Está clarísimo que a cualquier edad se puede aprender un idioma y que no hay límites, pero a partir de los 15-16 años comienzan las dificultades en el aprendizaje de los idiomas. Por esta razón y teniendo en cuenta que son años de formación para nuestros hijos, cada vez son más los padres que optan por una estancia académica en el extranjero.
Es una forma no sólo de aprender un idioma de manera sólida, sino de adquirir autonomía, madurez y tolerancia. Es una experiencia que les abrirá puertas en su futuro profesional.
Una vez tomada la decisión, son muchos los factores que debemos tener en cuenta: qué edad es adecuada, qué país elegir, cuánto es el tiempo recomendado… Para despejar todas estas dudas es preciso ponerse en manos de profesionales que nos garanticen el éxito que esta inversión económica y afectiva merece.
Edad recomendada para estudiar un año en el extranjero
¿Mi hijo es demasiado pequeño? Si será demasiado pronto, si es lo suficientemente maduro o si estará bien cuidado y supervisado es lo que más preocupa a los padres. Bien es cierto que cada niño es un mundo, y es importante analizar el carácter del candidato. Mientras que hay niños que con 12 años son autónomos y responsables, hay otros con 16 años para los que la adaptación será más difícil.
Ayuda en gran medida que haya experiencias previas similares: salidas al extranjero en verano, campamentos, etc. Hay casos en los que estas experiencias se hacen imprescindibles para que el choque sea menor y «no empezar la casa por el tejado».
¿Qué destino es el más recomendable?
Es otra cuestión que debemos analizar en profundidad teniendo muy en cuenta el curso que le corresponde realizar según el sistema académico español y evitando cualquier complicación en la posterior convalidación de estos estudios en el extranjero. Si las costumbres y proximidad del país son importantes, aún lo es más el sistema académico en el que deberá estudiar y el retorno al sistema académico español sin riesgos ni sorpresas.
¿Estancia en internado o familia?
Una vez que tenemos claro el «por qué», el «cuándo» y el «dónde», llega el momento de decidir el «cómo».
– Convivir con una familia. Si bien una estancia prolongada en una familia supone una inmersión en la cultura y costumbres del país, también añade un nivel de riesgo más elevado. El choque cultural puede ser grande y los cambios o circunstancias que se desarrollan dentro del ámbito familiar, imprevisibles a priori. Además, el número de actividades o entretenimiento del alumno disminuye enormemente arriesgándonos a que se produzcan largas jornadas delante de una televisón o un ordenador.
– Residir en un internado. El concepto de internado en nuestro país está totalmente distorsionado y va ligado a connotaciones negativas y no tan buenas experiencias. Algo que contrasta con el concepto que se tiene de este tipo de colegios en otros países donde la educación en los internados es una excelente oportunidad de desarrollar competencias sociales además de disfrutar de una calidad de enseñanza de altísimo nivel.
Nuestros hijos aprenden y fomentan valores como la tolerancia, el respeto, la responsabilidad, la confianza en uno mismo y la madurez. Además los internos se deben adaptar a nuevas circunstancias y acatar normas establecidas, horarios, tiempo de estudio supervisado, etc.
Todos los colegios ofrecen una amplia oferta de actividades extraescolares de todo tipo, tanto deportivas como artísticas. Las extraordinarias instalaciones que posen permiten a los internos desarrollar todas sus capacidades y llevar a cabo nuevas disciplinas. Los colegios cuentan con laboratorios, gimnasios y aulas especializadas para realizar clases de baile, fotografía, teatro, oratoria, etc. Los fines de semana los colegios ofrecen actividades para los alumnos internos y salidas supervisadas fuera del centro.
Está claro que todos queremos lo mejor para nuestros hijos y que una buena educación es el mejor regalo que les podemos hacer. En un mundo competitivo y donde las posibilidades laborales son tan reducidas, es evidente que una buena formación es determinante. Además, las competencias sociales y el desarrollo de una buena inteligencia emocional se hace imprescindible en la educación de esta nueva generación. Tan importante es mandarlos para que aprendan inglés como para que aprendan a ser personas.
Está en nuestra mano aprovechar las oportunidades y llegar a tiempo para ofrecer a nuestros hijos la llave de un futuro personal y profesional de éxito y dar carpetazo a la asignatura pendiente de los idiomas.
Ana Pedrero. Curso Escolar Astex
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