¿Crees que tu hijo es inteligente porque se le dan bien las matemáticas? ¿Tu único objetivo son las notas, para hacer de tu hijo una persona con éxito? Si piensas así, andas algo equivocada o equivocado. El niño tiene que desarrollar otra serie de capacidades como la autoestima, la relación con los demás o el autocontrol para que verdaderamente sea inteligente. Esto es lo que se denomina la inteligencia emocional.
«Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo». Aristóteles
Los psicólogos Slovey y Mayer definen la inteligencia emocional como la capacidad de controlar y regular los sentimientos de uno mismo y de los demás, utilizándolos como guía de pensamiento y de acción. Diferencian, asimismo, los distintos ámbitos de inteligencia emocional: el conocimiento de los sentimientos propios y las habilidades para percibir los de los demás.
En la educación de nuestros hijos, es necesario estudiar a fondo las repercusiones de una correcta o incorrecta formación de las emociones.
Así como existe un proyecto en el que se vertebran los ejes fundamentales de materias académicas, es mucho más importante estructurar un programa de cómo enseñar a los niños a conocer sus emociones, a desear cambiar las conflictivas y a encauzar sus sentimientos.
La inteligencia que triunfa
Hace algunos años, la inteligencia de los niños se media solo por su Coeficiente Intelectual (C.I.) Se entiende por este coeficiente, la cifra que determina el nivel de inteligencia de un niño o una persona, resultante a partir de una serie de tests y en comparación con otras de su mismo grupo de edad.
Sin embargo, las últimas investigaciones hacen hincapié en que el C.I. aporta tan solo un 20% de los factores que determinan el éxito y la felicidad de un niño, lo cual supone que un 80% depende de otras causas. Estas otras causas, además del factor genético, son las que determinan el Coeficiente Emocional (C.E.)
Los tests de inteligencia normales que definen estadísticamente el C.I. suelen medir la inteligencia lingüística y la lógico-matemática; pero no sirven para captar otra variedad rica de inteligencias que en la vida sí que aportan productos valorados en distintos ambientes profesionales: musicales, deportivos, artísticos y sociales.
Quizá un niño de inteligencia matemática y lógica que es brillante en el colegio no llega a tener el prestigio profesional de una niña, por ejemplo, que ha desarrollado su inteligencia interpersonal, con gran empatía y que se conquista a todo su equipo de trabajo.
La fórmula de la felicidad
En la Universidad de Pensilvania en el año 2000, estudiando la inteligencia emocional, llegaron a una fórmula muy interesante sobre la felicidad:
FELICIDAD = RANGO GENÉTICO (50%) + CIRCUNSTANCIAS (10-15%) + VOLUNTAD (30-40%)
Sorprende ese casi 15% de las circunstancias que influyen en la felicidad de las personas, y en concreto, en la felicidad que ansiamos para nuestros hijos. ¿Comprendes cuánto puedes hacer por la felicidad de tu hijo? Nuestra casa es una verdadera escuela de felicidad. La forma de aprovechar los momentos gozosos, los tristes, felices, solo depende de nosotros, nuestros hijos nos miran continuamente.
¿Sabes cuales son las características del trabajador perfecto y por tanto, en las que tenemos que educar a nuestros hijos y alumnos especialmente a estas edades?
Coeficiente Intelectual (C.I.)
– Conocimiento técnico del puesto (Habilidades lingüísticas y lógico-matemáticas).
Coeficiente Emocional (C.E.)
– Capacidad de aprender en el trabajo.
– Capacidad de escuchar y comunicarse.
– Adaptabilidad, creatividad frente a los contratiempos.
– Autocontrol, confianza, motivación, autoestima.
– Eficacia grupal e interpersonal, trabajo en grupo, habilidad para negociar disputas.
– Eficacia en la organización.
– Potencial de liderazgo.
Como se puede comprobar, sólo una capacidad corresponde al coeficiente intelectual (CI), el resto, son capacidades que se adquieren y se educan y son las que determinan el coeficiente emocional (CE).
Por tanto, tu principal interés educativo debería estar centrado en estas características que hemos llamado INTELIGENCIA EMOCIONAL: capacidad de motivarse, capacidad de perseverar ante los contratiempos, capacidad de controlar los impulsos, no dejarse llevar por el propio estado de ánimo, evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales, capacidad de agradecer, y por último -y no por ello menos importante- capacidad de empatizar y confiar en los demás.
Maite Mijancos. Licenciada en Farmacia. Directora del IEEE.
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