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Ideas para armarse de paciencia con los hijos

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La paciencia es una virtud que debemos poner en práctica cuando somos padres, y además, en todas las etapas de desarrollo de nuestros hijos. Cuando son bebés por los motivos propios de esta edad que todos conocemos, a los dos años cuando viven la «etapa del NO«, cuando empiezan la Primaria, hacia los 6 años, porque comienza su momento rebelde y cuando llegan a la adolescencia porque la comunicación se complica con ellos.

Los hijos necesitan ver que sus padres están dispuestos a escucharles, a preocuparse por ellos. Necesitan saber que sus padres quieren que sean felices. Esta aceptación supone no hacer creer a los hijos que son una carga indeseable, sino el objeto imprescindible de su amor. Y además debemos enseñarles a hacer lo mismo con nosotros, sus padres, y con sus hermanos y amigos. Pero esto no significa que haya que resignarse pasivamente a aceptar lo que hacen o lo que dicen.

Los padres tenemos el deber y el derecho de indicar a los hijos si su actuación es buena o mala. Por eso, a veces habrá que usar del enfado, por ejemplo, siempre controlado, claro está, por la inteligencia: la ira, se transformará así en una indignación justa. Y si se ha portado bien, habrá que mostrar gozo.

Comprensión, el truco para armarse de paciencia

También hace mucha falta la paciencia en el difícil arte de «saber escuchar» porque es una de las bases del «saber educar». Quien sabe escuchar sabrá siempre lo que pasa en el interior de sus hijos. El médico no sabría qué enfermedad debe atacar si el paciente no le cuenta los síntomas.

Además, es muy importante no tener mentalidad de cazador que escoge su pieza. La realidad es que hoy estamos aquí, en estas circunstancias concretas, con este entorno y con estos hijos. Este es nuestro escenario y el material con el que debemos actuar.

Para educar hay que tener los dos pies puestos en el suelo con la seguridad de que llegaremos a buen puerto. Esto es lo que mantiene siempre joven al educador que lo ha de ser siempre aunque se vaya quedando calvo o le salgan canas, porque solo el que espera conseguir algo -y se es joven por pensar así- es capaz de sacar adelante la empresa educativa.

Todos los días habrá que luchar por dominar el deseo de conseguir resultados inmediatos y de conseguir un comportamiento y desarrollo en los chicos según los deseos preconcebidos de lo que es un «hijo bueno» según la novela que nos hemos hecho. Hemos de darnos cuenta de que no se trata de conseguir lo que nosotros queremos, sino de poner los medios para que los hijos lleguen a ser lo que están llamados a ser. Así, nos resultará más fácil ser pacientes, aceptando las molestias no solo resignadamente, sino también con paz y con serenidad.

No conviene olvidar que cada hijo necesita una atención diferente por parte de sus padres. Más o menos afecto, más o menos dedicación de tiempo, más o menos exigencia, etc. Pero todos necesitan ser comprendidos por igual y es la virtud de la paciencia la que nos impulsa «a ser comprensivos con los demás, convencidos de que las almas, como el buen vino, mejoran con el tiempo».

6 consejos para armarte de paciencia con tus hijos

– Hay que animarse con los pequeños progresos de los hijos. Que haya dicho una verdad cuando todo parecía indicar que no iba a decirla o resultaba muy fácil mentir es un pequeño paso muy indicativo, aunque la trastada que haya cometido haya sido gorda.

– Pensar sobre el futuro de cada hijo es necesario para tener éxito. Así, entre otras cosas, no nos quedaremos enganchados en los previsibles encontronazos del camino, pero que no tienen tanta importancia. Hay que pensar en cada hijo, en como es, cuáles son sus puntos fuertes que hay que potenciar y qué puntos débiles tiene contra los que hay que luchar.

– Hace falta mucha mano izquierda y ciertas dosis de genio, en definitiva querer a los hijos, para saber qué conviene en cada momento: si dejarle o no asistir a una actividad extraescolar, qué castigo es mejor y más educativo y qué debe pasarse por alto.

– Nos animará recapacitar en cómo nosotros, que hemos llegado a lo que hemos llegado, también dábamos muchos problemas a nuestros padres. Esa experiencia también puede servirnos en nuestra labor educativa.

– En cuanto a las notas académicas… paciencia. Se trata de datos orientativos para que ayudemos a nuestro hijo. No son un fin en sí mismas y, a veces, ponemos demasiado interés en ellas y descuidamos otros temas.

– Un error que debemos evitar: perder los nervios o pretender que hagan todo bien y a la primera. Es algo a lo que hay que tender, pero pensemos nosotros en nuestro trabajo, por ejemplo, y cómo preferimos una exigencia amable que comprenda nuestras problemas y errores.

Antonio Díaz Argüelles. Profesor

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