Entre los 7 y los 12 años, el niño se encuentra en el periodo sensitivo del deporte. Su natural inclinación hacia ellos es una oportunidad irrepetible para que progrese en su desarrollo físico y se «enganche» por propio gusto a una verdadera escuela de virtudes. Practicar un deporte puede constituir un excelente punto de encuentro para toda la familia, y ser también un escudo protector frente al peligro de «no hacer nada» que acecha a los adolescentes.
No es difícil que los niños deseen hacer deporte a esta edad. Su fantástica imaginación para inventar juegos y la energía propia de la edad constituyen un campo abonado para que sus padres y educadores les ayuden a adquirir aficiones que encaucen su tiempo libre.
Al llegar la adolescencia, la afición por éste o aquel deporte constituirá un escudo de protección frente al «no hacer nada» en el que tan fácilmente caen los chicos, o contra vídeo-manías y otras adicciones que puedan frenar su normal desarrollo y sociabilidad.
La amistad en el deporte: amigos en la cancha y para siempre
La práctica de un deporte es una excelente oportunidad para que vuestros hijos comiencen a cultivar sus primeras amistades verdaderas. Pasar un balón al compañero que suspira por chutar un gol, animar a los que van quedando atrás, aprender a jugar en equipo, sacrificarse por él y -sobre todo- sufrir y gozar juntos las derrotas y victorias, les ayudarán a construir amistades sanas que durarán toda la vida.
Por otra parte, practicar un deporte conlleva también una mayor comunicación con la naturaleza, lo que no deja de tener su importancia en una sociedad que es cada vez más urbana y menos ecológica.
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Los valores del deporte: la escuela de la vida
Enseñar al niño a jugar deportivamente es enseñarle a vivir y ayudará a sentar las bases para erradicar la violencia en el deporte, también en las competiciones escolares. Divirtiéndose, aprenderá a hacer frente a situaciones que no tardarán en planteársele, cultivar hábitos de competitividad sanos, sacrificar sus gustos en beneficio del grupo…
Como vemos, el valor educativo del deporte es incuestionable, ya que se trata de una auténtica escuela de valores.
Pero quizá su mayor atractivo sea su gran parecido con la misma vida. Este es también un juego con sus propias reglas, donde la competición, al convivencia y el esfuerzo compartido están a la orden del día. El deporte es un entrenamiento para vivir deportivamente.
Deporte y personalidad
Los valores que el deporte puede trasmitir a nuestros hijos son muchos: perseverancia, humildad para reconocer las propias limitaciones, hábitos de convivencia, disciplina,…
Pero también existe la contrapartida: El afán desmedido de triunfo, la competitividad exacerbada, actitudes ridículamente vanidosas, o el culto a los ídolos, pueden hacerles perder una magnífica oportunidad para aprender a luchar, a vivir y a disfrutar.
En cualquier caso, se trata de un esfuerzo físico de innegable valor para el desarrollo de la personalidad de los chicos, puesto que refuerza sus propias capacidades y sirve de impulso para el desarrollo de sus puntos débiles. Y no hay que temer a que el niño crezca en autoestima, sino todo lo contrario.
El deporte, un estímulo para el estudio
El deporte puede y debe servir también de estímulo para el estudio. No hay peligro -en contra de lo que muchos piensan- de que sea causa de merma en el rendimiento escolar si enseñáis a los chicos a planificar bien el tiempo libre.
El descanso no es no hacer nada, sino cambiar de actividad, invertir el tiempo de ocio en cosas distintas a los deberes habituales, como es el estudio en el caso de los chicos. Se trata de que el deporte quite tiempo a la televisión o a los videos, pero no al tiempo que deben dedicar a los libros de texto.
En este sentido, los padres deben preocuparse también de que sus hijos practiquen algún deporte. Al igual que conocen al profesor de matemáticas y desean saber si su hijo asiste a las clases, también es importante que sigan el ritmo de las horas de deporte, conozcan al entrenador, el lugar, las condiciones y horarios, y que exijan seriedad a los responsables.
Deporte, una oportunidad de oro para la familia
Por otra parte, una forma de reforzar la unidad de la familia es practicar algún deporte en el que puedan participar padres e hijos.
Excursiones en bicicleta, partidos de futbito, o simples paseos en los que todos pongan esfuerzo, alimentarán la solidaridad entre los miembros de la familia.
También es importante que los padres actúen como entrenadores de los chicos, les enseñen algunas técnicas y estén dispuestos a comentar las jugadas.
No debéis olvidar que vuestra presencia en un espectáculo deportivo en el que participen vuestros hijos -corriendo tras un balón, haciendo ballet o saltando el potro- es el estímulo que ellos necesitan para crecer en autoestima y sentirse apoyados en algo que les gusta.
Consejos para introducir a los niños en el deporte
– Enseñar a vuestro hijo a organizar su tiempo libre es el mejor modo de ayudarle a crecer y desarrollarse.
– El deporte es la fórmula ideal para fortalecer sus puntos débiles y hacer madurar los que ya posee.
– Si le falicitáis hacer algún deporte que se le dé bien, estáis cooperando para que aumente su propia autoestima.
– Interesaos en sus actividades deportivas y, en algún caso, apuntaros también para jugar con ellos o entrenar.
– Id a verles jugar y mantenéos en vuestro sitio antes, durante y después del partido, sin hacerle pasar apuro por vuestra presencia.
– No os empeñéis en exceso por que practique cierto deporte. Ayudadle a ver sus propias aptitudes pero no le forcéis a hacer algo que no le gusta.
– Ayudadles a crear buen ambiente y fomentar el compañerismo en el deporte. Si recalcáis la necesidad de jugar para servir y no para ganar, aprenderán que las victorias nunca son sobre nadie, sino sobre uno mismo.
– Dad en casa su justo valor a los acontecimientos deportivos.
– El colegio y los clubs son los lugares más accesibles para el deporte.
– Potencia el compañerismo y la generosidad de tu hijo apuntándole a algún deporte de equipo. Aprenderá a valorar el trabajo con otros, ceder el protagonismo en muchas ocasiones y alegrarse del éxito de sus compañeros.
Deporte para una etapa
Cualquier edad es buena para cultivar la afición personal hacia un deporte concreto, pero es posible orientar a los padres sobre la conveniencia de comenzarlos en un determinado momento.
Lógicamente, todos ellos podrán practicarse y perfeccionarse en edades superiores.
Antes de los 7 años, el niño ya puede haberse iniciado en deportes como judo, baile, ping-pong, patines y bicicleta.
A partir de estad edad, y hasta los 10 años, es el momento de que conozca otras aficiones como el voleibol, balonmano, fútbol o baloncesto, juegos de agua y de raqueta.
Entre los 10 y los 13 años, es el periodo sensitivo indicado para probar con las distintas variantes del atletismo.
María Moll
Asesoramiento: Luis Daniel González. Licenciado en Ciencias Físicas. Organizador de actividades deportivas y formativas para jóvenes
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