Que fácil es hacer flojos a los hijos, incluso cuando les estamos exigiendo en otros aspectos de su educación. Nos inspiran compasión al verlos tan chiquitines y tendemos a facilitarles cosas que son capaces de realizar por ellos mismos, aunque a veces tengan que poner un poquito de esfuerzo.
Si no caemos en la cuenta de esos pequeños detalles, quizá lleguen a la Educación Primaria sin fuerza para sacar sus estudios. Entonces nos preguntaremos, ¿qué le ocurre a mi niño? Si es alegre, comparte todo, colabora en casa, es ordenado, pero… ¡es flojito!
Seguro que muchos hemos oído decir a otros padres «mi hijo es muy bueno, pero un poco flojo». Esta frase tiene su origen en la primera infancia de nuestros niños. En unos casos porque es hijo único, en otros al ser el pequeño de la familia, el único chico, la única chica, el más gordito, el más meloso, etc., pero la cuestión es que, sin darnos cuenta, podemos criar niños blanditos que serán adultos flojos.
Gestiona las pequeñas concesiones: el chantaje afectivo
Las pequeñas dispensas que concedemos a los hijos no tienen nada de malo en sí mismas, si somos prudentes en su gestión. El camino se tuerce cuando la concesión se convierte en un juego de intereses personales.
Los niños son muy ágiles en el chantaje afectivo y, si los padres no saben exactamente qué quieren para sus hijos, éstos terminan por imponer una dinámica de concesiones. La lista de situaciones cotidianas es tan amplia, como ocurrente sea el niño o la niña, que bien llevadas por los padres resultan altamente productivas. El campo más importante es el que comprende los deberes hacia los demás, empezando por padres y hermanos.
En el orden material, el factor de mayor incidencia en la fragilidad de los niños al llegar a la adolescencia es la falta de sobriedad. Los regalos han de ser parte de un plan estratégico de formación de su interioridad. Cuando se convierten en parámetro de concurso entre familiares al llegar los cumpleaños o la Primera Comunión, o simplemente rebasan el presupuesto que sugiere el sentido común, con seguridad aparecerán discordias entre padres e hijos a partir de los trece años. La contención en los caprichos da mucha autonomía para la vida.
Ideas para que cumpla con sus pequeñas obligaciones
Es fácil mirar a los niños y sentir por ellos compasión, «pues los vemos muy pequeños». Deberíamos saber que de mayores nos darán más pena, pues serán incapaces de enfrentarse a sus obligaciones.
Por esta razón, tenemos que exigirles, con cariño, para que cumplan sus pequeñas obligaciones de la vida diaria.
Es muy importante prestar particular atención a los desórdenes en el horario y el contenido de las comidas, como son los asaltos a la nevera y el rechazo de ciertos platos. Por otro lado, a la hora de elegir su ropa debemos tener en cuenta que los niños no son capaces de diferenciar si el vaquero que llevan es de marca o no.
Aquí quedamos bien reflejados los padres, en cuanto a nuestro nivel de sobriedad: ropa de marca, excesivos conjuntos, zapatos de varios colores para que esté muy bien conjuntado, varios abrigos (con mangas, sin ellas, para lluvia, para el frío, para la nieve, etc.). Se ven con frecuencia «niños diseñados» con patrones sociales muy aparentes, pero de bajo presupuesto interior.
Lo que comienza con el gusto exagerado por ver al hijo más «mono», puede devenir en el cultivo preferente por las apariencias, lo que alimenta un posible vacío interior al término de la adolescencia. Para evitar la dependencia de la ropa y de los accesorios de moda, hay que mostrar en el estilo familiar qué se considera más y menos importante.
Comparte su afán por descubrir
Pero el mejor modo no es imponiendo nuestras decisiones, porque sabemos que son las más adecuadas, sino buscar esos momentos de diálogo con los niños, en los que ellos mismos irán deduciendo los principios y normas que han de regir su conducta. No se trata tanto de decir «por aquí se va a Roma», cuanto de «compartir» con ellos el afán por descubrir «¿por dónde se va a Roma?».
Un claro ejemplo puede ser el orden en el armario: es una autodisciplina que se debe asumir y practicar, particularmente cuando es patente que ha habido desidia por parte del hijo. Es entonces cuando ha de ponerse en juego la paciencia estratégica y la sonrisa para «redescubrir y compartir un problema en el armario».
Marina Berrio
Asesoramiento: Jerónimo Fumanal Andrés. Profesor del Colegio de Fomento El Prado.
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