Educar en valores es esencial: necesitamos que los niños de hoy sean adultos buenos el día de mañana, y eso sólo se consigue mediante una buena educación centrada en aquellos valores más importantes que puede transmitir la familia. Coincidiendo con el Día de la Solidaridad, aprovechamos para recordar algunos trucos para que nuestros hijos sean solidarios.
Qué es la solidaridad
Podemos definir la solidaridad como la capacidad del ser humano para sentir empatía por otra persona y, así, ayudarla cuando lo necesite (especialmente en momentos difíciles). En Valores Éticos la definen como «un sentimiento de unidad en el que se buscan metas e intereses comunes».
En esencia, se trata de un valor que es necesario cultivar, especialmente en sociedades donde reina el individualismo y en ocasiones parece que los demás olvidan a sus vecinos. «La solidaridad permite el desarrollo de las familias modernas o núcleos de población, al generar un sentimiento de superación grupal», continúan en Valores Éticos.
Este valor, ese sentimiento, hace que todos nos unamos con un mismo fin, que nos ayudemos unos a otros, lo que es esencial. Como bien concluyen en Valores Éticos: «En las sociedades modernas, cada persona se desarrolla de manera personal, pero para sobrevivir en sociedad se necesita de otras personas, y es ahí donde la solidaridad hace su trabajo, permitiendo que el colectivo una fuerzas en pro de una bien común».
Educar la solidaridad en casa
Si quieres que tus hijos sean solidarios, aprende (y aplica) estos consejos clave. No es difícil, pero tampoco sencillo: se trata de una tarea que hay que cultivar en nuestro día a día, con tesón y ánimo.
1. Ejemplo. Lo hemos dicho muchas veces: los niños ven, los niños hacen. Es esencial que la solidaridad se practique cada día en casa, y que los padres sean los primeros que lleven este importante valor «por bandera»: con sus hermanos, hijos, vecinos, compañeros o incluso con los desconocidos. Ver una actitud solidaria a diario hará que los niños la aprendan desde el primer momento.
2. Compartir desde pequeños. Todos los pequeños pasan por la época del «mío». Es esencial enseñarle a compartir también en ese momentos: «sí, aunque el juguete sea tuyo, puedes compartirlo con tu primo o con tu amiguito en el parque, porque él ahora no tiene ninguno y si no se pone triste». Premiar esta clase de comportamientos también le reforzará la idea de la solidaridad.
3. Empatía. Trabajar la empatía de los niños también es necesario si queremos que sean solidarios, pues la solidaridad es una forma de ponerse en el lugar del otro. Enseñarles a preocuparse por los demás cuando están tristes o enfermos, a que ayuden a sus compañeros con los deberes o tareas de clase, etcétera, son pequeños pasos que marcarán la diferencia.
4. Realidad. Otra forma de ser solidarios es conocer su propia realidad, pero también la de otros niños con menos suerte. Explicarles que hay niños que no tienen lo que ellos, que sufren necesidades graves y que es nuestra responsabilidad ayudarles.
5. Regalar. Si ese peluche ya no se usa, ni ese libro ya se ha leído, si ese pantalón le está pequeño… en casa acumulamos muchísimos objetos que otras personas necesitan. Aunque es cierto que muchas veces «da pena» separarse de objetos que han sido especiales, es bueno darlos a otras personas que realmente harán uso de ellas, y enseñar a nuestros hijos que deben sentirse bien porque su juguete hará feliz a otro niño.
Enseñar solidaridad en el aula
María Buxarrais, Profesora Titular de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Barcelona, señala en este artículo para la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la ciencia y la cultura estos métodos como los mejores para enseñar solidaridad en clase:
– El conflicto de valores, elemento favorecedor del aprendizaje. Sabemos que el aprendizaje se realiza de modo significativo cuando construimos de forma activa nuestros propios conocimientos, nuestros valores. De ahí, la necesidad de implicar a los alumnos en actividades que tengan interés y sentido para que puedan dar respuesta y comprometerse con lo que van aprendiendo. Se van a considerar los temas conflictivos por medio del diálogo fundamentado en buenas razones.
– Cooperación y participación en el aula, las actividades cooperativas favorecen el desarrollo de ciertas actitudes como la solidaridad. Los alumnos se ayudan a aprender, comparten ideas y recursos, planifican el estudio. El profesor realiza un papel de mediador y hace que los alumnos participen en su proceso de aprendizaje.
– Estrategias de educación moral: El uso de técnicas o estrategias de educación moral son indispensables para el trabajo en actitudes como la solidaridad. Por ejemplo, la clarificación de valores, la discusión de dilemas morales, el diagnóstico de situaciones, la comprensión crítica de textos -sobre los medios de comunicación-, ejercicios de habilidades sociales y de autorregulación de la conducta, etc. contribuyen a implantar o reforzar determinadas actitudes y valores en los alumnos.
– Compromiso e implicación: Es muy importante alentar a los alumnos a tomar decisiones y participar en acciones concretas que incidan en su entorno inmediato, ya sea de la escuela, del barrio, o de tipo local. Tampoco hay que olvidar emprender actuaciones frente a los problemas de carácter más amplio, nacionales o internacionales, mediante nuestra participación en campañas o apoyando proyectos de cooperación. La mejor manera de educar la solidaridad es practicándola.
– Actividades conjuntas en el centro. Efemérides como el Día de los Derechos Humanos, etc. visitas a exposiciones, participación en talleres o actividades específicas, debates telemáticos, programas de radio, cadenas humanas, correspondencia escolar e intercambios con centros de países del Tercer Mundo, campañas de solidaridad, trabajo conjunto de todo el centro (Semana de la Solidaridad), organización de exposiciones, teatro, muestras de libros, revista del centro, etc.
– Centros de interés: Debemos partir de acontecimientos y problemas del aula y del centro. Por ejemplo: las peleas en clase, cómo organizarnos para convivir, cómo cooperar juntos en clase, etc.; Problemas sociales y éticos: la discriminación de los inmigrantes, la violación de los derechos humanos, etc.; Problemas colectivos: una campaña de solidaridad con un país o con determinados grupos sociales, la vida social del alumnado: problemas familiares, el ocio en el barrio o pueblo, etc., noticias de prensa y conmemoraciones: el día de los derechos humanos, actividades de ONG.
Ángela R. Bonachera
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