La inteligencia emocional es algo que comienza a formarse desde el vientre materno. A medida que nuestros hijos crecen, sus emociones se irán tornando más complejas, al igual que su forma de responder ante ellas. Enseñar a nuestros hijos a entender y manejar sus emociones es una labor que podemos comenzar desde muy temprana edad.
Desde los tres años, los niños son capaces de ejercer cierto control sobre sus reacciones, por lo que es posible practicar con ellos la gestión emocional. Como explica la psicóloga y experta en educación emocional, Begoña Ibarrola, «los bebés, desde que están en el vientre materno, son capaces de percibir las emociones de su madre y sentirlas. Esto está desencadenado por la melodía de la voz de la madre. Por consiguiente, la inteligencia emocional es algo que se construye desde muy temprano».
La complejidad de las emociones se desarrollará a medida que el niño crece. Primero, la comunicación se limitará a gestos y sonidos. Luego, nuestros hijos serán capaces de identificar sus emociones, expresarlas y enfrentarse a ellas de forma diferente. Este proceso se prolongará hasta la vida adulta, pues la inteligencia emocional requiere un continuo aprendizaje.
La comunicación no verbal
Es fácil encontrar a un adulto que se dirija a un bebé con gestos exagerados y una tonalidad de la voz nada natural. Estas son las primeras lecciones de educación emocional que recibe un bebé.
Begoña Ibarrola explica que «la exageración de los gestos y la voz por parte de los adultos se debe a que se sabe que los bebés no prestan atención a las palabras, pues todavía no las comprenden. En su lugar, atienden a la melodía de la voz y a los movimientos gestuales. Esto resulta un elemento de comunicación emocional no verbal que dará inició a la educación en inteligencia emocional».
El desarrollo de las emociones
El desarrollo emocional comienza desde muy temprano. Las primeras emociones que se presentan en bebés son más sencillas y suelen manifestarse de forma física. Estas se limitan a: alegría, enojo, tristeza y miedo.
A medida que nuestros hijos crecen, la complejidad de las emociones aumenta. Los niños comienzan a ser capaces de identificar algunas como la sorpresa, la vergüenza, la culpa, el orgullo y la empatía. Esto se debe a que empiezan a ser conscientes de quiénes son y de lo que sienten. Además, los niños comienzan a cambiar su forma de reaccionar ante las emociones. Si en un principio las respuestas eran de índole física, a medida que crecen, nuestros hijos elaborarán pensamientos y juicios que analicen el porqué de las emociones que sienten y serán capaces de tomar decisiones y llevarlas a la acción de forma consciente.Influencias en la gestión emocional.
3 elementos que influyen en la gestión de las emociones
Existen muchos elementos que ejercen su influencia en la forma de expresar las emociones de los niños. Entre ellas, la psicóloga Begoña Ibarrola destaca las siguientes:
1. El temperamento: cada niño tiene una forma de ser diferente que los predispondrá a reaccionar de determinada manera antes ciertas emociones. Esto puede moldearse a través del carácter para que puedan responder de la mejor forma posible.
2. Valores y creencias de padres y educadores: los niños suelen imitar lo que observan en su entorno. Por lo tanto, las formas de actuar en el manejo de las emociones de sus padres o profesores, ya sean apropiadas o no, pueden determinar la forma de reaccionar de nuestros hijos.
3. Las necesidades emocionales: si las necesidades emocionales de nuestros hijos suelen estar satisfechas, los niños actuarán de forma más calmada ante las emociones, pues no sentirán la desesperación de no ver realizadas sus carencias.
Aprender a gestionar las emociones es un camino largo que llega hasta la vida adulta. Pero es posible hacerlo, especialmente a partir de los tres años, cuando los niños son capaces de ejercer autocontrol. Como padres, podemos guiar a nuestros hijos a medida que crecen y sus emociones se vuelven más complejas. Así, podremos ayudarlos a convertirse en personas con una gran capacidad de inteligencia emocional.
Isabel López Vázquez
Asesoramiento: Begoña Ibarrola, psicóloga y escritora.