Cristina Gil Gil es una experta en educación y una veterana como docente. Le avalan veinte años como maestra y tres hijos. Es autora de La profe responde (Editorial Palabra) donde ha puesto en prosa sus experiencias a sabiendas de que no hay recetas mágicas en educación, pero sí muchos trucos que los padres podemos emplear ante las dudas que nos surgen en el día a día con nuestros hijos.
Consejos para las inquietudes educativas
P. ¿Todo lo que nosotros vayamos haciendo en educación tendrá su reflejo en la edad adulta?
R. Creo que sí. Si empezamos desde la cuna, por ejemplo, con los hábitos de orden, de sueño, esos hábitos van repercutiendo en otros aspectos a medida que crecen. Si empiezas desde que nacen, es mucho más fácil. Algunos padres piensan que, como los ven muy pequeños, en la etapa de Infantil lo que tienen que hacer es jugar. Y hasta Primaria no se plantean empezar a educarlos. Pues ya llegan tarde.
P. ¿Somos conscientes del daño que les estamos haciendo a los niños si los dejamos sin normas por una mal entendida libertad?
R. Hay muchos padres obsesionados con permitirles todo, que no sufran, que no lloren, que sean libres, que se expresen… Y quieren que sea así hasta que lleguen a la etapa Primaria, más seria, con deberes, donde ya les pondrán las pilas. Eso es un gran error porque el niño va forjando un temperamento, una manera de ser que luego cuesta más corregir cuando van creciendo. Y sin embargo, cuando llegan a Primaria, parece que muchos padres entran en una especie de competición por tener el niño más listo.
P. ¿Generan ellos esa competitividad y la trasladan a los niños?
R. A veces sí, y sobre todo en niños de Primaria. Los niños no se dan cuenta, son felices con su entorno, valoran al de al lado cuando ha hecho algo bien. Pero no son tan competitivos. Son los padres los que están más preocupados y generan esa competitividad con frases como «qué notas ha sacado el otro» o «cuántos goles ha metido tu compañero en este partido». Muchos quieren que su hijo sea el número uno, el que destaque en todo. Y si no, hacen lo posible por destacar, por subir a su niño. Una escena muy habitual: niños que solo comen si la televisión está encendida. Usted explica que eso es culpa de los padres porque una primera vez encendieron la televisión.
P. ¿Las ‘primeras veces’ de los malos comportamientos son en demasiadas ocasiones causadas por los padres?
R. Los niños vienen a este mundo y no saben nada. Somos nosotros los que los vamos educando. Y también aprenden de los errores. Por ejemplo, con tal de que coma, hago el ‘pino puente’, le pongo la tele, le traigo todos los juguetes del mundo… Y el niño, que no pedía eso al principio, a medida que le demos más, pedirá más. Muchas veces es por protección, otras por comodidad. Es como los padres que no quitan el chupete porque ellos duermen mejor. Vamos, que ser padres es algo maravilloso, pero no es cómodo.
Ser padres no es una tarea fácil. Cuesta. Cuesta hacerlo bien»
Pero ahí está el intentar mejorar cada día, asesorarte con buenos libros, con buenas revistas, con buenos profesionales, hacer equipo con tu pareja.
P. Un problema muy extendido entre la infancia y la juventud es que no saben ser agradecidos. ¿Por qué ocurre esto en general?
R. Quizá tienen tanto que no se dan cuenta. Están tan acostumbrados a tener que ya no les hace falta ni pedir. Pero es un problema, porque solo eres muy agradecido cuando esperas algo ansioso y finalmente lo recibes. También es importante enseñarles con nuestro ejemplo, es decir, dando nosotros las gracias continuamente.
P. ¿En las aulas españolas hay muchos niños mal dormidos?
R. Sí me ocurre a veces que se quedan dormidos porque se han acostado a las once. La solución es la constancia y la firmeza de los padres. Es más duro mandarlo a la habitación que llevarlo a dormir cuando le entre el sueño delante de la tele.
P. ¿En qué se percibe el proceso de sobreprotección de los padres cuando el niño está en el aula?
R. Son niños a los que les cuesta mucho despegarse de los padres, y a los padres de los hijos. Se ve incluso en la puerta de la clase. Son niños inseguros, que necesitan nuestra aprobación continua, que no se atreven a hacer ellos solos las cosas, que están siempre pendientes de la mirada del profesor o de que alguien les ayude, de ver cómo se hace y solo luego lo hacen ellos. No llegan a estar del todo felices porque están siempre con ese miedo por la lejanía de sus padres.
P. A veces, nuestros hijos no son lo que nosotros esperábamos que fueran* ¿Cómo debemos afrontarlo?
R. Es verdad que muchas veces proyectamos en nuestros hijos lo que nos gustaría a nosotros haber sido o lo que nos gustaría que consiguieran. Hay que aceptar a los hijos como son. Tenemos que saber que son los mejores hijos que tenemos, porque son los nuestros, fruto de nuestro amor. Y animarles muchísimo. En lo que más les cuesta habrá que ayudarles más, no facilitarles el camino, sino apoyarlos. Por desgracia, hay padres que se derrumban al descubrir que sus hijos no llegan a donde ellos querían y en lugar de animarlos, los hunden más.
María Solano
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