Los hijos perfectos no existen, pero sí aquellos que no dan excesivos problemas en el colegio o en casa. Precisamente con éstos debemos estar más atentos para corregir esos pequeños defectos a los que no damos excesiva importancia. Acusica, sensiblero, despistado, «pidón», llorica, anti-sociable, «guarrete», maniático, imprudente o violento, seguro que ese hijo «tan buenecito» puede mejorar en alguno de estos aspectos.
Es normal que cuando un hijo saca buenas notas, es buen compañero, casi no se le oye en casa y, además, es buen deportista, casi «no le echemos cuenta». Así podrás caer en la cuenta de esos 10 defectos de tus hijos que no quieres ver porque porque «nos ha tocado un niño fácil»; pero ojo, nadie es perfecto y mucho menos ese pequeño con aspecto de pluscuamperfecto, que como todo ser humano tendrá sus batallas para corregir unos defectos que a nosotros pueden pasarnos inadvertidos.
Los pequeños defectos de los hijos también dan la cara
Sin ver grandes problemas donde no los hay, es bueno ayudar a corregir esas manías que tienen los niños y que de adultos, sin duda, les darán la cara vestidos bajo una falta de carácter, una soberbia encubierta, una inseguridad personal, etc.
El acusica o eterno chivato
A los chicos y chicas de estas edades les encanta ayudar, ser útiles y quedar bien delante de los adultos. Puede haber, tanto en clase como en casa, a quienes no les importa acusar a sus hermanos y compañeros por algo que han hecho mal. Un día pueden aparecer por el salón: «Pepe me ha quitado el juego y me ha dicho que como te lo diga me voy a enterar». Se trata de un simple defecto que no tiene la mayor importancia, si no va a más, pero puede crearles problemas de relación con los demás en la actualidad. Hay que fomentar en ellos sentimientos de seguridad y autoestima, explicándoles que los padres siempre estarán ahí, pero que tiene que intentar resolver sus problemas él solo.
El sensiblero
¿Quién no ha tenido que tirar un canario o un pez que no han sobrevivido a los cuidados de nuestro hijo? Es algo natural pero, sin embargo, hay niños a los que estas vivencias pueden crearles un trauma porque son muy sensibles. La sensibilidad es un don, no un defecto, pero llevada al extremo puede llegar a ser problemática. Son pequeños que les afectan películas de miedo o de tiros que no afectan a otros, que se sienten heridos ante los comentarios de los compañeros, se ponen demasiado melosos de vez en cuando… Poco a poco, hay que reorientar cada una de estas actitudes para desarrollar una sensibilidad delicada, pero unida a una fuerza de carácter.
El despistado o eternamente en las musarañas
«Pablo, ve a tu cuarto y tráeme la banqueta…»; «Pablo, tráeme la banqueta, por favor…»; «¡PABLO! Hijo, hay días que tengo que repetirte las cosas tres veces: ve a tu cuarto y tráeme la banqueta». Aunque los sabios, según dicen, también son muy despistados, un hijo puede despistarse simplemente por falta de atención. Si sólo ocurre de vez en cuando no pasa nada, pero si le afecta a la hora de estudiar, de atender a clase, etc., sí que tenemos que reflexionar sobre ello. Es un pequeño defecto que no se debe obviar, aunque le dé un aire de intelectual, puede indicar algo de comodidad por su parte para no atender a lo que no le interesa. Por ejemplo, podemos empezar por llamarle por su nombre siempre en primer lugar, antes de decirle algo: le ayudará a poner atención. O reclamar su atención antes de pedirle algo: «Pablo, mírame; ahora ve y trae la ropa sucia del baño».
Me lo pido
El bombardeo de la publicidad es constante. Aunque no dejemos a los hijos ver mucha televisión, no tienen más que salir a la calle para contemplar las últimas zapatillas anunciadas en una valla publicitaria enorme. Seguramente, los chicos no son unos caprichosos, ni consumistas obsesivos, pero pueden comenzar a andar ese camino. Hay que estar atentos a sus comentarios: «Me lo pido», «¿Me lo compras?», «Cómo me mola»… O, quizá, hable de la última mochila de su compañero, de las zapatillas Nike de un deportista, etc. Es un pequeño defecto que puede ser germen no sólo de egoísmo, sino también de envidia y de consumismo.
Llorica o de lágrima fácil
Hay chicos de llanto fácil ante las contrariedades. Un golpe o un pequeño rasguño sin importancia, le hacen llorar; obligarle a estudiar cuando está viendo la televisión, le hace llorar; un compañero de clase algo fanfarrón, también le hace llorar con facilidad. En definitiva, es un llorica. A esta edad no es un problema de entidad, por supuesto, pero puede crearle inseguridad para el futuro. Hay que procurar ayudarle a controlarse y aguantar las lágrimas, a veces con exigencia y otras, simplemente, consolándole.
El anti-visitas
La escena se ha repetido y se repetirá toda la vida. Un hijo que nunca quiere ir de visita a casa de las tías; no quiere saludar al familiar que acaba de llegar; prefiere seguir jugando, bajarse a la calle, etc. Hay que hacerle comprender que existen unos deberes hacia nuestra familia, y aunque no apetezca, las personas no se pueden mostrar descorteses. Quizá haya que decidir con él cuánto tiempo ha de quedarse con las visitas, siempre mostrándose amable. Y, cuando vaya a casa de otros familiares, tendrá que hacerlo con sus padres: eso sí, teniendo en cuenta también sus posibles compromisos (un partido de fútbol, el cumpleaños de una amiga, etc.).
El «guarrete»
La higiene es como un primer estrato donde construir: si son limpios y aseados resultará mucho más fácil enseñarles a ser ordenados y delicados. ¿Hay que recordarle demasiado a menudo que tiene que lavarse las manos? ¿Hay demasiados días que se acuesta sin lavarse los dientes? ¿No hay manera de que tome la iniciativa para cambiarse de ropa interior a diario, si no se lo decimos nosotros? ¿No se da cuenta de que la camisa está sucia y debe cambiársela? ¿Se ducha después de hacer deporte? Pueden resultar costumbres costosas para los hijos, pero se trata de buenos hábitos imprescindibles para las relaciones sociales.
Tics o curiosas costumbres
Se trata de pequeños tics o costumbres que no afectan a su personalidad o carácter, pero que dan una imagen de persona poco elegante y descuidada. Por ejemplo, el famoso dedo en la nariz, los gestos con la cara o, incluso, tocarse las partes más íntimas… Se acostumbran y no se dan cuenta de que lo hacen justo en los lugares más inoportunos. Nuestros hijos pueden perfectamente llegar a dominar esos tics, prontos o costumbres, pero será más costoso cuanto más lo dejemos pasar.
El «desvelasecretos»
Se encuentran en la edad de los amigos íntimos y de las grandes amistades. No es raro que unos a otros se cuenten secretos, se envíen notas y cartas, escriban diarios… «No se lo cuentes a nadie…». El niño debe aprender a respetar la confianza que han depositado en él y no contarlo a cualquiera, pues le podrían tildar de chivato. Si no se siente capaz de guardar un secreto, simplemente que no se preste a oírlo. Desde edades tempranas debemos fomentar la lealtad a los compañeros, que parece tan olvidada hoy.
El violento
Chicos y chicas no se portan igual en casa, en la calle o en el colegio; con sus padres o con sus amigos. Es algo normal; por eso, aunque en casa no grite ni dé empellones a sus hermanos, quizá con sus amigos sí sea algo violento e, incluso, cruel. Aunque siempre es posible descubrir pequeños indicios de violencia en su comportamiento diario en casa. En esta sociedad de hoy en día, resulta casi cotidiano verse envueltos por la violencia: a veces, los telediarios son más sangrientos que las películas. Es un clima al que todo el mundo se encuentra expuesto, especialmente los hijos. Estar atentos a estos cambios de comportamiento para atajarlos cuanto antes, yendo a las raíces del problema. Podemos empezar por hacer que se ponga en el lugar del otro y que diga cómo se sentiría.
María Lucea
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