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La lectura eficaz: ¿lees rápidamente y comprendes lo que lees?

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Todos los estudios sobre la lectura eficaz nacen como una búsqueda de medios para prevenir el fracaso escolar. Y se basan en una constatación: uno de los pilares más importantes para el aprendizaje reside en el correcto dominio del lenguaje y, especialmente, en una buena capacidad lectora. Leer mal, con las deficiencias en la comprensión como consecuencia, es una de las causas más importantes del fracaso escolar.

Aumentar la capacidad de lectura eficaz significa desarrollar, a la vez, la velocidad al leer y la comprensión de lo que se lee. Velocidad y comprensión están íntimamente relacionadas y se implican mutuamente. Un buen lector lee deprisa y comprende bien. Es importante recalcar que nos referimos siempre a lectura silenciosa, que es la verdadera lectura.

¿Qué es un lector eficaz?

Un lector eficaz es aquel que lee rápidamente, comprende lo que lee, adapta la velocidad y la comprensión lectoras al tipo de texto que lee y a la intención con que lo lee y recuerda bien lo leído

Los ojos en la lectura

Para ser un buen lector hace falta poseer cierta habilidad visual adaptada a la lengua escrita. Por ejemplo, hay que acostumbrarse a determinadas características: las palabras están dispuestas en líneas horizontales que van de izquierda a derecha; las líneas son discontinuas porque las palabras están separadas unas de otras; también las líneas están separadas entre sí por espacios interlineales…

Estas elementales observaciones subrayan el hecho de que toda lectura supone en el lector un cierto «saber leer«, sobre todo cuando se aprende a ello. Hasta finales del siglo XIX se creía que la mirada resbalaba de manera continua a lo largo de las líneas del texto. Sin embargo, Emile Javal explicó por primera vez, a principios del siglo XX, que el ojo realiza una sucesión de saltos y pausas para leer cada línea del texto.

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Lectura a golpes

El movimiento horizontal de los ojos durante la lectura, lejos de ser continuo, se realiza a golpes. Es decir, el lector divide la línea rápidamente en cierto número de «secciones». En cada línea hay unos puntos en los que se detiene la mirada. Sólo se lee durante estos instantes de pausa o detención; son los únicos momentos de lectura eficaz.

La cantidad de palabras o signos que los ojos perciben durante una pausa o detención recibe el nombre de campo de visión. El número de letras o palabras que se abarcan no corresponde a ningún corte preciso: es el cerebro, y sólo él, quien, agrupa los signos para captar un sentido.

Por lo tanto, a mejor lector (es decir, a lector más eficaz), menos fijaciones por línea y más cantidad de letras y palabras abarcadas en un solo golpe de vista.

Así, pues, el tiempo que dedicamos a leer se divide en:

– el tiempo dedicado a las diversas detenciones
– el tiempo reservado a los movimientos de los ojos

Hoy sabemos que las pausas o detenciones ocupan la mayor parte del tiempo de lectura. Varían entre los 12/13 y los 23/24 del tiempo global de la lectura.

Ejercitar la movilidad de los ojos

Los movimientos de los ojos durante la lectura han de ser rápidos, con el fin de que la mayor parte del tiempo se dedique a las detenciones o fijaciones (que es cuando verdaderamente se lee). Los movimientos de los ojos han de ser ágiles, precisos y rápidos. Para ejercitarlos, existen numerosos juegos de lectura que consisten en leer letras dispuestas de formas diferentes. Por ejemplo, las sopas de letras o leer frases con recorridos extraños.

Hay que evitar de modo especial que la longitud de las líneas del texto obligue al lector a hacer movimientos de cabeza para seguirlas; procurar a toda costa que los jóvenes lectores sigan las líneas de los textos (con una longitud normal) sin mover la cabeza, sólo con los ojos.

Conseguir la facilidad al leer

La expresión «facilidad lectora» hace referencia a un conjunto de condiciones fisiológicas de para una lectura fácil y eficaz. Se persigue liberar a los lectores de todos los frenos que hacen su lectura lenta, y que le desmotivan. Si lo conseguimos, el leer se convertirá en fuente inagotable de información, en un excelente instrumento de trabajo, en el mejor medio para cultivarse y en un buen modo de distracción y descanso.

Se puede afirmar que el gusto por la lectura está íntimamente relacionado con la facilidad con que el lector se enfrenta a los textos. La noción de facilidad lectora va unida a la de lectura silenciosa, que consiste en captar directamente el sentido del texto impreso que leen los ojos, sin pronunciarlo en voz alta.

La lectura visual y silenciosa es mucho más rápida (y, por tanto, más eficaz) que la lectura oral y en voz alta. La velocidad de lectura oral no puede sobrepasar las 180 palabras por minuto, para que pueda realmente oírse. Sin embargo, los ojos pueden explorar un texto a una velocidad tres y cuatro veces superior. Por lo tanto hay que procurar distinguir desde los primeros años de la escolaridad la diferencia entre leer en voz alta y el acto de leer, que es una técnica rápida, adaptada, precisa y eficaz que consiste en comprender con los ojos.

Evitar los frenos a la lectura

Para la facilidad lectora es necesario suprimir aquello que la hace muy lenta. Por ejemplo, la vocalización que acompaña a la lectura silenciosa. El movimiento de los labios y una pronunciación maquinal, en voz baja, acompaña a la captación de las palabras por los ojos del lector. La vocalización produce una lectura lenta y penosa tanto en los jóvenes como en los adultos.

Menos grave resulta la labialización. Los movimientos de los labios acompañan a los movimientos de los ojos, sin emitir sonido alguno. Es más frecuente que la vocalización pero también frena seriamente la lectura silenciosa.

Para conseguir evitar estos defectos pueden entrenarse los ojos, por ejemplo, en leer conjuntos de consonantes (no pueden vocalizarse) que han de memorizarse inmediatamente y escribir lo más rápidamente posible.

Ampliación del campo visual

Otro factor para conseguir una facilidad lectora consiste en lograr abarcar un mayor número de signos o palabras en cada detención al leer. Un lector no lee nunca letra a letra, sino por conjuntos de letras o palabras. Cuanto más coherente y organizado es el conjunto de palabras que abarca el campo visual, más fácil es la comprensión de un texto.

Marisol Nuevo Espín

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