La llegada de las vacaciones es un buen momento para introducir o reforzar el hábito de leer o contar cuentos a los más pequeños de la casa. Hoy en día, es posible encontrar una amplia oferta que puede dificultar la elección de las mejores lecturas, pero siempre acertaremos si recurrimos a los cuentos de hadas tradicionales.
Antiguamente, los cuentos de hadas formaban parte del desarrollo emocional e intelectual del niño. Eran verdades tratadas de comportamiento y convivencia para descifrar enigmas, deshacer agravios y resolver problemas. Los verdaderos cuentos de hadas transmiten arquetipos humanos y de situaciones diversas que, a lo largo de la historia, se repiten una y otra vez.
Entran directamente en la imaginación del niño y le ayudan a concebir e imaginar fantasías, muchas de las cuales encierran angustias y temores que el niño quizá sienta, pero no sepa cómo identificar o verbalizar. A través de estos cuentos, llegará a soluciones tranquilizadoras: triunfo frente al lobo (Caperucita Roja), vencer a alguien malvado o superar el miedo al abandono (lHansel y Gretel)…
También es muy valioso el lenguaje enriquecido de estos cuentos: a medida que crece el vocabulario del niño, aumenta su capacidad de experiencia y creación. Además, le permitirán conformar un extenso vocabulario, dar sentido a la gramática y a la estructura de la oración, y su comprensión del lenguaje será mayor.
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1. Es mucho mejor que los cuentos sean contados y no leídos. Los cuentos contados tienen una riqueza más añadida que es la cualidad humana que aporta el que los cuenta, y que es única.
2. Evita dramatizar en exceso. Aunque nos parezca en inicio que captamos más la atención del niño, en realidad el niño genera internamente una emoción que le envuelve más que la propia historia del cuento, además de transmitirle connotaciones negativas o positivas de índole moral que el niño debería valorar por sí solo.
3. Repite el mismo cuento varios días seguidos, así damos tiempo al niño a entrar en profundidad en ese significado del cuento. Las fábulas son cuentos con moraleja, siempre transmiten un mensaje.
4. Evita dar explicaciones de lo que hemos entendido que el cuento intenta transmitir, dificultamos el proceso de interiorización y comprensión individual y propio niño del niño.
5. Si leemos un cuento, por ejemplo, antes de dormir, que sea sólo uno. De esta manera, el niño se va a dormir con esa imagen creada en su interior.
6. Busca los cuentos originales. Actualmente tendemos a suavizar y desvirtuar las imágenes de esos cuentos porque nos parecen «grotescas» para nuestros niños. Ocurre, por ejemplo, con Caperucita Roja y la abuela, comidas por el lobo: esto no significa más que cuando te despistas, te confundes de camino, tu sabiduría (representada por la abuela) y tu pureza, inocencia (representadas por Caperucita) pueden ser ‘devoradas’ por tu parte más negativa. «El niño necesita oírlo: si no dramatizamos, no lo vive con miedo» señala Raquel Rodríguez.
7. En caso de cuentos ilustrados, busca imágenes suaves, sencillas, que tengan que ver con las imágenes que tenemos en la vida real. Este tipo de ilustraciones se pueden encontrar, por ejemplo, en las editoriales ING Ediciones y Rudolf Steiner. Los cuentos ilustrados se recomiendan especialmente hasta los 3 años.
8. Crea un ambiente acogedor y de confianza, amoroso y tranquilo donde el niño se prepare anímicamente para algo tan especial como lo que va a recibir con el cuento y se entregue por completo a este momento.
9. Hasta los 9 años, el cuento ha de tener un final feliz, para contribuir a esa confianza necesaria para tener ilusión y apasionarse por los retos de la vida.
Raquel Rodríguez. Fundadora y directora de la Escuela Libre Allegra. Maestra de Infantil y Maestra en el Máster en formación Waldorf en la Universidad de La Salle.
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