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Cómo asentar la confianza entre padres e hijos

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Los jóvenes tienen en gran estima la amistad, no hay más que ver la gran cantidad de tiempo que dedican a sus amigos y lo mucho que les gusta conocer a personas nuevas. Por este motivo, a estas edades están deseando relacionarse con sus padres, no sólo como hijos, sino como amigos, aunque no nos lo digan.

Ahora bien, eso no está reñido con el hecho de que los hijos busquen en sus padres alguien con autoridad y experiencia, para poder orientarse en aquellas circunstancias que se presenten en su vida y que en muchas ocasiones les plantearán dudas.

Asentar la confianza: los padres deben dar el primer paso

El primer paso para asentar la amistad y la relación de confianza deben darlo los padres. De forma progresiva, den un vuelco en su relación hacia el hijo, pasando de dar órdenes a pedir su colaboración, y recurriendo a una crítica argumentada a cualquiera de sus acciones equivocadas antes que una bronca.

En definitiva, tratarle como una persona mayor y responsable, cuyas opiniones son tenidas en cuenta en los asuntos familiares. El adolescente es sensible a estos temas ahora, y no podemos dejarle a un lado como si aún fuera un niño, ni reírnos de él o ironizar cuando aporte su opinión en diferentes temas. Esto sólo contribuirá a que se cierre en banda o no recurra a nosotros cuando quiera contar sus problemas o ilusiones.

Por otra parte, tanto padres como hijos deben saber que para construir esa relación de amistad y confianza, hace falta correspondencia. Es decir, ambas partes han de implicarse con igual intensidad en la relación, ambas han de dar y recibir y de ser leales los unos con los otros.

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Para incrementar la confianza, los padres hemos de aprender a:

1. Escuchar con atención a los hijos, de igual a igual. Escuchándole, podremos conocerle, y por tanto, comprenderle.

2. No traicionar nunca la confianza. Las confidencias entre amigos son sagradas y deben mantenerse en secreto si así lo quiere una de las partes.

3. Demostrar que les consideramos dignos de nuestra confianza, tanto haciéndoles partícipes de nuestras propias preocupaciones, proyectos, alegrías, etc., como escuchando y valorando sus opiniones y puntos de vista.

4. Delegar responsabilidades acordes a su edad.

5. Responder al momento. La disponibilidad recíproca es otra de las bases de la confianza. Debemos estar dispuestos a anular un plan cuando es necesario resolver un asunto familiar importante.

6. Respetar al confidente. Las confidencias tienen su momento, que elige el interesado con total independencia. Tanto los padres como los hijos necesitan un espacio de intimidad que el otro ha de respetar. No ha de contar «todo y ahora». Lo importante es que sepa que estamos ahí, a mano, cuando nos necesita. Y precisamente, lo que nos debe honrar que nos cuente no son los hechos en sí, sino las ideas que le rondan la cabeza.

7. Aceptar las críticas y correcciones. Los padres hemos de aprender a argumentar y discutir con ellos en un clima de diálogo abierto. Y sobre todo, aprender a escuchar sus posibles críticas y tener la humildad suficiente como para saber reconocer cuando tienen razón. Todo ello, por supuesto, exigiendo el respeto que merecemos como padres. Es un tema difícil, ya que muchos padres piensan que con ello pierden autoridad. Sin embargo, los jóvenes saben valorar y respetar el que sus padres tengan la valentía necesaria para reconocer su error y agradecer su consejo. Y no pierden autoridad, sino que consolidan su posición como padres y como personas sensatas que saben cómo ayudar a sus hijos.

Teresa Pereda

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