Categorías:

Educar en la responsabilidad incluso cuando todo va mal

Tabla de contenidos

Se puede educar en el respeto y la libertad a cualquier edad. Además, debemos hacerlo si queremos educar hijos felices. Los padres no debemos castigar, debemos explicar las consecuencias de los actos a los hijos; las buenas y las malas.

Ellos con su libertad deben escoger; así, son los propios hijos los que se castigan o no, o más bien deciden libremente realizar actos buenos o malos. Esta es una de las claves para que los hijos lleven desde la infancia las riendas de sus vidas. Los padres acompañamos en la tarea de la vida.

No obstante, si ya hemos empezado la educación de nuestros hijos con premios y castigos, aún estamos a tiempo de corregirnos y educar en responsabilidad. Mejorar es cuestión de tiempo, de calidad y de cantidad, de horas de comunicación. La suerte con los hijos se trabaja, no es una lotería; estar o no estar importa y mucho.

Establecer las normas y los límites por adelantado es lo ideal, pero, si alguien ha sobrepasado una norma hay tener en cuenta que los límites son distintos a cada edad, con cada hijo, en cada circunstancia de nuestras vidas. Que no se planteen a los hijos no significa que no deban respetarse. Si no tenían previo aviso, la primera vez se explica, se anima a disculparse y se avisa de las consecuencias de este acto para veces posteriores. Si ocurre de nuevo, somos firmes en las consecuencias, sin alterarnos, simplemente siendo fiel a la palabra dada de las consecuencias de repetir dicho acto.

Un consejo rápido: el autodominio es fundamental para triunfar en educación.

Es deseable para los hijos y también para sus padres; aunque sea solo por no echarnos piedras sobre nuestro propio tejado, apretemos los dientes antes de tales amenazas, respiremos hondo y actuemos en consecuencia.

Si todo va mal…

– Si ya hemos empezado a educar según el modelo del castigo o, al contrario, sin normas: cualquier momento es bueno para corregirnos, pedir disculpas a nuestros hijos y volver a empezar.

– Si un hijo infringe una norma o supera un límite tan grave que no lo teníamos establecido previamente: se actúa de inmediato y se explica que el comportamiento es muy grave. Pero si constatamos que nuestra reacción está movida por la pasión, conviene marcar bien que estamos enfadados pero posponer el establecimiento de una consecuencia hasta un momento en que estemos más relajados.

– Ante las faltas constantes: hay edades, como la adolescencia, en las que merece la pena hacer pasar por alto las transgresiones de límites en algunas ocasiones puntuales para evitar un excesivo deterioro de las relaciones. Todos fuimos adolescentes.

– Ante una patente falta de responsabilidad: lo recomendable es acudir siempre a un especialista. Los colegios suelen tener buenos equipos de orientación. También se puede recurrir a algún gabinete de orientación familiar para resolver los problemas con implicación de todos los miembros del hogar y recuperar las vías de comunicación.

Claves para educar en responsabilidad

1. Establecer normas: las pautas de comportamiento se establecen desde el principio. Tienen que ser adecuadas a cada edad y muy concretas. Por ejemplo, es difícil que un niño pequeño asimile algo tan genérico como «ser ordenado», pero sí puede entender que los juguetes tienen que estar en su sitio y la ropa se deja en el lugar convenido. A un adolescente no se le puede pedir «ser buen estudiante» pero sí completar todas sus tareas antes de salir al parque con los amigos.

2. Establecer límites: vienen dados por las normas y son las fronteras que no se deben traspasar.

3. Enseñar a buscar consecuencias: cuando se traspasa un límite y se incumple una norma, tenemos que haber determinado previamente qué consecuencia tendrá. La consecuencia no puede ser un castigo, sino un compromiso que suponga un esfuerzo y que vaya destinado directamente a mejorar en el cumplimiento de la norma infringida. Si un joven ha llegado a casa más tarde de la hora comprometida, la consecuencia puede ser llegar antes otro día para aprender el valor de la puntualidad, la responsabilidad y el compromiso. Cuando son pequeños, las consecuencias son difíciles de negociar, pero cuando son mayores, conviene que ellos solos las manejen, bajo la premisa de que les sirvan para mejorar.

María Solano

Te puede interesar:

 7 consejos para regañar a tus hijos de buenas maneras

 Los problemas de conducta de los niños

 La conducta de los niños: problemas y trastornos difíciles de gestionar

Otros artículos interesantes