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Educar la coooperación es educar para la paz

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Aprender a vivir juntos y en paz no se logra, ni ha logrado, por resolución, por promulgar una Ley o pintando muchas blancas palomas o pronunciando bellas palabras, sin duda cargadas de indudables buenas voluntades y voluntarismo, como la propia sociedad se encarga día a día de demostrar. Cuando empecemos a educar para cooperar y no para competir, empezaremos a aprender a convivir juntos en paz.

Estamos mostrando un modelo de sociedad basada en la competición y no en la cooperación.Ya lo decía la ilustre pedagoga italiana María Montessori (1870- 1952) «Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para la competencia, y la competencia es el principio de cualquier guerra».

Elvira Sánchez Igual, coordinadora de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WEACE) insiste en que «no solo persisten los conflictos armados, sino que basta mirar a nuestro alrededor para comprobar que vivimos en una sociedad cada día más violenta y agresiva, donde poder vivir Juntos y en Paz es cada día más complicado. Se valora más la competición que la cooperación, la «picaresca» frente al esfuerzo o el egoísmo frente a la empatía…». 

Cómo educar la cooperación desde la primera infancia

Cooperar implica trabajar juntos, tomar parte de algo con otros para alcanzar un fin común. La cooperación tiene una doble dirección, una reciprocidad: yo beneficio a los demás y ellos me benefician a mí.

Desde que el niño nace debe aprender a vivir en sociedad. Establece vínculos con las personas de su entorno porque los necesita para subsistir. El pequeño tiene una tendencia innata a la socialización. Sin embargo, el egoísmo también forma parte de su naturaleza humana, le sirve para cuidarse y protegerse a sí mismo. Para llegar a cooperar es necesario adquirir conciencia de la propia individualidad y de la de los otros, sólo de ese modo existe la interrelación: hablar y escuchar, dar y recibir, ayudar y recibir ayuda, etc.

La cooperación debe estimularse desde las primeros años, en los que las conductas insolidarias y egocéntricas son frecuentes. A medida que el entorno empieza a moldear la personalidad en desarrollo del niño y éste realiza acciones a favor de los demás, el egocentrismo inicial va dando paso a la conducta cooperadora.

Para formar las premisas que servirán de base al aprendizaje de este valor, es necesario promover la realización de múltiples actividades en las que sea necesario coordinar acciones para realizar un trabajo conjunto: prestar ayuda a otros para alcanzar un fin común, sentir alegría colectiva por el logro de un resultado, apreciar la ayuda en momentos difíciles, defender a los compañeros y ayudarlos cuando se encuentran en dificultades, etc.

Consejos de AMEI para educar la cooperación desde la infancia

1. Exigir al niño un grado de cooperación adecuado a su madurez. Los padres necesitan conocer a su hijo, confiar en su potencial y ofrecerle apoyo y estimulación en vez de sermones y castigos.

2. Dar ejemplo. El nivel de cooperación que le piden no puede ser mayor al que los padres se exigen a sí mismos.

3. Inculcar voluntad de cooperación. Es importante que sienta la comprensión de los padres sobre sus limitaciones y su egoísmo, pero esto no implica renunciar a pedir su voluntad de cooperación.

4. Cooperar con acciones. Los padres y los adultos de su entorno se convierten en modelos y el niño tiende a imitar lo que les ve hacer. Si los adultos cooperan con los demás, el niño tenderá a copiar estas conductas y más tarde las desarrollará por propia iniciativa. Se enseña a cooperar siempre con las acciones y, de vez en cuando, con las palabras.

5. Cooperar en el seno de la familia. El mejor modo de educar la cooperación del niño es cooperar con él. El pequeño tiene diferentes formas de pedir la cooperación, con palabras, con gestos, con silencios, con su presencia, etc., invita a los padres a jugar, a trabajar juntos, etc.

6. Compartir valores. No se fomenta la cooperación al ejercer una autoridad arbitraria, sino aplicando la autoridad objetiva. Imponerse al niño con superioridad y subordinación fomenta las luchas de poder o la indefensión del pequeño. Los padres pueden ejercer su influencia por medio de normas de convivencia compartidas.

7. Planificar en familia. Entre todos los miembros de la familia se pueden planificar las rutinas y las responsabilidades compartidas y propias. Procurar la participación de todos al exponer los problemas, buscar posibles soluciones y adquirir compromisos compartidos.

8. Hacer ver al niño tanto los errores como las oportunidades para aprender: que reconozca el error como responsabilidad sin fomentar el sentimiento de culpa, que se disculpe y resuelva el conflicto en colaboración con la persona o personas a quienes ha ofendido.

Aprender a vivir juntos y en paz

La educación para la convivencia pacífica debe tener lugar en los centros escolares durante todo el curso académico y no solo hoy. Para ello, AMEI-WAECE ha desarrollado el programa APRENDER A CONVIVIR EN PAZ desde la primera infancia: Educando la personalidad del niño y la niña y sus valores que se compone de 42 unidades didácticas, cada una de ellas busca educar los valores que dan como resultado la convivencia pacífica según un estudio realizado por AMEI-WAECE en más de 20 países. Disponible en español, inglés y árabe en 

Los valores son: Autocontrol, Laboriosidad, Autoestima, Orden, Amor al esfuerzo y el trabajo conjunto, Creatividad, Valentía, Flexibilidad, Paciencia, Responsabilidad, Honestidad, Amor y comprensión, Sensibilidad, Veracidad, Perseverancia, Curiosidad, Resiliencia o Tolerancia a la frustración, Confianza en sí mismo, Independencia, Persistencia, Amabilidad, Confianza mutua, Amor filial, Cooperación y ayuda mutua, Amor y comprensión, Amistad, Bondad, Amor a la naturaleza, Respeto a lo ajeno, Generosidad, Justicia, Compasión, Colectivismo, Obediencia, Libertad, Gratitud, Respeto del bien común, Sinceridad, Amor a lo nuestro o Patriotismo, Tolerancia, Respeto a la Diversidad y Solidaridad.

Educar a los niños en valores es la mejor actuación de los educadores, tanto padres como profesores para su futuro. Este traspaso de valores permanecerá a lo largo del tiempo, y se prolongará durante toda la vida.

Marina Berrio
Asesoramiento: Elvira Sánchez Igual. Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE)

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