El proceso de aprendizaje para un niño es más complejo de lo que puede parece. No solo se trata de que interiorice habilidades como el habla o que pueda ser capaz de andar. Hay muchos otros aspectos que marcan este camino, como la capacidad para manejar emociones y lo que es más importante: saber entenderlas para conocerse a uno mismo.
Una de las más complejas es el enfado. Este sentimiento no solo supone un berrinche o una rabieta, en algunos casos también se traduce en enfrentarse a una frustración. Es decir, entender que la vida no siempre va a mostrar su mejor cara. Desde el NYU Child Study Center se dan una serie de consejos para ayudar al niño a comprender estas situaciones y ayudarlo a manejarse en las mismas.
El origen del enfado
Lo primero que hay entender es el origen del enfado en los niños. Habitualmente, este se relaciona con una frustración por distintos asuntos que abarcan desde una mala posición en un juego, hasta una broma que le ha realizado su hermano. En ambos casos el menor se siente incómodo con la situación y al no poder cambiarla, manifiesta estas actitudes que se presentan desde sus actitudes hasta efectos físicos.
Por un lado, el niño se mostrará más introvertido o agresivo. Unas respuestas intuitivas ante la percepción de estas amenazas que alteran su zona de confort físicas. Pero, especialmente las respuestas más agresivas, a cada situación no es sano algo sano por la cantidad de problemas físicos y emocionales que pueden generarse.
A medida que van creciendo, el enfado se va manifestando de diversas formas en función de la edad de los niños y el grado de empatía desarrollado. Con los años aprenden a manifestar este sentimiento con palabras y no físicamente. En otros casos también es posible ver que el niño se encierra en su cuarto sin ganas de hablar o gritando ante estas situaciones.
Enseñar a los niños
Al igual que en otras enseñanzas, los padres pueden aportar su granito de arena en estas situaciones para que los más pequeños puedan manejar estos sentimientos. Estos son algunos tips que los progenitores pueden emplear en su día a día para este fin:
– Educar a los hijos en la empatía. Hacer que el niño pueda ponerse en el lugar del otro y plantearle siempre cómo creen que se sienten sus amigos en las situaciones donde el pequeño ha obrado mal.
– Los sentimientos se admiten, los comportamientos no. Sentirse frustrado es parte de la vida y no siempre las cosas salen bien. Pero eso no justifica todos los comportamientos, los padres deben hacer ver que siempre que quieran los más pequeños pueden hablar de cómo se encuentran, pero nunca actuar agresivamente por ello.
– Aprendiendo de las situaciones. En cada situación de enfado, el niño puede aprender algo. Por ejemplo, si otro lo molesta, es mejor acudir a un mayor que tomarse la justicia
– Enseñarles a realizar respiraciones para estos momentos de mayor estrés.
Superar la frustración
Como se dijo al principio, habitualmente el enfado guarda una estrecha relación con la frustración. Enseñar a los niños cómo superarla ayudará mucho en el camino a la inteligencia emocional. Estos son algunos trucos:
1. Transforma el modo de ver los fracasos y las pérdidas. Ayúdales a cambiar esa visión negativa, no es cuestión del todo o nada, de conseguirlo o no conseguirlo. Es un proceso de aprendizaje y desarrollo personal, el fracaso forma parte del mismo, pero todo fracaso conlleva un avance y es más conlleva la posibilidad de aprender de los errores y superarse.
2. Convierte la frustración en aprendizaje. Hazles cuestionarse «cómo lo han hecho», «dónde han fallado» «qué pueden hacer para no fallar de nuevo». Se trata de cambiar una respuesta emocional negativa, por una oportunidad de aprender.
3. Deja que se enfrenten solos a ciertas cosas. Dejar que hagan las cosas por sí mismos, sin darles todo hecho. Es bueno que piensen, que lo intenten y que tengan la oportunidad de equivocarse, para que puedan comprobar que no pasa nada, para que desmitifiquen la equivocación y comprueben que se puede solucionar.
4. Evita sobreprotegerles. Es bueno que hagan cosas por sí mismos, ganarán autoestima y confianza.
5. No refuerces las conductas que muestran intolerancia a la frustración. Es habitual que el niño/a responda con rabia como fruto de su frustración cuando no consigue lo que quiere.
6. Sirve de ejemplo. Los niños y niñas aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos. Si observan cómo te enfrentas a las diferentes frustraciones, si comprueban que también tienes errores, comprenderán que es algo normal y que se puede afrontar.
7. Razona con tu hijo sobre los errores y fracasos. Si entiende por qué ha salido mal, ganará confianza para futuras ocasiones y sabrá que es lo que puede hacer.
8. Enséñale a manejar las emociones negativas asociadas al fracaso. Ayúdale a cambiar su manera de pensar, perder no es algo negativo es una oportunidad para cambiar, aprender y mejorar.
Damián Montero
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