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En los deberes, lo importante es el hábito

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Es evidente que en el tema de los deberes hay un elemento educativo clave: si los niños no cogen el hábito de hacer los deberes en la infancia, les costará mucho más en la juventud. En este sentido, las largas jornadas de trabajo y las actividades extraescolares hacen que los estudiantes tengan poco tiempo libre para el estudio y el descanso. Esta dinámica se extiende al ámbito académico, donde muchos estudiantes pasan demasiadas horas en el colegio y tienen muy poco tiempo libre por las tardes.

¿Es esta una dinámica adecuada? ¿Deben nuestros hijos seguir estudiando en casa después de una jornada laboral completa en el colegio? ¿Es suficiente el trabajo elaborado en el aula para garantizar un aprendizaje personalizado? Estas son preguntas importantes que deben ser abordadas desde un punto de vista educativo para enfrentar el problema.

La cantidad de tiempo que consumen los deberes

Uno de los principales problemas con los deberes es la cantidad de tiempo que consumen. En España, la tarde es muy corta, lo que significa que los estudiantes tienen poco tiempo después de salir del colegio para realizar sus tareas. Además, muchos padres necesitan llenar el tiempo de sus hijos con actividades extraescolares hasta que salen del trabajo, lo que significa que muchos niños y adolescentes no llegan a casa hasta bien entrada la tarde.

Otro problema es que los deberes no están distribuidos de manera uniforme durante la semana, lo que significa que los estudiantes pueden tener muchos deberes un día y muy pocos al siguiente. Algunas escuelas están abordando este problema permitiendo que los profesores vean la tarea que se asigna a cada estudiante, de modo que se puedan distribuir mejor.

Sin embargo, el problema más común con los deberes es que muchos estudiantes los extienden en el tiempo debido a la falta de concentración. Los padres pueden ayudar a sus hijos estableciendo límites de tiempo para hacer las tareas y asegurándose de que las tareas más fáciles se dejen para el final del día. Si el volumen de tareas resulta ser demasiado abrumador, los padres pueden comunicarse con la escuela para solicitar una revisión, pero deben hacerlo en privado y no frente a sus hijos para preservar la autoridad del profesorado.

Es importante abordar el problema del tiempo en la educación para garantizar que los estudiantes tengan suficiente tiempo libre para el estudio y el descanso. Los padres pueden ayudar a sus hijos estableciendo límites de tiempo para las tareas y organizando su tiempo de estudio de manera efectiva. Al mismo tiempo, las escuelas deben trabajar para distribuir las tareas de manera uniforme y garantizar que se asignen tareas apropiadas y personalizadas para cada estudiante.

El papel de los padres en los deberes

Uno de los males contra los que los centros educativos tratan de luchar es la excesiva participación de los padres en la elaboración de los deberes de sus hijos. Está demostrado que la implicación de los padres en el proceso educativo -conocer sus deberes, ayudarles con las dudas puntuales- mejora el rendimiento escolar. Sin embargo, si se supera el punto de equilibrio y los padres dedican demasiada atención a los hijos mientras hacen los deberes, se convierte en un problema. Y no solo lo es porque se limita enormemente la autonomía de los hijos, que tenderán a buscar ayuda ante la menor sospecha de tener que esforzarse. También se produce un desequilibrio en los hogares en función de la disponibilidad de los padres.

La recomendación de la mayoría de los educadores es que los padres se limiten a intervenciones puntuales con los deberes, en momentos en los que surge una duda especialmente complicada.

Sí pueden ayudar en la organización y supervisar que todas las tareas estén hechas, pero no convertirse en ‘su agenda’ ni solucionar el problema de un cuaderno o un libro olvidado con un mensaje a los otros padres.

Limitar el papel de los padres en los deberes, no solo fomenta la autonomía de los hijos, sino que aporta otro beneficio al conjunto de la familia: no se ‘queman’ en el difícil proceso de hacerles estudiar. Si los roles de padre y profesor se confunden, es posible que la relación principal, la parental, se vea perjudicada. Cuando nos encontramos con un niño con especiales dificultades para cumplir con sus tareas, puede ser mejor idea solicitar ayuda externa para evitar que el papel de padre se vea perjudicado.

Entender no es lo mismo que aprender

¿Pueden los niños aprender lo que necesitan solo con lo que trabajan en el aula? ¿El entorno de una clase es el lugar más adecuado para interiorizar contenidos? ¿Se pueden tener en cuenta, durante las horas de colegio, las distintas necesidades de aprendizaje de cada alumno?

Entorno a estas preguntas surge buena parte del debate pedagógico sobre si se debe estudiar de manera individual. En el centro educativo, la principal labor del profesor es explicar, conseguir que se comprenda. Pero la retención de los conceptos exige de un trabajo individual y reposado que no siempre se puede dar en el aula. Por eso, repasar esas ideas al volver de clase es muchas veces tan necesario.

Eso no significa que todos los estudiantes necesiten el mismo tiempo. Pero una parte de trabajo en casa permite a los niños con más dificultades tener más oportunidades de avanzar en aquello en lo que no han podido hacerlo en el aula.

Además, para todos los alumnos, el estudio en casa permite el desarrollo de un modo de trabajo autónomo. En las clases es más fácil que los alumnos vayan unos a remolque de los otros, que actúen por imitación y que eviten la iniciativa propia. Sin embargo, cuando trabajan en casa, tienen que valerse por sí mismos y resolver solos los problemas que se les plantean.

Hacer los deberes: un hábito de por vida

Es evidente que no podemos defender una carga excesiva de deberes fuera del aula. Sin embargo, son muchas las voces partidarias de que hagan una mínima cantidad de tareas diarias en casa desde la etapa de Educación Primaria. El objetivo no es tanto la retención de contenidos como la adquisición de un hábito de estudio que les resultará muy beneficioso cuando pasen a etapas de educación superiores.

Si están acostumbrados a sentarse un rato cada tarde, no les costará hacerlo ni tenderán a procrastinar, a dejar para otro momento, lo que menos les apetece hacer. Así, como el aumento de la cantidad de tareas es paulatino, no notarán tanto el cambio de etapa educativa.

Además, la estructura del modelo educativo universitario que se implantó en nuestro país, a partir de Bolonia, exige un número elevado de horas de trabajo personal del alumno fuera del aula. Es necesario que adquieran las competencias necesarias para afrontar ese tipo de aprendizaje, de carácter autónomo, que se les va a exigir más adelante.

Silvia García Paniagua

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