Categorías:

¿Evitas esfuerzos y frustraciones a tus hijos? Lo que ahora evitas les hará sufrir

Tabla de contenidos

¿Qué padre no quiere que su hijo sea libre? ¿Y cuántos padres, sin embargo, han querido evitar en más de una ocasión ciertos esfuerzos o sufrimientos a un hijo? Pues bien, hoy en día es frecuente oír que uno es más libre en la medida en que adquiere menos responsabilidades y por tanto en la medida en que tiene más oportunidades para hacer lo que le apetece. En realidad, lo que ahora evitas les hará sufrir más adelante.

Al contrario de lo que pueda parecer, libertad no implica ausencia de tareas ni obligaciones. No es más libre el que menos responsabilidades tiene sino el que acepta las que tiene y, ejercitando y fortaleciendo su voluntad, las acomete responsablemente. Solo así se puede ir creciendo en autodominio, en templanza, en fortaleza y en resiliencia, aspectos que constituyen el fundamento de una sana educación para la libertad.

Tanto el permisivismo como el sobreproteccionismo presentes en la educación del S.XXI, fruto de un erróneo concepto de libertad, impiden educar en la exigencia, y dificultan el fortalecimiento de la voluntad, que tiene como meta la adquisición de una serie de hábitos y virtudes que capacitan a la persona para ir tomando decisiones e ir ejerciendo su libertad progresivamente.

Por eso, sin esfuerzo y sin responsabilidad, no es posible ser libres.

Una voluntad fuerte permite a la persona ser dueña de sus propios actos y realizar aquello que quiere hacer (que no necesariamente coincide con lo que le apetece hacer), pero que sí debería coincidir con lo conveniente para él, aceptando y sobrellevando las contrariedades que puedan derivarse en el proceso. Y así, tarea a tarea, desde el dominio de nuestros actos, el esfuerzo y la confianza en uno mismo, es posible ser libre.

Pautas para trabajar la voluntad y entrenar la libertad

Es cierto que a ciertas edades los niños no pueden tomar decisiones por sí mismos, sin embargo sí que es posible trabajar la voluntad y entrenar la libertad desde que son pequeños, para que vayan adquiriendo hábitos que les permitan en el futuro, tomar decisiones correctas, no basadas en la apetencia, sino en lo bueno para ellos. Algunas pautas serían:

– Fomentar la autonomía. Desde que son pequeños, los niños reclaman autonomía y buscan hacer las cosas por sí mismos. Al principio, especialmente si son pequeños, necesitan que les guiemos en lo que deben hacer y lo que es bueno para ellos, pero todo lo que puedan hacer solos, debemos dejarles que lo hagan.

Es importante que vivan y experimenten en primera persona la satisfacción de haber conseguido hacer algo difícil por ellos mismos, para en el futuro puedan tomar libremente la decisión de acometer aquello que implique más esfuerzo, con la experiencia de la satisfacción que genera conseguir el objetivo.

Por ejemplo: si el niño de 4 años se empeña en ducharse solo, es conveniente permitirle que lo haga, estando al lado. Le podemos guiar en que coja la esponja, ponga el jabón, se enjabone, pero si pide hacerlo solo, intentemos que lo haga. Lo peor que puede pasar es que deje el baño empapado, pero tiene fácil solución: él puede ayudarnos a limpiarlo.

– Darles opciones. Se puede empezar a educar para la libertad a un niño de infantil acotando las posibilidades de elección, pero dejándole dos o tres alternativas. Dar opciones no es coartar o coaccionar, sino guiar.

Por ejemplo, imaginemos que cada noche el niño solo quiere tomar natillas de postre, pero hoy, aunque quedan unas natillas, toca fruta sí o sí y solo hay peras y mandarinas. Él detesta la pera, y (aunque tampoco le apasiona la mandarina), puede tomársela con menos dificultad. A nosotros nos gustaría que tomase a ser posible una pera, así que podemos decirle: «Hoy de postre hay fruta, pero puedes elegir o pera o mandarina. Si eliges la pera y te la comes entera (que sabemos que no te gusta mucho), luego podrás tomar natillas. Si prefieres no tomar la pera y eliges la mandarina, solamente podrás tomar mandarina. ¿Qué quieres elegir?» De esta manera damos opciones limitadas, pero dejamos que el niño elija y asuma las consecuencias de su decisión.

–  Que adquieran responsabilidades y encargos. Indicarles previamente cuál va a ser su encargo en casa, cómo esperamos que lo hagan y el margen de tiempo en que deben hacerlo.

Por ejemplo, tú vas a ser el encargado de limpiar los zapatos al volver del cole. Los tuyos y los de tu hermano. Antes de que nos vayamos a la ducha tienen que estar limpios, pero puedes hacerlo cuando tú decidas: antes de merendar, después de merendar, antes de hacer el puzzle, o después.

– Evitar la sobreprotección. A veces tenemos miedo a que hagan algunas cosas por sí mismos. Debemos confiar en ellos. Si se equivocan, volverán a intentarlo. Cuantas más cosas les damos hechas, más impedimos que asuman tareas y responsabilidades y que ejerciten su voluntad, lo que dificulta el crecimiento en libertad y repercute en la toma de decisiones en la edad adulta.

– No ceder a los caprichos. Negar el capricho es quererle bien. Si damos al niño todo lo que le apetece, impedimos que crezca en fortaleza, y en la educación para la libertad y es necesario que ejercite esta virtud. El niño debe aprender a responder ante esa pequeña dificultad, a gestionar sus emociones y a tolerar la espera y el malestar propio de no tener en ese momento aquello que quiere. Si uno no es fuerte no puede ser libre y en el futuro tendrá dificultades para superar los obstáculos que se derivan de las decisiones correctas que ha de tomar.

En definitiva, poniendo en práctica estas pautas estaremos ayudando a los niños a fortalecer su voluntad para que crezcan libres y sobre todo felices.

Mónica Ríos de Juan. Profesora de Educación Primaria

Te puede interesar: 

La libertad en la adolescencia: ¿quién es más libre?

 Los hijos de ‘padres helicóptero’ tienen la autoestima más baja

 4 consejos para evitar la sobreprotección infantil

 Educar la libertad

Otros artículos interesantes