Por lo general, el 95 por ciento de los chicos y chicas que tienen faltas de asistencia a clase están sensiblemente por debajo de la media de la mayoría de sus compañeros. Tanto en capacidad mental, lectura, matemáticas, lengua como en las otras asignaturas básicas para su edad. Existe, por tanto una estrecha relación entre las notas y la actitud del alumno hacia la escuela.
Casi todos los colegios llevan un control de las faltas y asistencias de los alumnos, por lo que resulta difícil la impunidad, aunque, por supuesto, no hay que minusvalorar la picaresca estudiantil.
¿Qué significa «hacer novillos»? «Novillos»: El Diccionario de la Real Academia da como significado de esta expresión: «dejar uno de asistir a alguna parte contra lo debido o acostumbrado, especialmente los escolares». Otra interpretación, procedente del Diccionario de frases hechas, de A. Buitrago: «No asistir a clase los niños de las escuelas rurales que, deseosos de ser toreros, se escapaban de la escuela para asistir a tentaderos o para torear novillos a la dehesa».
Artículo relacionado:
– Cómo evitar el absentismo escolar de los adolescentes
El error de ver el colegio como una tortura
El tema de los novillos nace de un error común: ver la escuela como un lugar de sufrimiento en vez de un lugar donde realizarse. A estos chicos hay que ofrecerles unos buenos motivos para estudiar y esforzarse.
Tampoco hay que olvidar que el estudio plantea problemas específicos en todas las edades, pero en la época adolescente están más estrechamente relacionados con la personalidad de los chicos y chicas. Viven una serie de transformaciones profundas y complejas en su forma de ser que influyen intensamente en su marcha en el colegio.
Es una fase conflictiva en la que se replantean los valores de la niñez, los de los adultos… Todo ello influye decisivamente en la realización del trabajo escolar en cuanto impide una concentración plena en el mismo.
Por otro lado, el adolescente, sobre todo en la primera fase, la de la pubertad, se siente invadido por la pereza. Existe el peligro de considerar la falta de rendimiento o el absentismo como un simple problema de vagancia. Por supuesto que existen adolescentes vagos, incluso quizá puede decirse que todos lo son en mayor o menor proporción, pero también hay que tener en cuenta que sus cambios orgánicos les llevan a una cierta inactividad.
Por último, hay que sumar a todo esto una mayor dificultad de las materias, la cercanía del fin del periodo de escolaridad obligatoria (con la necesaria opción entre estudios superiores y trabajo) y la mayor vulnerabilidad de los hijos ante las influencias negativas del ambiente.
Como vemos, en todas estas expresiones parece aludirse a algún tipo de diversión popular que se contrapone al trabajo o al estudio, por lo que cabe suponer que en el caso de «hacer novillos» se está aludiendo también a una diversión.
¿Por qué faltar a clase?
Muy probablemente, muchos de los que estén leyendo estas páginas recordarán haberlos hecho alguna vez durante su adolescencia. Ahora también se les llama de otra manera: pellas, fumarse la clase, hacer borota… ¿Las razones? Tan variadas como pueden ser distintas las personas.
En algún caso, se tratará de una práctica muy esporádica, simplemente por el atractivo de lo prohibido. Otras veces, tentaciones como el videojuego recién estrenado que van a probar en casa de un compañero en la que no habrá nadie en toda la mañana. O quizá se trate de la angustia ante un examen no muy bien preparado.
Algo muy distinto son aquellos adolescentes que casi todas las semanas, o muy a menudo, encuentran el modo de escaparse de algunas clases sin que sospechen del todo sus profesores… ni sus padres.
Es evidente que un chico que obtiene buenas calificaciones disfruta más en el colegio que un compañero mal estudiante. Además, este último no recibe más que constantes reproches de padres y profesores por su falta de esfuerzo, lo que contribuye a agravar la situación, porque ningún estudiante suspende por capricho.
Control necesario de las faltas de asistencia
Casi todos los colegios llevan un control de las faltas y asistencias de los alumnos, por lo que resulta difícil la impunidad, aunque, por supuesto, no hay que minusvalorar la picaresca estudiantil. Hay quien se hecho experto en justificantes falsificados («mi hijo no pudo venir a clase porque tuvo que acudir al médico»); o quien conoce al dedillo los hábitos y horarios del centro escolar para pasar desapercibido.
No se trata de vigilarles, pero tampoco podemos dar poca importancia a este tema; siempre podemos estar atentos a los indicios: un no presentado o no evaluado en las notas, ver a algunos de sus amigos habituales por la calle en horas de clase, comentarios de conocidos que le vieron en el parque… Aunque descubramos que nuestro hijo ha hecho novillos una o dos veces, de forma esporádica, hay que atajar la situación con firmeza. En este caso quizá no se trate de un problema importante, pero hay que apelar a su responsabilidad; puede convertirse, además, en un buen momento para mantener una charla algo más profunda.
Necesitan nuestra autoridad
Este tipo de conversaciones, que han de ser tranquilas y sosegadas, no son un plato de gusto para nadie, porque resulta más cómodo callarse, disimular, olvidar, «mirar para otro lado»… que pasar el mal trago de hablarles claro.
Pero, como afirma Alejandra Vallejo-Nágera, «más dolor ocasiona un padre blando, inconstante, que no sirve de guía. Me refiero a ese tipo que enseguida se rinde porque educar bien resulta cansado». Durante la adolescencia van a prodigarse las situaciones que requieren con urgencia una conversación seria. El hijo que hace «novillos» (se ausenta) en el colegio será, si se da el caso, uno de los motivos.
Y en estos momentos pueden entrarnos dos tipos distintos de miedos razonables e igualmente desastrosos:
– «No es para tanto; pobre hijo». Por un paternalismo mal entendido podemos creer que nuestra tarea consiste en evitar contrariedades a nuestro hijo. Pero de lo que se trata es de educar una persona libre y responsable.
– «Si le echo un sermón, perderé su confianza». Y sin embargo, necesitan y esperan nuestra autoridad. El primer paso, de todas maneras, consiste en informarse bien de lo que ha sucedido.
Ricardo Regidor
Asesoramiento: Gerardo Castillo. Doctor en Ciencias de la Educación y Subdirector del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Navarra
Te puede interesar:
– Faltar a clase, el atractivo de lo prohibido para los adolescentes
– Diferencia entre retraso y fracaso escolar