Los niños de 6 a 12 años están llenos de energía. Algunos expresan su vitalidad desbocadamente, sin control ni autodominio. Otros en cambio, la manifiestan de un modo más tranquilo. Pero todos están en pleno desarrollo de sus capacidades y necesitan exteriorizar su fuerza y vigor con actividad y movimiento.
Cuando los niños pueden expresar su energía, manifiestan una creatividad extraordinaria, pero si las prohibiciones de la familia o el colegio son demasiado duras, los niños las reprimen para transformarlas, probablemente, en angustia. Para sobrevivir, tienen que hacer estallar esta angustia inhibida y lo hacen a través de la cólera, los gritos, las lágrimas, rompiendo objetos, etc.
Grados de vitalidad de los niños
¿Cómo ayudarles a administrar y emplear esa energía de un modo armónico, programado, ordenado y productivo? El objetivo es conseguir que ellos se relajen empleando adecuadamente sus potencias, que sepan lo que se espera de ellos en cuanto al control y orden de sus actividades, y que tomen conciencia de que su comportamiento y actitud influye también en la serenidad familiar.
También, a la inversa: los padres debemos asumir que durante las vacaciones de Navidad o en verano la rutina diaria se ve modificada, y por consiguiente, también la energía y la actividad de nuestros hijos. Por lo tanto, tenemos que conocer cuál es el grado de vitalidad de cada uno de ellos -nervioso, activo, tranquilo, perezoso- y establecer con ellos un plan concreto de hábitos y acciones para cumplir en vacaciones, que se adecue a cada temperamento y carácter. De esta manera, estaremos reconduciendo su energía de forma positiva y contribuirá a aumentar sus capacidades y a la tranquilidad del hogar.
Técnicas para conseguir relajación entre padres e hijos
1. Relajarse usando la razón
La edad de la razón comienza a los 7 años. El niño empieza a integrar conceptos, se enriquece su yo y muestra sus primeros deseos de autonomía. Antes, el niño tenía conciencia pero «no había tomado conciencia» de la realidad y orden moral. La doctora Yves Davrou, en su libro Aprendemos a relajarnos (Ediciones Narcea) sostiene que los niños aprenden más por lo que viven y experimentan, que por lo que les decimos: «Es mejor dejar que tu hijo se queme ligeramente los dedos, que prohibirle que toque la plancha», afirma.Señala asimismo, que el autocontrol del niño viene también determinado por las condiciones que existan en el ambiente familiar. Si estas condiciones son favorables, se cargará de valencias positivas; si son desfavorables (disputas, castigos, rechazos sistemáticos), de valencias negativas. Davrou habla de valencias porque se refiere a términos de energía.
En esta toma de conciencia, el niño va descubriendo su cuerpo, sus reacciones, sus sentimientos, favoreciendo el desarrollo de su yo integral que es distinto al ego. En este sentido, una forma de enseñarle a relajarse es ayudar a nuestro hijo a responsabilizarse, a que vaya siendo consciente de sus reacciones y comportamientos: preguntarle por qué le cuesta ordenar, por qué grita, por qué corre por el salón alocadamente, por qué vaguea, por qué es tan caprichoso, por qué hace rabiar a su hermano, etc.
Estas preguntas le servirán para reflexionar sobre sus conductas y asumirá comportamientos. Por eso, la primera meta de relajación será usar la razón mediante preguntas y respuestas. Así, se motivarán más y conocerán lo que se espera de ellos.
Podemos también establecer con ellos un plan de actividades diarias, razonar si se pueden llevar a cabo o no, hablar de las situaciones negativas que pueden suceder -romper algo, no cumplir lo prometido, peleas entre hermanos-, cómo van a reaccionar ante esos imprevistos y analizar después con ellos cómo ha sido su comportamiento.
2. Relajarse dominando la energía
A partir de los 9 años, es la edad de la insaciable curiosidad. Siente un deseo imperioso de crear, experimentar. Su energía vital es colosal, pero sus medios de canalizarla y orientarla son confusos. A menudo, el niño se muestra turbulento, porque tiene necesidad de expresar esa energía.
Una vez que los padres somos conscientes de que los hijos necesitan expresar su energía vital y muestran una curiosidad desbordante, tendremos que proponernos mantener con ellos una relación cálida, de escucha activa y no alarmarnos cuando esa curiosidad ha ocasionado la rotura de la lavadora -por ejemplo-. No debemos olvidar que la mayor preocupación de nuestros hijos es amar y ser amados.
¿Cómo dominar esa energía vital de los niños? Dominar es controlar, no inhibir. Una buena forma es consensuar con nuestro hijo «esas ideas creativas» que se le pasan por la cabeza. A lo mejor reconocen que quieren experimentar haciendo la comida, probándose tu ropa o destripando la televisión.
Qué piensen qué quieren hacer, y qué pregunten si lo pueden hacer antes de acometer cualquier acción alocada en la casa. Trasmíteles la libertad de proponerte el día anterior si pueden organizar el museo de los horrores en su cuarto, antes de entrar al mismo y encontrarte todo mangas por hombro. Qué sepan que no les vas a responder con un NO rotundo, sino que te van a explicar qué utilizarán, cómo, dónde y luego, se comprometen a dejar todo en su sitio.
3. Relajarse con el cuerpo y las emociones
La relajación corporal y emocional les servirá para conocer las tensiones de su cuerpo, y las reacciones y sentimientos ante un determinado hecho. Los niños sienten enormemente, tanto lo negativo y lo positivo. Pero a la vez, son frágiles, porque no son dueños de sus emociones: las sufren.Las emociones se manifiestan a través del cuerpo y, por tanto, se pueden controlar por el cuerpo y por una adecuada educación en hábitos buenos. Se trata de que el niño sea consciente de sus sentimientos, educarle para aprender, controlar y ser dueño de sus emociones y, por lo tanto, tiene que saber «con qué siente».
Según la doctora Davrou, un ejercicio práctico para llevar a cabo, especialmente cuando el niño está triste o tiene baja la moral, es el recuerdo de situaciones agradables. Le pedimos al niño que se siente tranquilamente, cierre los ojos, piense que se va a dormir, y que solo recuerde un acontecimiento que le produjo una gran alegría: una fiesta familiar, un regalo, un juego con sus mejores amigos, etc. Que vuelva a vivir esa escena como si estuviera en ella. Después, le preguntaremos qué es lo que ha sentido, cómo se ha encontrado, etc.
Para los niños impulsivos, una forma de controlar sus reacciones es ponerles en el pellejo del otro. Hacerles ver cómo se sienten cuando la madre, el padre, un hermano o un amigo tiene la misma reacción contra él que la que él mismo ha empleado, por ejemplo un grito, un insulto, etc. No se trata de pagarle con la misma moneda, sino que él sienta lo que sienten los demás.
Se trata de que el niño vaya descubriendo qué situaciones le ponen alegre, qué otras tristes, cómo pueden dominar sus sentimientos, cómo puede ayudarse a sí mismo y ayudar a los demás a tener más autocontrol.
Alejandra Márquez
Te puede interesar:
– Repletos de energía: cómo encauzarla y multiplicar su eficacia en los niños