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Los niños responsables no hacen solo lo que les apetece

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«¿Por qué tengo que hacer esto yo? ¡Qué lo haga otro!» Esta es una respuesta muy habitual de nuestros hijos de 7 a 12 años. Se preocupan solo de sus cosas, de su reducido mundo material y ¡qué nadie le «cotilleé» sus pertenencias! ¿Cómo podemos cambiar esto? ¿Qué podemos hacer para que sean responsables y no hagan solo lo que les apetece?

En ocasiones, cuando pedimos a los niños algo más costoso como bañar a su hermano pequeño, poner la mesa, o bien ocuparse de un compañero que está más solo… unas de sus primeras reacciones es quejarse, protestar, ¡qué lo haga otro! Otras veces, ante algún suceso o error, echan la culpa a los demás: hermanos, compañeros, profesores etc.

Cuando un niño es consciente de que con su acto responsable ha producido un bien, su autoestima se refuerza además de experimentar el goce de salir de uno mismo al hacer algo por los demás. El que las cosas vayan bien, depende también de ellos.

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La responsabilidad nos debe acompañar siempre

Fernando Corominas, presidente del Instituto Europeo de Estudio de la Educación (IEEE) define así la responsabilidad: una persona es responsable cuando asume las consecuencias de sus actos respecto a otros. Si cada uno hiciera lo que le apeteciese, el mundo sería un caos.

Uno de los recursos más educativos para formar personas responsables consiste en dejar que los niños se enfrenten a las consecuencias de sus actos. Ante una acción incorrecta, el niño experimentará insatisfacción; ante una acción bien hecha que le atañe a él o a los demás, experimentará satisfacción.

Adquirir responsabilidad y otros valores

En esta etapa de la vida del niño, contamos con unos puntos fuertes que facilitan el aprendizaje de la responsabilidad: su agudo sentido de la justicia, su disposición a ayudar y a cooperar, su deseo de agradar y quedar bien…

Además, al ir adquiriendo la virtud de la responsabilidad, van desarrollando también otros valores:

Sinceridad y valentía. En el trato con los demás, padres, compañeros, amigos, familiares, profesores. Desarrollan actos de valentía que les haga reconocer la realidad de lo que dicen o hacen. Son valientes cuando son consecuentes con sus actos, sin echar la culpa a los demás. Reconocer los errores personales les hace responsables.

– Fortaleza y reciedumbre. Hacer en cada momento lo que se debe hacer, en la vida diaria, en casa, en el colegio, en los encargos, sin «escurrir el bulto» y sin buscar cobardes excusas.   

Respeto por los demás y olvido de sí. Ocupándose y preocupándose no solo de «sus cosas» sino de las de los demás.

Alejandra Márquez
Asesoramiento: Conchita Albistur. Directora escuela IEEE de San Sebastián

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