Si no educamos con el ejemplo, ¿qué ejemplo les educa? Es una de las frases más escuchadas en boca de cualquier especialista en educación: el ejemplo de los padres es prioritario a la hora de educar a nuestros hijos. Pero nuestra forma de ver y vivir la vida no es la única que van a tener alrededor. ¿Qué influencia tienen otros ejemplos? Y, sobre todo, ¿cómo podemos contrarrestar los malos ejemplos?
Hay unos años en la vida de nuestros hijos, los primeros, hasta aproximadamente cumplir los 8 o 9, en los que los padres somos influyentes y tomados por los hijos casi como unos superhéroes. A partir de ahí, entran en escena otros muchos modelos que van a incidir, de manera positiva y negativa, en este momento decisivo para la formación de la personalidad de nuestros hijos.
A partir de esa edad, se abren a un mundo mucho mayor y entran en escena personajes, de la vida real o de la ficción, que actúan como influencers, con los que tienen contacto personal o solo a través de la pantalla, que van a ejercer una impronta con su ejemplo. Si todo fuera bueno, no tendríamos que preocuparnos. Pero muchos de esos nuevos referentes que aparecen en escena no transmiten a nuestros hijos lo que a nosotros nos gustaría.
Cuando nosotros ya no somos el único o el principal ejemplo
Mercedes Honrubia, orientadora y mediadora familiar y directora del Instituto Coincidir, nos da algunas pistas de lo que podemos hacer cuando cambian esos perfiles de influyentes o influencers de referencia. Ya antes de llegar a la adolescencia, aparecen en la vida de nuestros hijos ídolos de distinta procedencia, como cantantes, actores o deportistas, a los que se pueden sumar personajes obtenidos del mundo de la ficción, por ejemplo, de series o películas.
Aunque surjan estas nuevas figuras, Honrubia hace hincapié en que el papel de los padres sigue siendo clave: «tienen que seguir siendo la guía para poder orientar en esas referencias». Es decir, ante la aparición de nuevos ‘ejemplos’, la labor de los padres consiste en orientar para garantizar que los hijos no se dejan llevar por figuras sin fundamento.
De hecho, debemos estar especialmente alerta porque a esas edades tan tempranas «es muy difícil que ellos puedan discernir» cuando se encuentran ante una figura que no resulta un buen ejemplo y que, sin embargo, ha sido encumbrada por la sociedad. Pensemos en los casos de fraude fiscal de numerosos futbolistas o en la vinculación de muchos cantantes con las drogas.
Nuestro trabajo no consiste en prohibir que se fijen en esas personas que resultan populares entre sus iguales, sino «en supervisar y orientarlos para que elijan lo que de verdad ellos necesitan», explica Honrubia. La clave está en el diálogo: debemos aprovechar que, en estas edades, aún conservamos algo de ese ‘halo de superhéroes’ y así aprovechar las oportunidades de conversación con ellos.
Esta especialista no es partidaria de enfrentarse a los hijos aunque los ‘modelos’ que sigan no sean los más convenientes. Nos puede llevar al efecto contrario, a que ese modelo tenga más valor para ellos. Apuesta por «respetar su libertad y ayudarles a ver qué tienen de bueno y de malo».
Otros vendrán a ocupar nuestro lugar
Los niños tienden a imitar las actitudes de los adultos, en especial de los que más quieren o admiran. Más concretamente, jamás pierden de vista a los padres y los observan de continuo, sobre todo en los primeros años. Ven también cuando no miran y oyen incluso cuando están -o parecen estar- superocupados, jugando y absortos en sus cosas. Poseen una especie de radar que intercepta todos los actos y las palabras de su entorno, en la misma proporción en que resultan significativos para ellos.
Por consiguiente:
1. Quienes más influyen en nuestros hijos son las ‘personas’ y, en particular, aquellas que más los quieren y a las que ellos más quieren: de ordinario, nosotros mismos, es decir, sus padres. (No olvidemos que el desarrollo de las personas se logra solo a través del trato ‘personal’, impregnado de amor y afecto reales).
2. Dejan también una honda marca en nuestros hijos todas las experiencias de sus primeros años, graduadas en función del significado afectivo que tengan para ellos. En primer término, las restantes personas con quienes más conviven: hermanos, abuelos, tíos y primos, etc.; a continuación, los animales y plantas, el conjunto de la naturaleza…
3. Los medios y redes sociales. Por el contrario, aunque los distraigan y entretengan durante horas y, además ejerzan un poderoso atractivo sobre ellos, en particular cuando han servido como ‘sustitutos’ de la presencia personal de padres y maestros; aunque pasen horas en contacto con nuestros hijos… está cada vez más demostrado que los medios ‘artificiales’ que ponemos a su alcance -aun cuando se trate de los más sofisticados ordenadores o juegos informáticos, supuestamente educativos- ni les forman ni tan siquiera les instruyen. En los primeros años del niño, todo se encuentra ‘mediado’ por la relación personal con quienes le quieren y a los que quiere.
4. Personajes de ficción. Solo cuando esa relación personal falta, y en el mismo grado en que vienen a faltar, nuestros hijos la ‘sustituyen’ por un nexo, imaginario pero sólido, con los personajes de ficción que forman parte de su mundo, que influirán entonces poderosamente en su modelo de ser y de obrar… y que no siempre encarnan el modelo de humanidad que queremos para ellos.
De ahí la relevancia absoluta, en la que nunca insistiremos bastante, de multiplicar al máximo nuestro trato ‘personal’ con cada uno de nuestros hijos -que se traduce en tiempo e intimidad- y de propiciar también el contacto con otras personas que efectivamente los quieren y buscan su bien. Porque solo las ‘personas’ les ayudan a discernir lo que es o no relevante y conveniente, tanto en el plano moral como en el cognoscitivo.
Demasiada fama y muy poca autoestima
«Hay muchos adolescentes que ponen todo su esfuerzo en ser famosos, queridos por los demás. Y se olvidan por completo de si se quieren a ellos mismos», explica Mercedes Honrubia, directora del Instituto Coincidir, después de ver cómo el ‘fenómeno digital’ ha hecho mella en la autoestima de muchos jóvenes.
«Es importante que sepan valorarse a ellos mismos» porque le están dando tanta importancia a la valoración que les dan los demás que no se dan cuenta de que están «vacíos por dentro».
Por eso es clave que reforcemos el valor de su propio yo y que garanticemos que tienen unas bases bien asentadas que les van a aportar la capacidad de discernir.
Alicia Gadea
Asesoramiento: Mercedes Honrubia, orientadora y mediadora familiar y directora del Instituto Coincidir / Tomás Melendo. El encuentro de tres amores. (Ed. Palabra, 2017)
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