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La educación de las emociones, ¿moda o necesidad?

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Muchos investigadores están de acuerdo en afirmar que la educación emocional se hace cada vez más necesaria si deseamos alcanzar competencias como bienestar, liderazgo, trabajo en equipo, equilibrio social y familiar, iniciativa, adaptación al cambio, etc. Los beneficios de educar a los niños en inteligencia emocional son múltiples, y cuanto antes empezamos a educar las emociones, mucho mejor.

«No se trata nunca de negar las emociones desagradables o negativas, sino, más bien, gestionarlas», afirma Nélida Pérez, doctora en Psicopedagogía y directora del Taller de las Emociones del Colegio Ceu Montepríncipe. Y añade que «tal y como expresa Martín Seligman (2010), padre de la psicología positiva, es necesario educar a los niños para que desarrollen fortalezas y virtudes, que les ayuden a vivir una vida de bienestar y felicidad».

Son muchas las posibilidades que tenemos para educar las emociones, y el primer punto es «tenerlas presentes, a través de juegos, los cuentos, el cine, las experiencias con nuestros hijos, y siempre tratando de expresar nuestra satisfacción y gratitud, por ejemplo: “hoy me siento feliz por…” Y también aprender de los conflictos, de las frustraciones, de las situaciones que nos generan emociones desagradables, pues de ellas, también aprendemos. Aceptar, comprender y regular es la verdadera educación emocional. Técnicas como la respiración, para recobrar la calma, la reestructuración cognitiva, cambiar un pensamiento limitante por una potenciador, la relajación, la visualización… etc. son estrategias que nos ayudan en esta tarea y que ya implementamos en el Método Braini Emotions desde los 3 años de edad. Es por tanto una realidad ya en las aulas, una realidad a la que todos nos hemos de sumar si deseamos un mundo con mayor bienestar», asegura la doctora Nélida Pérez. 

Nélida Pérez, doctora Psicopedagogía CEU

El rendimiento académico y la inteligencia emocional

Si hacemos un poco de historia, Platón ya decía que «la disposición emocional del alumno determina su habilidad de aprender». Las emociones pueden llevar al fracaso o al éxito, dependerá de cómo las usemos. Descartes, separó al ser humano en razón de la emoción. Y, la neurología actual, con Damasio, con sus investigaciones y publicaciones, nos informa de la importancia de la relación bidireccional entre la razón y la emoción, así como también entre el cuerpo y la mente.

Las emociones están presenten en nuestro día a día, influyendo nuestro pensamiento, nuestras palabas, nuestras conductas. Así pues, es obvio que influyan en el rendimiento académico de nuestros alumnos.

«Si me siento en un espacio seguro, libre, respetado, querido… es indudable que favoreceremos la capacidad cognitiva, motivación, creatividad, y atención de nuestros alumnos ¿no creen?Educar la inteligencia emocional es y debe ser una piedra angular en la educación actual, a fin de promover y servir para educar de forma integral al niño, para que sea capaz de vivir en la sociedad actual y mejorarla. Obviamente, todo aprendizaje responde a una intencionalidad, es por eso que, la intención de familias y docentes, debe ser la de promover la inteligencia emocional de los niños, y para ello hemos de ser ejemplo, modelo y medio para ello», afirma la doctora Nélida Pérez. 

¿A qué edades se debe trabajar la inteligencia emocional?

Desde siempre, es decir, desde la gestación, procurando sentirnos bien, para que el feto así lo perciba. Y ya, desde el nacimiento empezamos a desarrollar la inteligencia emocional de nuestro bebé, sus estructuras, conexiones, a través de las experiencias y vivencias que le procuramos, a través del vínculo afectivo.

El desarrollo emocional es el proceso mediante el cual el niño crea su identidad, su autoestima, la confianza en sí mismo y en el mundo que le rodea. Mediante las interacciones y el vínculo con los padres el bebé empieza este desarrollo en sus primeros años, hasta que llega a la etapa en la cual ya posee conciencia emocional de sí mismo, percepción de él mismo como individuo y empieza a formarse su propia identidad. Y junto la explosión de vocabulario, ya es capaz de distinguir algunas de las emociones, identificarla y expresarlas.

La doctora Nélida Pérez comenta que «a medida que crece, en su etapa infantil, podremos dotarle de estrategias de regulación y ayudarle a comprender sus emociones. Es por eso que hemos e enseñar inteligencia emocional desde la edad más temprana, aunque es importante remarcar, que nunca es tarde para empezar. Pues como dicen los expertos, esta inteligencia se aprende».

Marisol Nuevo Espín

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