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La era digital y la lectura: ¿cómo nos ayuda un libro?

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Las buenas historias son una necesidad para el alma de los niños, para nutrir su imaginación y ampliarles horizontes. Ponerles buenos libros a su alcance es una de las mejores inversiones que podemos hacer por ellos. Además, ahora los libros ya no tienen un único formato para leer y conviene aprovechar esta diversidad.

¿Qué efectos produce la lectura?

Leer tiene unos efectos altamente positivos a corto, medio y largo plazo en la vida de las personas. Estimula la creatividad, la imaginación, la inteligencia, así como la capacidad verbal y de concentración en los niños. Los libros nos enriquecen, nos permiten vivir aventuras e historias, y son la mejor manera de trasmitir valores a los hijos a través de la vida de sus personajes.

Si logramos que un niño quiera leer, habremos puesto la semilla necesaria para que quiera saber y la inquietud para desear conocer el arte, a través del dibujo y de la imagen de las ilustraciones. Estaremos educando sin que se dé cuenta su habilidad para escuchar, desarrollaremos su sentido crítico, aumentaremos sus experiencias, y crearemos alternativas de diversión y placer para siempre.

Al mismo tiempo, nuestro hijo aprenderá a convertir fácilmente las palabras en ideas, imaginar lo que no ha visto y desarrollar una empatía con la situación emocional de los personajes, probando sensaciones como el peligro, el misterio, la soledad, el amor, la fraternidad, etc. Además, existen estudios que demuestran científicamente su impacto en la sensación de bienestar o el mejor desarrollo del cerebro del lector.

¿Cuándo empezar a inculcar el hábito de leer?

Según los expertos, es desde la cuna cuando debemos inculcar el interés por la lectura, tratando de convertirlo en un hábito. Los niños deben oír historias lo antes posible y mejor si es con una hora fija -antes de dormir o después de comer-, con el fin de convertirlo en una costumbre, sin necesidad de esperar a que lea para ponerle en contacto con los libros.

Hay libros para todas las edades: sólo con imágenes, para que los padres vayan indicando el nombre de cada una de ellas y haciendo que el bebé lo repita; libros que además de la imagen llevan también el nombre debajo de la misma, para que el bebé vaya visualizando las letras y las palabras; libros con texto e ilustraciones para los niños que ya saben leer; de adivinanzas, de historias de santos, de los grandes descubrimientos de la humanidad, de coches, de deportes, de montaña y un largo etcétera. Son los hijos los que deben elegir qué les apetece leer en cada momento para no limitar sus gustos y los padres favorecer una gran variedad donde escoger.

La era digital y la lectura

Los dispositivos electrónicos -iPad, Kindle Fire de Amazon y otras tabletas- ofrecen hoy posibilidades con las que no soñaban los escritores del pasado. En el mundo editorial, el panorama es cada vez más amplio y hay autores y editoriales que ya incorporan vídeos, fotos, mapas, enlaces, etc. Esto indica que la era digital no está reñida con la lectura, sino que está al servicio de la lectura porque los libros ya no tienen un único formato y es posible llegar a ellos a través de plataformas distintas.

La lectura de un libro mejora el estado de ánimo

Según se deduce un estudio de la Universidad de Búfalo (EE. UU.) publicado en la revista Psychological Science, cuando leemos un libro nos sentimos psicológicamente parte de la comunidad que protagoniza la narración, por ejemplo, el colectivo de magos en el caso de la popular saga de Harry Potter. Este mecanismo satisface una necesidad humana fundamental: la de pertenencia a un grupo.

En concreto, los investigadores trabajaron con dos best-sellers: Harry Potter y la piedra filosofal, y Crepúsculo. Estudiaron la afiliación psicológica con magos y vampiros, respectivamente, de más de un centenar de sujetos antes y después de leer dos fragmentos de ambos libros durante media hora. De este modo comprobaron que los lectores se sentían identificados con uno u otro grupo en función del libro que les habían proporcionado. Además, la pertenencia a las comunidades de ficción producía una mejora del estado de ánimo y la satisfacción, similar a la de formar parte de grupos reales.

«Leer satisface una profunda necesidad psicológica, jugando un papel clave en la evolución», concluían los autores.Leer modifica el cerebroAprender a leer -un fenómeno muy reciente como para haber influido en la evolución genética- tiene un impacto importante sobre el cerebro que, con independencia de la edad de alfabetización, se adapta y utiliza regiones cerebrales destinadas a otras funciones. «No hay un sistema cerebral innato especializado en la lectura, tenemos que hacer bricolaje, utilizar sistemas que ya existen», explica Laurent Cohen, investigador del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia (INSERM) y uno de los responsables del estudio del cual se desprenden estas conclusiones, publicado por la revista Science.

Aprender a leer, según la neurociencia

Usando Resonancia Magnética, los investigadores midieron la actividad cerebral de 63 adultos voluntarios con diferentes índices de alfabetización: 10 analfabetos, 22 personas alfabetizadas en edad adulta y 31 personas escolarizadas desde la infancia. La investigación se realizó en Portugal y Brasil, demostrando por un lado que aprender a leer activa el sistema visual en las regiones especializadas en la forma escrita de las letras y, además, en las regiones visuales primarias, aquellas donde llega toda la información visual.

Además, en la gente que aprende a leer, el cerebro recurre también a las zonas especializadas en el lenguaje hablado, puesto que la lectura activa el sistema del habla para tomar consciencia de los sonidos y permite «establecer relaciones entre el sistema visual y el sistema del habla, entre las letras escritas y los sonidos», subraya Cohen.

Por otra parte, el aprendizaje de la lectura, incluso en la edad adulta, provoca en el cerebro una redistribución de una parte de sus recursos. De esta manera, el reconocimiento visual de los objetos y las caras cede parte del terreno a medida que aprendemos a leer, y se desplaza parcialmente hacia el hemisferio derecho.

Marisol Nuevo Espín

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