Perder los nervios está a la orden del día, sobre todo con la vida tan acelerada que llevamos. Sin embargo, tenemos que convencernos de una cosa: gritar nunca es eficaz, lo único que estamos consiguiendo al perder los nervios es «liberar» de alguna manera nuestra impaciencia, y casi siempre nos arrepentimos después.
Tampoco podemos pensar que unos gritos, o una humillación, es la manera de conseguir que nuestros hijos nos respeten y nos obedezcan. Corregir de esta forma no es ejercer la autoridad, sino imponer autoritarismo.
Hoy en día, casi todos los padres somos conscientes, que los castigos físicos no arreglan nada. Pero el asunto es que a veces no nos podemos controlar. Nos ponen los «nervios de punta» sus pataletas, sus rabietas, lo testarudos que son en ocasiones, ver que no hacen las cosas que les pedimos, sino todo lo contrario, a pesar de que se lo hemos repetido muchas veces, (nos están probando) etc.
Los castigos son poco efectivos
En ocasiones, a los niños les compensa ser castigados con tal de llamar la atención, es decir, descubren que la única forma de que les presten atención es portarse mal. Algunos sienten que por lo menos les hacen caso cuando les regañan y convierten su mal comportamiento en una forma de estar o ser el centro de diferentes situaciones… y esto les compensa más que un castigo posterior.
No obstante, existen otras razones por las que el castigo no suele ser efectivo y una de ellas es porque el buen comportamiento que aparece después del castigo solo es temporal, es decir, el castigo no enseña, no cambia la raíz del problema, solo la modifica temporalmente.
No obstante, también cuando el castigo es leve y se aplica con frecuencia, los niños se habitúan y para ellos se conviente en una costumbre, así se habitúan a ver enfadados habitualmente a sus padres o a los profesores.
Sin embargo, cuando por contra el castigo es intenso, aparecen a menudo efectos secundarios como miedo, agresividad desplazada hacia otras personas más débiles, sentimientos fuertes de culpa…. que a menudo se generalizan no sólo al niño y la situación que se castiga, sino a otras muchas situaciones.
Educar sin perder los nervios
Cuando la situación se nos escapa de las manos y no podemos más es fácil que se nos escape un cachete o bien adoptemos una actitud agresiva al agarrarles bruscamente por el brazo…. Para frenar este tipo de comportamientos, hay que tener en cuenta que el castigo físico y el castigo en general, no enseña lo que hay que hacer, sino únicamente lo que no hay que hacer.
Es muy importante que los niños sientan que reciben nuestra atención siempre, pero sobre todo cuando hacen las cosas bien. De este modo no reclamarán atención al comportarse mal, y notarán que cuando hacen las cosas mal el castigo será algo puntual, algo a lo que no están acostumbrados.
El mejor antídoto para no perder los nervios es saber controlar las emociones. Si tenemos controlada esta gestión no solo conrtrolaremos la situación sino que ayudaremos a nuestros hijos a controlarla. Por esto, es muy importante escuchar con interés y poner nombre a lo que nos pasa, tanto a ellos como a nosotros, dependiendo de la situación en concreto,
Una vez identificada la emoción, préstales todo tu apoyo a base de empatía. Conseguirás que se sientan reconfortados, comprendidos y que la sensación de calma aparezca antes De este modo, te será más fácil después corregir comportamientos o conductas previas que han sido poco adecuadas.
Teresa Artola. Doctora en Psicología
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