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Educar en la igualdad: los estereotipos de género

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El rosa es de niñas y el azul es de niños. Las chicas juegan con barbies y los chicos con espadas. Los hombres son fuertes y las mujeres son delicadas. Todos estos son estereotipos de género. No son realidades, mucho menos globales y universales para educar en la igualdad.

No obstante, la manera en que vemos el mundo está simplificada por la necesaria existencia de estereotipos. Nuestra mente procesa el mundo a raíz de lo que ya conoce. Formar pequeños nichos de conocimiento, que se aplica instintivamente, hace que no sea siempre necesario hacer un procesamiento complejo y completo de todo lo que nos rodea.

Asumimos que el bebé es niña porque lleva pendientes, asumimos que alguien es borde porque tiene cara de pocos amigos o al llamar un taxi, asumimos que el conductor va a ser hombre. Esto se debe a nuestra concepción de roles de género.

Sociedad y cultura: romper para educar en la igualdad

Éstos son estereotipos creados por la sociedad que definen cómo se espera que nos comportemos según nuestro sexo biológico. Cada sociedad y cultura tiene expectativas que son susceptibles a cambios y evoluciones. En el 1.600 los hombres llevaban tacones. No se consideraba femenino y elegante que las mujeres usaran pantalones antes de 1900. De hecho, a fecha de hoy, en todo el mundo, la mayoría de colegios con uniforme elijen que las mujeres lleven falda. Pero así mismo, desde el siglo XVI hay documentación de que los hombres tradicionales de cultura escocesa y gaélica visten la falda escocesa.

Desde niños adquirimos información sobre las diferencias entre sexos. Con lo que asumimos observando a la gente de nuestro alrededor, formamos poco a poco lo que consideramos comportamientos adecuados para cada género. Está demostrado que los niños observan e imitan el comportamiento de personas de su mismo sexo, en comparación al del sexo opuesto.

Los padres, aparte de convertirse en el primer modelo a imitar y observar, también proporcionan otras claves menos directas de influencia de género. Son los principales seleccionadores de juguetes, los encargados en asignar tareas del hogar y de procurar ropa y seleccionar clases o deportes. De hecho, estas elecciones están tintadas de los estereotipos de género paternos desde el momento del nacimiento y debemos tenerlas en cuenta si lo que queremos es educar en la igualdad.

Varios estudios han mostrado que los adjetivos con los que se describen a un mismo bebé son opuestos según se informe a los observadores de que el bebé es niño o niña. Un mismo bebé vestido de blanco, pero presentado como niña es descrito como: pequeño, delicado y de facciones finas. El presentar al mismo bebé, con la misma ropa, pero con la asignación de ser niño se le describe como fuerte, de facciones masculinas y de tamaño grande.

Los estereotipos de género

Los estereotipos son un prejuicio o criterio ampliamente aceptado sobre una persona o un grupo. En cuanto a los estereotipos de género, suelen ser simplificaciones poco precisas sobre lo que consiste el comportamiento de un hombre o una mujer.

Hay cuatro tipos básicos de estereotipos de género:

1. Rasgos de personalidad. Emociones, reacciones, pensamientos y procesos mentales que se otorgan a un género. Por ejemplo: las mujeres deben ser complacientes y los hombres son más seguros de sí mismos.

2. Comportamientos. Asumimos que los hombres y las mujeres se comportan de manera diferente frente a circunstancias similares. Por ejemplo: el estereotipo de comportamiento doméstico de las mujeres es que se encargan de la cocina, la limpieza y los niños, mientras que asume que los hombres se encargan de las finanzas, el coche y las reparaciones.

3. Profesionales. Es común la simplificación y generalización de profesionales según su sexo. Por ejemplo: asumir en un hospital que una mujer es enfermera y que un hombre es el médico.

4. Aspecto físico. Hay estereotipos de género en cuanto a lo que se espera de apariencia en un hombre y una mujer. Por ejemplo: los hombres llevan pantalones y pelo corto; y las mujeres vestido y pelo largo.

El ser humano está intrínsecamente motivado a adquirir intereses, valores y comportamientos consistentes que puedan identificar con su propio género. Es parte del proceso personal de autodescubrimiento, de formar la propia identidad y desarrollo de la personalidad. Este proceso ocurre de manera natural y empieza a influenciar el pensamiento, juicio y comportamiento a partir de los 3 años de edad. Ya entonces existe una notoria influencia de los estereotipos de género en el juicio de emociones.

Dra. Maite J. Balda. Psicóloga y doctora en Neurociencias Cognitivas

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