Muchos de los problemas de lectura y escolares de los niños a partir de 6 años se deben a que no han conseguido que uno de los lados de su cuerpo sea el dominante. La relación entre la capacidad de leer y escribir y el desarrollo del cerebro ha sido demostrada por numerosos científicos.
La evolución normal del cerebro busca que el ser humano tenga el ojo, el oído, la mano y el pie del mismo lado del cuerpo como dominantes, es decir, una lateralidad completa. Si esto no ocurre así, generalmente no se finaliza este desarrollo y surgen como consecuencia problemas de lectura.
La lateralidad completa ocurre sólo en el hombre
La naturaleza ha dividido el cerebro del hombre en dos mitades: un hemisferio derecho y otro izquierdo. El derecho controla el lado izquierdo del cuerpo humano y el hemisferio izquierdo el lado derecho (así podría decirse que existe un «cruce»).
Alrededor de los 5 o los 6 años, uno de estos dos hemisferios se define como dominante y el hombre desarrolla una acusada preferencia en el uso del lado de su cuerpo controlado por ese hemisferio, volviéndose diestro o zurdo.
Además, el hemisferio cerebral dominante es el que asume las funciones del lenguaje y el no dominante las del no-lenguaje.
La lateralidad cerebral completa (común uso del pie, mano, oído y ojo del mismo lado del cuerpo) ocurre sólo en el género humano: son los hombres las únicas criaturas capaces de hablar, leer y escribir. De ahí la importancia de una adecuada lateralización como paso previo para el aprendizaje de la lectoescritura y la completa madurez del lenguaje.
Etapas del desarrollo cerebral en los niños
Hasta llegar a esta completa lateralización el niño pasa por tres etapas en su desarrollo.
Los menores de un año no poseen, aún, lateralización; son completamente ambidiestros y tienen poco lenguaje. Es decir, no nacemos con una lateralidad definida, sino que se desarrolla con la edad y la experiencia.
La lateralidad cruzada o patrón cruzado
En su desarrollo evolutivo entre los 6 meses y el año, el bebé aprende a usar partes de ambos lados del cuerpo al mismo tiempo y de manera predeterminada; a esto se llama «patrón cruzado»: gatear sobre manos y rodillas, comenzar a andar, sincronía… Mientras gatea, por ejemplo, usa simultáneamente las manos y las rodillas de los dos lados de su cuerpo: la rodilla derecha con la mano izquierda, luego la rodilla izquierda con la mano derecha.
El «patrón cruzado» es necesario y previo a la etapa en que se consigue la lateralización completa. Muchos problemas de lectura, aunque parezca mentira, se deben a que el niño no ha gateado lo necesario, o ha visto coartados sus movimientos.
Lateralidad completa
A partir de los dieciocho meses y hasta los 6 ó 7 años de edad tiene lugar la etapa final y exclusivamente humana del desarrollo cerebral, dando lugar a una lateralidad completa. Es decir, una de las dos mitades del cerebro se vuelve dominante y asume la función del hemisferio del lenguaje.
En los seres humanos que aprenden a leer y escribir, una de estas mitades debe tornarse dominante, es decir, convertirse en el hemisferio que controla estas habilidades. Si la mitad izquierda del cerebro se vuelve dominante, el niño será diestro, y utilizará predominantemente el oído, ojo, mano y pie del lado derecho del cuerpo. Y si es la mitad derecha del cerebro la dominante, el niño será zurdo con lo que utilizará el oído, ojo, mano y pie del lado izquierdo del cuerpo.
Si no se torna dominante una de las mitades del cerebro, no se completa el desarrollo cerebral y el resultado es, generalmente, un problema de lectura.
No forzar al niño para ser diestro
A estas edades (hasta los 6-7 años), el manejo igual de ambas manos suele ser una señal de advertencia de una futura dificultad lectora. Una lateralidad mixta (sin lado dominante definido) también señala problemas. Esto quiere decir que todos los impulsos no entran en un sólo hemisferio, el dominante, y la habilidad para descifrar o leer resultar afectada.
Sin embargo, no debe forzarse a los niños en esta etapa hacia uno u otro lado. Una vez que ellos hayan hecho, de manera natural, la propia elección de su lado dominante hay que ayudarles a tornarse completamente lateralizados, diestros o zurdos, según sea su elección.
Los estudios demuestran que de un 10 a un 15 por ciento de la población tiene una predisposición genética a ser zurda. A estos niños se les debe permitir ser zurdos del mismo modo que a los otros se les permite ser diestros. Una vez que el niño ha indicado una fuerte preferencia se le debe dar toda clase de facilidades para que opere con aquel lado como su parte hábil o dominante. Pero no debe haber intento alguno de forzar la elección.
Cuando existe una eficiente lateralidad
Cuando los chicos no utilizan todo un lado del cuerpo de manera dominante (lateralidad completa) suelen producirse una serie de consecuencias:
– problemas con la lectura
– problemas en la orientación espacial
– problemas en la escritura
– tartamudez
– dislexia
Hay numerosos casos de niños con problemas serios de lectura, dislexia o tartamudez, debidos a una deficiente lateralización. En algunas ocasiones, estos chicos tenían pequeñas deficiencias cerebrales que quedaron subsanados con ejercicios adecuados y pudieron luego alcanzar un grado de madurez lingüística o lectora normal.
Sin embargo, en muchas ocasiones, se ha podido demostrar después que estos problemas surgieron por un error relativamente frecuente en la educación. Es el caso de los niños zurdos que en su casa o en el colegio les fuerzan a usar el lado derecho. Esto impide una completa lateralización, ya que siguiendo una evolución natural el hemisferio que se habría formado dominante hubiera sido el derecho (y, por tanto, el lado izquierdo del cuerpo).
El objetivo que perseguían los padres o los profesores cada vez que cambiaban de mano el lápiz o la cuchara al niño era conseguir que se formara diestro y que su lado derecho fuera el dominante. Pero como la inclinación natural no es fácil de cambiar, estos chicos se volvían de lateralidad mixta, o deficientemente lateralizados, con diversos problemas: poca orientación espacial, problemas al leer…
Beatriz Bengoechea. Psicóloga y Orientadora familiar
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