El temperamento es una característica innata y estable de la personalidad que afecta cómo un niño se comporta, se relaciona y aprende. Los niños con diferentes temperamentos pueden tener necesidades y desafíos únicos en el aprendizaje.
Por ejemplo, los niños con un temperamento más activo y extrovertido pueden tener más dificultades para sentarse y concentrarse en tareas de aprendizaje tradicionales, mientras que los niños con un temperamento más tranquilo y retraído pueden tener dificultades para participar en actividades grupales.
Los padres y educadores deben ser conscientes del temperamento de cada niño y adaptar su enseñanza de manera que se aprovechen las fortalezas y se aborden las debilidades. Por ejemplo, los niños con un temperamento más activo pueden beneficiarse de actividades de aprendizaje que involucren movimiento, mientras que los niños con un temperamento más tranquilo pueden beneficiarse de actividades de aprendizaje que involucren trabajo individual y un ambiente tranquilo.
Es importante destacar que el temperamento no determina el éxito académico, pero si puede influir en como un niño se desempeña en el ambiente educativo. Los padres, educadores y el niño mismo pueden trabajar juntos para identificar las fortalezas y debilidades del temperamento y encontrar maneras de superar los desafíos y aprovechar las oportunidades.
Bárbara K. Keogh, afirma en su libro Temperamento y rendimiento escolar (Editorial Narcea), que la enseñanza no solo consiste en impartir información. Los maestros tienen además, la responsabilidad de tomar decisiones sobre los niños. El hecho de tomar conciencia de las diferencias individuales, puede prevenir a los profesores de las posibles conductas problemáticas, además de dar con la forma más positiva de llevar las riendas de la clase.
El cómo de la conducta
Temperamento es distinto a la capacidad, motivación y también, a la personalidad. Se trata de las características individuales de cada niño para responder al mundo que le rodea e interactuar con él. Es el «cómo de la conducta». El temperamento contribuye a la singularidad de las personas. Aunque tiene una clara base biológica y genética, influye en el temperamento de cada niño el estilo educativo y el ambiente que haya en el hogar.
– Temperamento o estilo conductual: Cómo hace qué.
– Inteligencia: Qué hace.
– Motivación: Por qué lo hace.
– Personalidad: Emerge al cabo del tiempo. En cambio, las diferencias individuales del temperamento pueden reconocerse muy pronto.
Señales externas
Los psiquiatras Thomas y Chess (1977), en su estudio New York Longitudinal Study, analizaron 131 niños, desde los 3 meses a la edad adulta. Así, identificaron nueve rasgos temperamentales que se manifiestan externamente:
1. Nivel de actividad. Componente motor. Se analizan los movimientos al bañarse, comer, jugar, vestirse y manipular cosas.
2. Ritmo. Regularidad al cometer acciones.
3. Acercamiento-retraimiento. Respuesta inicial del niño a los nuevos estímulos, como un juguete, comida o una persona.
4. Adaptabilidad. Facilidad o no a adaptarse a situaciones nuevas.
5. Umbral de respuesta. Cuánta estimulación necesita para dar una respuesta a una acción o aprendizaje.
6. Intensidad de reacción. Nivel de energía en las acciones.
7. Humor. Proporción de conductas agradables.
8. Tendencia a la distracción.
9. Atención y constancia. Cantidad de tiempo que el niño dedica a una actividad; la constancia se refiere a la continuidad en la actividad ante los obstáculos.
Todos los niños, todas las personas, se sitúan en algún punto, entre alto y bajo, en cada una de estas dimensiones. Estas características personales influyen en las interacciones entre los niños de la clase y en la relación con el maestro.
Aprender de distinto modo
Hay alumnos que retienen mejor las materias a través de la exploración y otros, mediante la enseñanza directa. Los niños pueden frustrarse o aburrirse porque el estilo docente y las estrategias del maestro no concuerdan con sus necesidades temperamentales.
Los investigadores Martín, Olejnik y Gaddis definieron tres características temperamentales que tienen una influencia importante en el aprendizaje: actividad, facilidad para distraerse y constancia.
– Actividad. «Vigor motor». Hay niños que no pueden estarse quietos, tienen exceso de energía y dificultades para modular su actividad. En cambio, otros tienen poca energía y prefieren el tiempo de silencio y las actividades sedentarias, a los juegos físicos. La energía motora excesivamente alta o baja influye en el rendimiento.
– Facilidad para distraerse. Los que se distraen con facilidad tienen problemas para mantenerse centrados en su trabajo, están pendientes de los ruidos y conversaciones. Estos tienen un rendimiento más bajo.
– Persistencia. El niño que abandona una tarea cuando no puede acabarla rápidamente, que deja de trabajar cuando la tarea es difícil y que parece incapaz de finalizar un trabajo, tiene poca constancia. En cambio, otros manifiestamente constantes, pueden involucrarse tanto en una actividad que no están dispuestos a detenerse o cambiar lo que están haciendo y además, les molesta que les interrumpan.
Consejos para padres
– Puede que el profesor haya catalogado a vuestro hijo como un niño difícil por su temperamento impulsivo. No permitáis que le encasille allí. Habrá que descubrir el lado positivo de su conducta y reforzarla. Por ejemplo, puede utilizar esa energía para organizar un campeonato de fútbol entre clases.
– Observad si el maestro de vuestro hijo se preocupa por él, tiene un buen apego o bien, muestra rechazo. Si es de rechazo, atreveros a preguntarle sobre las conductas que le molestan de su hijo y entre vosotros como padres y él, buscar estrategias positivas para modificar un temperamento demasiado molesto.
– Si el profesor ve solo defectos en el temperamento demasiado callado y tímido de vuestro hijo, no le está ayudando. Animarle a que hable con él y que le dé paulatinamente pequeñas responsabilidades en clase que le refuercen su seguridad.
Si el curso ya está avanzado, el profesor debe tener una ligera idea de cómo es el temperamento de vuestro hijo. Aprovechad este mes de octubre para entrevistaros con él, comprobar en qué grupo le ha clasificado (fácil, difícil, molesto, impulsivo, lento, tímido, activo, distraído, inconstante) y si se ajusta a la realidad de vuestro hijo. Buscar desde ya, metas alentadoras para trabajar en clase y en casa su característica temperamental más negativa.
Marisol Nuevo Espín
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