los profesores y su habilidad para resolver ejercicios y actividades académicas diarias suele quedar «seriamente mermada», pues el niño no puede expresarse adecuadamente mediante la escritura.

Sus dificultades para escribir tienen otra consecuencia: «el niño se fatiga mucho más que el resto de la clase, puesto que escribir supone un gran sobre esfuerzo para él», algo que, a su vez, «le conduce a la falta de atención e imposibilidad de seguir el ritmo escolar», agregan.

Todo esto, a su vez, tiene una consecuencia aún más negativa en el niño: la frustración por no poder seguir los requerimientos de la clase, algo que puede desembocar en un creciente desinterés y rechazo por los estudios, alertan.



El tratamiento de la disgrafía

Se suele pensar que para que el niño con disgrafía supere este trastorno lo mejor es que practique mucho la escritura, pero no es así. Desde esta universidad indican que lo mejor es que el niño vaya venciendo progresivamente las dificultades que le impiden escribir bien, De este modo, es recomendable que en clase se realicen actividades amenas e incluso lúdicas «con el fin de recuperar la coordinación global y manual y corregir las posturas corporales y los movimientos de manos y dedos».

Pese a las importantes consecuencias de este trastorno, desde la universidad aseguran que con una detección temprana y la adecuada intervención del personal docente, así como con el apoyo de las familias, los niños con este problema lo suelen superar de manera progresiva, llegando a conseguir una escritura totalmente normal.

Ángela R. Bonachera

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