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Enseñar a obedecer: el mayor desafío para los padres

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Enseñar a obedecer es educar su voluntad, voluntad que tanto le servirá en su adolescencia y madurez. Es una tarea que requiere paciencia, disponibilidad y persistencia, y en la que no existen recetas mágicas. Sin embargo, sí contamos con información que nos puede dar pistas sobre cómo actuar para fomentar la obediencia.

Educar la voluntad de tus hijos es uno de los desafíos más importantes que tenéis en este momento: todo lo que se les ofrece como bueno en la televisión, en el supermercado, incluso en casa, hacen difícil esta labor.

Aquí y ahora: fortalecer su voluntad

En la actitud del niño se ven involucradas dos potencias: la inteligencia y la voluntad. Mientras que su voluntad se inclina hacia todo lo que percibe como bueno y que le atrae, la inteligencia apenas media en este proceso. Por tanto, en los niños prima el conseguir todo e inmediatamente: el hacer y el querer las cosas para ahora mismo, es lo que van a tratar de conseguir.

Así, si un niño se ve atraído por una caja de galletas de chocolate, en ese momento se la comerá entera sin pensar que en media hora deberá cenar o que luego tendrá dolor de estómago. De esta forma, el esfuerzo de los padres en estas primeras edades será ayudar que la voluntad del niño, débil y que tiende sólo hacia el bien inmediato (el aquí y el ahora), se fortalezca, que no se rija solamente por las tendencias.

Ejercer bien la autoridad

Los padres, que van a tener que modelar estas respuestas, deberán hacer uso de la autoridad que tienen conferida como padres y como primeros educadores. Pero una cosa es tener la autoridad y otra cosa es saberla ejercer correctamente: tener autoridad es necesario, pero no es suficiente para ejercerla de un modo correcto.Ante esta premisa se nos pueden plantear muchas dudas: ¿Los niños se comportan de igual forma en todas las edades? ¿Cómo ejercer bien la autoridad para que los hijos obedezcan?

Los niños no tienen que obedecer ciegamente, porque «lo digo yo, que soy tu madre» «Aquí manda papá y se acabó». Eso puede conducirles muchas veces a obedecer por temor, miedo, o a doblegarse después de «obligarles» y con malos modos a obedecer porque sí.

No se trata, como hemos dicho antes, de que buscar la paz, el orden y la tranquilidad de los padres, sino fomentar hábitos buenos en el niño. Por eso, los niños a partir de los 3 o 4 años, ya tienen que saber por qué es bueno obedecer, porque cuanto más se retrase el saber obedecer, más se retrasará la adquisición de hábitos y el aprendizaje por luchar por valores futuros.

Lograr personas que posean una fuerza interior para decidir y actuar de acuerdo a fines, es un proceso que debe comenzar en la primera infancia.Para que la obediencia sea efectiva, tenemos también que dar una información clara, entendible para ellos, mezclada de exigencia y de afecto. Lo que deberemos tratar de conseguir es que el niño identifique la orden con la seriedad con la que se lanzan los mensajes.

Si lo que decimos no se cumple a la primera, perderemos autoridad. Por ejemplo: «Ya está bien», se dice siempre a la tercera vez, cuando no nos han obedecido a la primera, y es que no hemos mantenido la exigencia en nuestras órdenes. Hay que conseguir que el niño obedezca sin levantar la voz y sin castigar.Además, es fundamental que los niños tengan claro el valor de su actuación, establecer el límite de lo que pueden y lo que no pueden hacer, y saber por qué está bien y por qué razón no.

De este modo, asociarán lo correcto con lo bueno, y lo incorrecto con lo que se debe evitar. Para tal fin, existen los premios (que no tienen que ser materiales, sino afectivos, como la alabanza, el reconocimiento, y los castigos, que como hemos repetido en estas páginas, no tienen que ser físicos, sino la ausencia de algo agradable para ellos.

Cuidado con el ‘no’ continúo

Debemos tener cuidado en no formar «pequeños esclavos» o un pequeño ejercito doméstico en donde prima el autoritarismo, donde sólo se ordena y no se tiene en cuenta los gustos del niño, ni siquiera el modo en que el hijo entiende lo que se le dice. Se trata de educar a los niños en la obediencia y no de conseguir niños que sepan obedecer ciegamente a unos noes lanzados continuamente por sus padres. Lo que conseguiríamos a largo plazo con esta conducta es la falta de criterio personal, no saber discernir entre lo bueno y lo malo.

Por el contrario, hay que evitar que los niños hagan todo aquello que en ese momento les atrae: el dejar hacer al niño, los padres permisivos, su abandonismo o, lo que es lo mismo, el no ejercicio de la autoridad, en aras de buscar la paz en casa o el cansancio vital. El peligro de que estas actuaciones sean las habituales, además de no educar y de forjar personas con una voluntad quebradiza, estamos alimentando lo que puede convertirse en un problema de disciplina en el niño, que más tarde será más difícil de corregir que una simple rabieta. De este modo, estaremos hablando de padres obedientes a las sugerencias y caprichos de los hijos.

Consejos para enseñar a obedecer a los nños

1. Cada hijo es distinto tanto en su manera de ser como de reaccionar. Por tanto, los factores que desencadenan la rebeldía y la falta de obediencia, pueden cambiar. Los padres debéis identificar los factores desencadenantes de los enfados, el porqué de sus rabietas, y en qué situaciones se producen para actuar mejor.

2. No os olvidéis de que la paciencia es algo que debéis ejercer continuamente con vuestros hijos siempre, pero más a estas edades. Necesitáis mucha paciencia para lograr que los niños aprendan a obedecer, paciencia que debe ir acompañada de cariño.

3. Si queréis reforzar la voluntad de vuestros hijos, estimularles a hacer las cosas, incluso sin ganas.

¿Recompensáis siempre a vuestro hijo cada vez que ha obedecido? Proponeros alabarle, aplaudirle y en algún caso, ofrecerle un caramelo o una chuchería, cada vez que ha obedecido, aunque le haya costado. De este modo, reforzaremos la conducta y fortaleceremos su voluntad. Si sólo nos dedicamos a señalar lo que está mal hecho, se corre el peligro de fomentar en el niño la inseguridad en su obrar.

Sonia Rivas. Doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad de Navarra

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