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Mentiras, mentirijillas y mentiras piadosas, ¿es todo lo mismo?

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Los adultos podemos hacer distinciones sutiles entre mentiras a secas y mentiras piadosas. Sin embargo, los niños son mucho más legalistas y tienden a meter todo en el mismo saco: mentiras. Y por ese motivo podríamos no formarles adecuadamente si ven que usamos las mentiras piadosas (aunque sea para no herir los sentimientos de los demás), pues pueden llegar a creer que ellos también tienen derecho a mentir.

¿Por qué mienten los niños?

Los niños mienten por numerosas razones. Generalmente, los chicos más jóvenes mienten porque quieren conseguir algo. Aunque esta tendencia decrece cuando los niños van madurando, también pueden llegar a mentir para quitarse de encima los problemas o para protegerse, a ellos mismos o a algún amigo, de las consecuencias de sus actos.

A veces, mienten para «quedar bien» a los ojos de otros, especialmente si piensan que no están a su altura. O es la manera para conseguir llamar la atención de otros, incluso de sus padres.

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Las consecuencias de haber mentido deberían seguirse directamente de la falta; a menudo, la vergüenza de decir la verdad es suficiente para conseguir que en el futuro les cueste menos ser sinceros. Prohibirle montar en bici, por ejemplo, no les motivará necesariamente para no mentir la próxima vez. Al contrario: les motivará probablemente para ser más listos y no dejarse pillar.

Si han mentido, y no se puede confiar en ellos, es mejor que los hijos se hagan responsables de esa situación. Así, un padre podría decir: «No puedo confiar en que hayas hecho tu tarea como dijiste, así que necesitaré ver que tu profesor ha firmado la agenda cada día, y tendrás que traer todos tus libros a casa para comprobarlos hasta que vuelvas a ser otra vez responsable».

¿Y qué pasa con las mentiras piadosas?

Como es importante que los padres den un buen ejemplo, habría que tratar de evitar cualquier tipo de mentiras, incluso si se hacen para no herir los sentimientos de alguna persona. Si nos sorprendemos habiendo dicho una mentira de este tipo, habría que preguntarse: «¿Qué podría haber dicho en vez de eso?». Generalmente, es mejor encontrar algo honesto, alternativas con tacto, que una mentira piadosa.

Sin embargo, todo depende también de si lo que la otra persona está buscando es una opinión honesta y sincera. Muchas veces, la gente solo busca afirmación a lo que ellos mismos dicen. Si es así, habría que encontrar la manera para, sin caer en el recurso a la mentirijilla fácil, decir algo de manera verdadera y positiva. Algo así como: «Tu nuevo corte de pelo resalta tus ojos»; o adjetivos generales: «Es un look muy original para ti». Si de verdad quieren una opinión honesta, habría que hablar con mucho tacto, por ejemplo: «Pienso que me gustaba más de la otra manera».

Según el psicólogo Gregory Popcak, «básicamente, se trata de una delicada toma de conciencia de las reglas sociales. Podemos enseñar a nuestros hijos a leer las intenciones del otro, pero la mayoría de los niños no comienzan a desarrollar esta habilidad hasta la edad de 9 ó 10 años. Nuestras relaciones sociales necesitan ser amables y practicando la virtud del tacto pueden afrontarse numerosas situaciones sin tener que mentir. Esta es la diferencia entre ser honesto o ser cruel».

Ignacio Iturbe

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