Los padres superprotectores actúan con la mejor de sus intenciones pero la lectura que hacen sus hijos es muy diferente. Sus hijos interpretan: «No soy capaz. Me consideran tonto».
Acto seguido, su cerebro se rebela contra esa idea y trata de buscar una justificación: «Yo no soy tonto. Entonces me hacen todo porque me lo merezco». Y descubren la comodidad de una vida con todo hecho: «Como me lo merezco, puedo exigirlo siempre que quiera».
Por eso es tan importante comprender que al educar niños protegidos estamos generando la posibilidad de criar adolescentes dictadores. En los numerosos estudios llevados a cabo sobre modelos educativos parentales y su vinculación con conductas desadaptadas -como consumo de alcohol y drogas- se pone de manifiesto que los modelos autoritario y permisivo, los dos extremos de las opciones, generan mayores grados de agresividad filioparental.
Lo explica Eva Millet, autora del popular libro Hiperpaternidad, este tipo de niños creen que tiene derecho a todo. En su vida adolescente, su carácter estará marcado por el narcisismo y la autocomplacencia excesiva. Madeleine Levine, una psicóloga estadounidense experta en ‘padres helicóptero’, asegura que se trata de una generación que lo tiene todo, pero que se siente frustrada e infeliz.
«Los niños de entornos privilegiados, de los que siempre se ha asumido que han sido protegidos por los recursos y las oportunidades de sus familias, están experimentado depresión, trastornos de ansiedad, trastornos psicosomáticos y abuso de estupefacientes a niveles más altos que los de las familias socioeconómicamente menos favorecidas, que tradicionalmente se han considerado en un mayor riesgo», afirma.
Tipos de padres protectores
– Padres helicóptero: son los que sobrevuelan alrededor del niño por si necesita algo. Nunca están del todo presentes, posiblemente porque trabajan demasiado, pero están dispuestos a acudir al rescate en cuanto demanden su atención, incluso cuando no es necesario.
– Padres entrenadores: desean tanto que sus hijos sean los mejores que les ocupan toda la jornada con un sinfín de actividades académicas y deportivas. Están dispuestos a hacer grandes esfuerzos para que mejoren. Y presentan todos los logros de los hijos como si fueran de ellos.
– Padres bocadillo: en los parques, siguen muy de cerca a sus hijos con un sándwich a medio comer en la mano. En vez de decirle al niño que meriende y luego juegue, tratan de hacerle más placentero el durísimo trago de masticar aun a costa de la paciencia de ambos.
– Padres mochila: preocupados por la escoliosis de sus hijos, cargan con todo el peso del saber, el del deporte, el del ballet, los instrumentos musicales… sin darse cuenta de que con eso solo consiguen que el niño deje de responsabilizarse de aquellos objetos que son su responsabilidad.
– Padres estudiantes: necesitan tener bajo control todo lo que hacen sus hijos. Se convierten en su agenda, su coach y su profesor particular. No les dan la oportunidad de equivocarse para aprender y trasladan a los hijos la idea de que ellos solos no son capaces.
– Padres Relaciones Públicas: muy motivados con todo lo que suena a inteligencia emocional, están obsesionados con que sus hijos sean populares y todo su entorno se porte bien con ellos. Intervienen en cada situación entre amigos e incluso tratan de buscarles grupos acordes con sus criterios.
Maria Solano
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