Con la llegada de las vacaciones, se reabre el debate sobre si los niños deben hacer deberes en verano. Cada vez más padres y madres abogan por unas vacaciones en las que los hijos puedan descansar, desconectar del curso escolar y realizar un tipo de actividad diferente que les permita aprender, pero de una forma nueva. ¿Vulneran los deberes el derecho de los niños a jugar, divertirse y disfrutar de sus vacaciones?
Son muchas las personas que piensan que un niño debe tener tiempo libre e incluso dan importancia a su aburrimiento, pues puede ser una oportunidad ideal para que pueda desarrollar su capacidad creativa y de invención.
También hay quien piensa que el problema no radica en si los profesores deben o no enviar deberes a casa, más bien en la cantidad. El tiempo que un niño invierte en ellos, fuera del colegio, está considerado como horas extras, que restan libertad e incluso puede suponer un problema en la conciliación entre padres y niños.
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«El problema no son los deberes en sí, en verano un niño puede tener deberes, pero han de ser distintos a los que ya haya realizado durante el curso escolar. Hay que tratar de mantener la rutina, pero ésta no tiene por qué ser a través de un libro de sociales y tres horas estudiando», comenta Nuria García, psicóloga infantojuvenil.
¿Vulneran los deberes los derechos de los niños?
Según el artículo 31 de la convención de derechos de los niños de UNICEF, «los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes».
En verano este derecho se hace aún más necesario, existiendo una gran variedad de matices a la hora de qué debe o no debe de hacer un niño durante su descanso escolar.
«La educación en muchos colegios e institutos sigue en la misma línea que hace 60 años, donde se premian mucho más las largas horas delante de un libro que la creatividad o la capacidad de trabajo en equipo. Las vacaciones son una oportunidad idónea para que los padres apuesten por potenciar estas capacidades en sus pequeños», explica Nuria García.
El verano está para disfrutar. Aunque un niño tenga tres meses de vacaciones y sus padres trabajen durante este tiempo, es necesario que los pequeños no hagan lo mismo que han estado haciendo durante el invierno.
Según Nuria, «no se trata de que el pequeño se convierta en un nini durante las vacaciones, tampoco que tenga que estar sentado estudiando cada día para no romper su rutina escolar. Hay que apostar por deberes diferentes, aquellos que se han quedado pendientes durante el año».
Los valores tradicionales deben de mantenerse, y es ahí donde los deberes en vacaciones cobran relevancia. No son deberes de estudiar, son deberes de socializar, de leer un libro o incluso ir a una biblioteca. Son deberes de jugar con amigos, de aprender aquello que les interese y de practicar deporte. Incluso son deberes de aburrirse.
«El aburrimiento durante las vacaciones es necesario porque fomenta la creatividad pero ésta no va a surgir de la nada, un niño no va a aprender a potenciarla solo, son los padres los que tienen que tratar de estimularla a través de diferentes actividades e incluso juegos educativos», comenta nuestra experta.
4 puntos alternativos para el debate #StopDeberes
Entonces, ¿cómo deberían de ser unas vacaciones escolares para los más pequeños? Teniendo en cuenta que está sobre la mesa el debate de #StopDeberes, la solución pasa por ofrecer alternativas que sean positivas y beneficiosas para los niños. La idea con más aceptación es la que defiende que los deberes de verano no tienen que ser deberes teóricos, sino que deben de ser unos deberes diferentes, unos deberes con 4 puntos fundamentales que ayuden a los más pequeños en su crecimiento emocional y conductual.
1. Aquello que ha quedado pendiente durante el invierno. El curso escolar pasa, a veces, demasiado rápido. Los pequeños aprenden nuevos conocimientos pero hay ocasiones en las que se hace evidente un aspecto que no han podido llevar a cabo o les ha costado más trabajo de lo habitual.
La cantidad de deberes, además de actividades extraescolares, no han permitido al pequeño poder solucionarlo, ni a los padres ayudarlo. Por lo tanto, en verano se presenta una oportunidad fantástica para remediarlo.
Por ejemplo, si durante el curso han demostrado dificultad a la hora de estudiar, puede ser que lo que haya fallado no haya sido las horas de estudio, sino el método de hacerlo. Es aquí cuando los padres deben de ser conscientes y conseguir solucionarlo enseñando a su hijo un método de estudio eficaz.
Pueden darse muchos casos, y aquí los deberes serán ayudar al pequeño a solucionar aquello que no ha sido capaz de hacer durante el año, sin que ello signifique estar encerrado estudiando teoría. El verano es una oportunidad ideal para sumar, para mejorar y para desconectar de la teoría escolar.
2. No a las recompensas inmediatas. Cada vez es más frecuente la llamada recompensa inmediata. El pequeño tiene un berrinche y lo primero que hacen los padres es premiarlo al momento para que se le pase. Una de las causas de este tipo de actos impulsivos, es la noción del tiempo.
Los padres, movidos por su rutina laboral, se agobian con el tiempo libre de sus hijos y toman decisiones en base a mantenerlos ocupados todo el día. Campamento de verano, cuadernillo de deberes, clases particulares o incluso horas muertas de videoconsola, televisión o tablet.
Hay que tratar de invertir tiempo en ellos, dejarles que se den cuenta cuando algo no está bien, que aprecien que un premio tienen que ganárselo o incluso que en sus días libres el aburrimiento puede ser una excusa idónea para aprender a crear, a entender o desarrollar un tipo de inteligencia diferente. La imaginación es un recurso vital y hay que tratar de estimularla, si no le dejas tiempo para pensar, su pensamiento será lineal, cuadriculado y poco sujeto a experimentar.
3. Rutina de verano. ¿Quién dijo que la rutina de verano debe ser una continuación de la rutina de invierno? No, en verano se debe de apostar por una vida slow life tanto en padres como en niños. Si en verano se hace lo mismo que en invierno, será imposible recargar pilas e incluso puede ser perjudicial a la hora de afrontar un nuevo curso.
La rutina de verano, por lo tanto, ha de ser diferente. Campamentos o talleres que descubran otro tipo de actividades, incluso puede ser que alrededor se realicen actividades que les ayude o les pueda servir para descubrir nuevas capacidades o desarrollar su propia creatividad.
4. Motivación y tiempo en familia. El verano ha de ser tiempo para pasar en familia. Durante el curso, los quehaceres de cada miembro pueden dificultar disfrutar de ello, sobre todo entre semana. El verano es la época perfecta para invertir en salud familiar.
Pasar tiempo juntos, viajar o pasear. Cualquier motivo que signifique disfrutar de estar un tiempo juntos beneficiará el clima familiar, motivando a cada miembro de la familia pero sobre todo a los más pequeños.
Son los padres quienes deben de favorecer esta situación, el tiempo libre en vacaciones debe ser un tiempo de calidad, donde se potencie la motivación, la ilusión, la creatividad e incluso la inteligencia emocional.
La sociedad evoluciona constantemente, por lo que la educación debe evolucionar de igual manera. Hay que mirar al presente y apostar por aquello que sea mejor para nuestros hijos, todo lo que sea posible invertir en su educación nos beneficiará a largo plazo, puesto que ellos son nuestro futuro.
La educación no se basa en pasar horas estudiando delante de un libro, existen infinidad de opciones para invertir en el desarrollo de los más pequeños y siempre se ha de apostar por aquellas que, aunque se salgan fuera de lo «normal», traigan como resultado la felicidad y el beneficio de los pequeños.
Nuria García. Psicóloga infantojuvenil y directora de Ayudarte Estudio de Psicología
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