Los niños mienten por numerosas razones. Generalmente, los más jóvenes dicen mentiras para conseguir algo; también pueden llegar a mentir para quitarse de encima los problemas o para protegerse.
Para dar buen ejemplo, deberíamos evitar cualquier tipo de mentiras; generalmente, es mejor encontrar algo honesto, alguna alternativa dicha con tacto, que una mentira piadosa. Todo depende en gran medida de si lo que la otra persona busca es una opinión honesta y sincera o más bien solo quiere una afirmación a lo que ellos mismos opinan.
La cuestión es que podríamos no estar formando adecuadamente a los hijos si ven que usamos las mentiras piadosas o las mentirijillas, aun con un fin noble, pues pueden llegar a creer que ellos también tienen derecho a mentir.
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¿Convenciones sociales o mentiras piadosas?
El caso del «¿Cómo estás?»¿Es una mentira decir «estoy bien» cuando uno no se encuentra tan bien? Depende. Lo que estás haciendo es responder a la intención del mensaje más que a las palabras en sí mismas. La clave consiste en tener en cuenta las intenciones del otro.
En el caso del «¿Cómo estás?», esta expresión equivale actualmente a decir: «¡Hola!». Así, para mantener el guión no escrito que imponen las convenciones sociales, la respuesta clásica y general de «Estoy bien» es la correcta. Porque te das cuenta de que la persona no está realmente preguntando cómo estás.
Pero recuerda, los niños no comprenderán esto hasta los 9 años, cuando comiencen a interpretar las intenciones verdaderas que ocultan las palabras, así que se debe poner mucha atención a lo que se dice cuando haya niños alrededor.
Ideas para potenciar la sinceridad
1. Haz autoexamen. Importante para ver qué grado de honestidad y sinceridad tenemos nosotros mismos. ¿Decimos mentiras piadosas para escapar de los problemas diarios? («He llegado tarde a causa del tráfico», cuando la verdad es que nos hemos parado en unos grandes almacenes).
2. Evita ocultar. A veces llegan a casa noticias desagradables, que quizá en un primer momento pensemos en ocultárselas a los pequeños para protegerles. Sin embargo, siempre en una medida adecuada a su edad, no se les debe mentir y enseñarles a hacer frente a la realidad desde muy temprano.
3. Huye de las etiquetas. En la educación diaria hay que evitar las etiquetas de «mentiroso» a los niños. Es mejor decir: «Sé que no eres un mentiroso, ¿por qué no me dices entonces la verdad?».
4. Dale la importancia necesaria. Si comprobamos que nuestro hijo o hija nos ha mentido, sería una recompensa para él el que ignoremos este tema y hagamos como si no pasara nada. Es mejor enfrentarles, cuanto antes, a sus mentirijillas y hacerles ver su responsabilidad.
5. Explica las sutilezas. Hay que darse cuenta de que a los chicos y chicas les cuesta mucho entender las sutilezas de conciencia con que normalmente justificamos algunas mentiras piadosas. Necesitan tener muy claro lo que está bien y lo que no.
Solo en casa
¿Y qué ocurre con aquellas mentiras que tienen que ver con la seguridad de nuestros hijos? Ante todo, hay que dejar claro que existe cierta información que ningún extraño tiene derecho a conocer.
Deja claro los siguientes puntos:
1. Está bien no permitir a un extraño que sepa que nuestro hijo o hija se encuentra solo en casa. Es mejor prevenir esta situación antes de que ocurra, por ejemplo, diciéndoles que no respondan si llaman a la puerta cuando no se encuentre nadie más en casa.
2. Está bien no revelar el nombre ni la dirección mientras navegamos en Internet. Los seudónimos son precisamente una convención para salvaguardar la propia seguridad.
3. Si le presionan por teléfono para saber si está mamá en casa o no puede decir: «Mi mamá está muy ocupada ahora. Déjeme su número de teléfono, le diré que le llame enseguida».
Como un punto concreto de mejora, una buena idea puede consistir en proponerse ser sinceros y honestos, lo que no significa volverse crueles y salvajes. Existen reglas sociales no escritas y formas de hablar que todos saben lo que significan. Sin embargo, quizá podamos hacer el esfuerzo de encontrar una alternativa, dicha de modo positivo y con tacto, a esas pequeñas mentirijillas.
Ignacio Iturbe
Asesoramiento: Elizabeth Racine. Psicóloga
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