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3 claves para hacer niños valientes

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¿Cómo se consigue que un niño no tenga miedo de enfrentarse a la vida, que no se dé constantemente la vuelta en busca de la ayuda de sus padres, que no se niegue a subir a un tobogán que no conoce o hacer sus primeros deberes? Hay tres claves para hacer niños valientes: autonomía, confianza y apoyo en el fracaso.
    
Si miramos alrededor y observamos a los adolescentes y jóvenes, seguro que muchos estamos de acuerdo en que la mayoría de ellos no son valientes, que no es lo mismo que ser atrevidos. Están acostumbrados solo a aquello que controlan, que les resulta más fácil aunque apenas existan riesgos y, sobre todo, lo más sorprendente es que cuando tratan de arriesgar un poco y ese riesgo no sale bien, se hunden con facilidad. No están acostumbrados a sufrir y es por lo que dejan de volver a intentarlo y de arriesgar. El motivo probablemente sea que, en sus primeras etapas de vida, mucho de ellos han estado constantemente protegidos por sus padres.

Fomenta su valentía: dales la oportunidad de actuar

Para que desde la infancia los niños desarrollen esa valentía, lo primero y más importante es confiar y creer que son capaces. En ningún momento debemos subestimar las capacidades de los niños por que sean pequeños, estén solos, les falte mucho por vivir o no tengan conocimientos. No decidamos por ellos ni nos adelantemos a si van a ser capaces o no. No dejará de sorprendernos la gran capacidad que tienen, mucho mayor de lo que podamos imaginar.

De manera natural, si a un niño se le da la oportunidad de hacer algo responderá con fuerza y luchará por lograrlo. No hay más que ver cómo luchan desde el primer momento por nacer o por conseguir alimentarse, sin apenas tener ni unos minutos de vida y sin saber que pueden contar con nosotros. No tenemos que apagar esta fuerza innata por querer vivir, descubrir y luchar. Ni debemos sustituirles. Si les damos la oportunidad y además les hacemos ver que lo hacemos voluntariamente, será muy probable que lo consigan.

Puede ocurrir que no lo logren porque necesiten ayuda o algún tipo de recurso material. En este caso es bueno que sean ellos mismos quienes se den cuenta que no lo van a lograr, que conozcan el motivo y que traten de conseguir lo que necesitan para poder llegar a su objetivo. Ellos deben pedir ayuda o buscar el modo de lograr los recursos materiales que necesiten.

Confiar en que son capaces

No solo se trata de darles la oportunidad, sino que además necesitarán sentir que confiamos en ellos. La motivación y la confianza en que van a ser capaces será lo que les haga intentarlo y seguir adelante ante cualquier dificultad. Esta motivación tiene que ser sincera y real. Muchas veces sucede que tratamos de darles la oportunidad y deseamos que vean que confiamos en ellos, pero en el fondo pensamos que no lo van a conseguir y acaban percibiendo esta duda. Por mucho que tratemos de motivarles, como no lo hacemos de forma sincera y no creemos que realmente lo vayan a conseguir, no logramos transmitir la chispa que necesitan.

Ayudarles a enfrentarse al fracaso

El proceso no siempre va a ser fácil y pueden encontrarse con obstáculos y fracasos. Nuestro papel es estar ahí, simplemente para darles la oportunidad de que nos cuenten cómo van, qué necesitan, cómo se sienten. En ocasiones, tendremos que darles nuestra ayuda, guiarles hacia el camino adecuado porque no son capaces de ver exactamente por dónde deben ir, prestarles algún tipo de recurso material o simplemente ofrecerles la oportunidad de desahogo, pero hacerles valientes ofreciéndoles la oportunidad de que lo hagan por sí mismos y dejándoles confundirse.

Siempre tenemos que estar ahí. Este es el papel más importante que debemos desempeñar como padres. Nos preocupamos mucho por no dejarles que se equivoquen, por evitarles el sufrimiento, pero solo logramos que dejen de intentarlo. Lo que debemos hacer es animarles a que lo intenten con independencia de que se equivoquen o no y estar a su lado cuando las dificultades surjan o cuando lleguen a equivocarse, porque será entonces cuando más nos necesiten.

En este momento sobra cualquier comentario del tipo «¡ya te dije que no lo hicieras!», «¡pero cómo se te ha ocurrido hacer eso!», «¿no te das cuenta de que…?» No es momento de reñirles porque si lo hacemos, la próxima vez no lo van a intentar. Les ha supuesto mucho esfuerzo, no lo han logrado y además obtienen la reprimenda de los padres. No nos damos cuenta de la importancia que tienen nuestras palabras en este momento, pero si ellos sienten esto, su conclusión será que no merece la pena luchar ni intentar nada nuevo que suponga esfuerzo. Se acomodarán y harán solo aquello que controlan y que les resulta más fácil en el mejor de los casos. En un peor escenario, esperarán a que lo hagan los demás en su lugar.

Cuando no hayan logrado sus objetivos, es importante mostrarles que el error también sirve de aprendizaje. Está claro que tampoco es un éxito porque no se ha conseguido lo que se pretendía, pero verlo como un fracaso no ayuda, puesto que les puede paralizar y desmotivar. En este punto también tenemos un papel fundamental los padres: hacerles ver que los intentos también aportan y hacerles descubrir todo lo que han aprendido luchando por cumplir su objetivo. Ante todo, tenemos que evitar el bloqueo.

Y cuando todo falla…

– Hacerles sentir que estamos con ellos y que estamos orgullosos porque lo han intentado.
– Hacerles ver que no pasa nada porque se hayan equivocado, que existen muchos modos de reconducir la situación.
-Ayudarles a analizar por qué han llegado hasta ese punto y plantearles posibles soluciones para salir del problema.
– Pensar qué necesitan para llevar a cabo esas soluciones.
– Con independencia del resultado que obtengan hacerles ver que tienen que estar orgullosos del esfuerzo realizado y que no conseguir los objetivos no siempre es un fracaso negativo.

María Campo. Directora de NClic

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