Qué difícil es tratar con un niño con una conducta. Especialmente cuando esta se produce por algún tipo de problema de salud que hace que el menor no pueda evitar esta forma de proceder. ¿Cómo proceder con estos pequeños, cómo conseguir que atiendan en clase y abandonen estas acciones?
El ejercicio podría tener la clave tal y como señala un nuevo estudio del Colegio Merrimack, en North Andover, Massachusetts. Estos investigadores han encontrado que someter a los menores con problemas de conducta a algún tipo de actividad física contribuye a su concentración y hace más posible que su atención en clase aumente.
Ejercicio y concentración como solución
Para comprobar si el ejercicio podía hacer que los jóvenes con algún tipo de problema conductual mejorasen su concentración, suministraron un total de 103 bicicletas estacionarias a varios estudiantes. Estos tenían que hacer uso de estas máquinas dos veces a la semana durante un espacio de tiempo de entre 30 y 40 minutos.
Los responsables del estudio realizaron un seguimiento de las semanas en las que estaba presente este ejercicio para comprobar si estos alumnos mejoraban su conducta en clase y su grado de atención era mejor. Por otro lado también se pidió a estos estudiantes acudir a su centro educativo sin haber hecho ninguna actividad física.
En total esta investigación duró siete semanas en las que se alternaron periodos en los que los alumnos debían emplear estas bicicletas y otros en los que no. Efectivamente se comprobó que en aquel tiempo donde los estudiantes realizaban ejercicio, su concentración. Por otro lado, cuando estos no practicaban esta actividad presentaban una peor conducta durante las clases.
El ejercicio calma el cerebro y centra a la persona
Esta investigación demostró que efectivamente existe una relación entre el ejercicio y la capacidad de concentración. Ahora queda por encontrar qué es lo que hace que aumente estas habilidades en los estudiantes. Según la doctora April Bowling, autora principal de esta investigación, esto podría explicarse porque el cerebro de quienes practican este ejercicio se calma y es capaz de estar más centrado en las lecciones que se imparten en clase.
Por otro lado, también se baraja la teoría de que el ejercicio hace que se activen ciertos neurotransmisores que por el efecto arrastre siguen en funcionamiento una vez que el niño asiste a clases y está atendiendo la lección. Lo único que queda claro es que la actividad física se presenta como una buena terapia para solucionar estos problemas de conducta. Tal y como indican los responsables de este estudio, quizás un poco de estas prácticas antes de empezar la jornada escolar pueda solucionar muchos de los asuntos que enturbian el ambiente en los colegios.
Damián Montero
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