El humor, el juego, la sorpresa, la emoción, las disonancias cognitivas, la relajación y el contacto con espacios naturales son algunas de las cosas que más le gustan al cerebro para aprender. Estos elementos facilitan la predisposición del cerebro de niños y adolescentes para prestar atención en el aula y los profesores, conscientes de ello, utilizan la neurociencia para incentivar su rendimiento.
El cerebro es el órgano que posibilita el aprendizaje y que, además, está diseñado para aprender a lo largo de toda la vida. En esta premisa se basa la neurociencia, una disciplina que parte de la idea de que la práctica pedagógica y las experiencias de aprendizaje pueden mejorar si se conoce cómo aprende y cómo funciona el cerebro.
En este sentido, los neurocientíficos consideran que la emoción es una pieza clave en este engranaje. ¿Y cómo entra la emoción en el aula? Anna Carballo y Marta Portero, profesoras y expertas Neuroeducación de la UOC apuntan que «son esenciales grandes dosis de humor, trabajo en equipo, juego, relajación, música y contacto de los con espacios naturales para que la emoción entre en el aula?
¿Qué le gusta al cerebro para aprender?
– La sorpresa: es un elemento fundamental con el que deben jugar los profesores. Cuando el cerebro anticipa lo que va a ocurrir, su atención cae en picado. En cambio, cuando algo nos sorprende, el cerebro entra en situación de alerta y se activa.
– La emoción: funciona como mecanismo activador de la memoria, ya que recordamos mejor a medio y largo plazo los aprendizajes que nos han generado una emoción.
– La curiosidad: actúa como moduladora del aprendizaje porque mantiene la atención a lo largo del tiempo, buscando obtener más información sobre el tema que le interesa.
– El humor: el uso de técnicas para fomentar el buen humor entre estudiantes y maestros mejora el clima del aula, favorece oportunidades de aprendizaje y disminuye la respuesta de estrés. Romper la monotonía le gusta mucho al cerebro para centrar su atención.
– El trabajo en grupo: al cerebro le gusta mucho intercambiar información con otros. La sociabilidad está directamente relacionada con la felicidad y su ausencia se asocia con problemas de salud mental y física, y también con discapacidades graves como el autismo. Cuando se trabaja en grupo aumenta la liberación de moléculas como la oxitocina o las endorfinas, que se relacionan con los mecanismos de aprendizaje. Así, si el aprendizaje tiene lugar en un contexto grupal y cooperativo, se pueden fomentar los procesos de empatía mediante el trabajo en equipo, la cohesión social y la promoción de un rendimiento mejor.
– El juego: se utiliza mucho en la etapa de Infantil y Primaria como método para captar la atención de los niños pequeños. Poder diseñar metodologías de aprendizaje mediante el juego tiene efectos muy positivos, ya que el juego está considerado un mecanismo neural natural que despierta la curiosidad, es placentero y permite descubrir nuevas habilidades útiles. Las situaciones de juego aumentan el bienestar, la autoestima, la curiosidad y la motivación para aprender.
– La relajación: poder enseñar y practicar algunas técnicas de relajación en el aula puede ser de utilidad teniendo en cuenta los efectos beneficiosos para el organismo. En general, aumenta la liberación de neurotransmisores como la serotonina y las endorfinas, que fomentan el bienestar emocional y un estado de atención relajada. Recientemente hay estudios que evalúan los efectos de técnicas para la conciencia plena (mindfulness) con una mejora de los procesos de aprendizaje y la plasticidad cerebral.
– La música: la música cambia las vías neurales del cerebro e influye en cómo se procesa la información cuando se presenta simultáneamente. Además, se observa que provoca una mejora en el estado de ánimo y promueve la relajación y la autorregulación de las reacciones emocionales. Por lo tanto, el uso de la música en el contexto de aprendizaje puede ser un método alternativo tanto en el ámbito educativo como para intervenir en niños y niñas que tienen déficits cognitivos.
– El contacto con espacios naturales: cuando los niños se conectan con la naturaleza aumentan los niveles de creatividad y la capacidad de resolución de problemas, mejoran las habilidades cognitivas y el rendimiento académico, disminuyen los síntomas del trastorno por déficit de atención, aumenta la actividad física, mejoran la vista, las relaciones sociales y la autodisciplina, y se reducen los niveles de estrés.
El cuidado del cuerpo repercute directamente sobre el mejor o peor rendimiento del cerebro y de las funciones intelectuales superiores que permiten los procesos de aprendizaje. Así pues, dormir bien, comer sano, gestionar bien las emociones y hacer deporte facilitan la predisposición a aprender.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Anna Carballo y Marta Portero. Profesoras colaboradoras del seminario Neurociencia y educación de la UOC.
Te puede interesar:
– Neurociencia y educación: trucos para potenciar el aprendizaje
– La neuroplasticidad del cerebro y el enfoque educativo