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Cuando la amistad es un problema

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La amistad requiere del trato cercano y habitual, necesita que la rieguen para no marchitarse. Pero confiados en la generosidad del amigo, muchas veces relegamos su cuidado a los pocos huecos libres de nuestras apretadas agendas.

Muchas personas se centran en el contacto con los amigos a través de redes sociales que permite profundizar poco porque se desarrolla en un entorno de grupo excesivamente mediatizado por las nuevas tecnologías, pero ¿qué ocurre cuando la amistad es un problema?

Amistades tóxicas durante la juventud

Se producen cuando se extiende más allá de la adolescencia el concepto utilitarista de la amistad. Se suelen generar relaciones de extremada dependencia, en ocasiones con aspectos propios del maltrato psicológico. Algunos jóvenes se ven inmersos en situaciones que no consideran adecuadas, pero de las que no saben salir por miedo a romper con lo que en su entorno es la corriente dominante.

El problema es que a los padres les resulta difícil romper con esta realidad. Antes, llegado el caso, se planteaban cambios de colegio o domicilio. Hoy, Internet impide poner tierra de por medio. Aquí solo funciona la comunicación sincera con los hijos para hacerles ver el riesgo de esa relación.

No conozco a sus amigos

Una de las quejas más frecuentes de los padres en la actualidad es que no saben nada de los amigos de sus hijos, amigos casi virtuales con los que no tienen contacto directo. Antes de la irrupción de las nuevas tecnologías, los padres conocían personalmente a los amigos de los hijos porque la relación era física, presencial.

Para subsanar este problema no podemos violar la intimidad de nuestros hijos y entrar en su mundo virtual, pero sí debemos favorecer el que recuperen el contacto real con los hijos. Pero eso supondrá para nosotros el esfuerzo extra de ejercer de taxistas en nuestros ratos libres y, sobre todo, de abrir las puertas a nuestra casa, al ruido y al desorden que genera tener a un nutrido grupo en alguna estancia de la casa. No se trata de que los padres estén encima de los hijos, sino de que ofrezcan un espacio natural, sano y acogedor que les permita vigilar con quién se mueven los hijos.

No aguanto a los amigos de mi pareja

Dicen que nos casamos con el marido o la mujer y con toda su familia, pero nadie advierte de que también nos casamos con los amigos del contrario, nos gusten o no. Si nos gustan, la vida de amistad en pareja fluirá sin dificultad. Si no nos gustan, merece la pena pararse a pensar en los motivos, si son reales o aparentes, y hasta qué punto podemos aceptar a unas amistades del contrario que no nos satisfacen.

En cualquier caso, no es malo que las parejas se reserven un espacio de amistad propio siempre y cuando no afecte a la vida en común. El ideal será que la pareja vaya formando sus amistades a partir de las que cada uno traía y con la suma de nuevos amigos a los que vayan encontrando.

El concepto de la amistad

Para Alfredo Alonso-Allende, autor del libro Amigos (Palabra, dBolsillo, 2015), «Ser amigo es una tarea, un quehacer», es decir, la definición de la amistad no nace tanto de lo que es en sí como de lo que requiere. «No basta ser simpático ni caerse bien para que dos personas logren ser amigas». El concepto de amistad requiere de un afecto y aprecio mutuos, de una decisión voluntaria por ambas partes, de una preocupación por ayudar desinteresadamente al prójimo y del trato asiduo.

Para alcanzar esta amistad sincera, la persona necesita cultivar cuatro virtudes, cuatro hábitos permanentes que son imprescindibles en el trato con los amigos: la confianza, la generosidad, la lealtad y la gratitud.

Confianza. Por confianza entendemos tanto la que tenemos en nosotros mismos como la que esperamos de nuestros amigos. Pero no puede significar una excesiva intromisión en nuestra vida privada, sino la naturalidad necesaria para tratar con los amigos cualquier materia.

Generosidad. La generosidad en la amistad no es la generosidad en lo material, sino en algo aún más importante, el tiempo. Y más allá de regalar esos ratos de compañía, la amistad también es generosa, porque sabe perdonar los errores ajenos.

Lealtad. El perdón sincero pasa también por la lealtad. El amigo ?explica Alonso-Allende? cierra los labios cuando la crítica o la ironía se ciernen sobre nosotros, pero nos corrige con cariño leal ante el error.

Gratitud. Ocurre que a la sociedad le cuesta tanto dar las gracias que prefiere no pedir favores. Pero la amistad necesita de humildad primero y de gratitud después para que se pueda dar generosamente.

¿Tener amigos es un trabajo?

Las amistades no se tienen, se cultivan, se trabajan. Ser amigo es un arte que conlleva más unos quehaceres que unos sentires. Toda amistad verdadera requiere esforzarse por conocer bien al otro, y una decisión clara de apreciarle y de ayudarle a ser mejor y más feliz de acuerdo con sus circunstancias. Y esas ayudas, que habrán de ser generosas, desinteresadas, siempre conllevan ciertos esfuerzos.

¿Por qué necesitamos amigos?

Toda amistad hace más grata la existencia, porque nos saca del triste pozo de la soledad y nos ayuda a vivir en grata compañía. Estar solo es carecer de un interlocutor de confianza con quien comunicarme, de alguien que me pueda ayudar y a quien yo pueda ayudar. La soledad es aislamiento, reducción del horizonte existencial, pobreza vital. Además, ocurre que con los buenos amigos las alegrías se multiplican por dos y las penas se reducen a la mitad. Y, a veces, hasta desaparecen.

¿Y si descubrimos que tenemos un ‘mal amigo’?

«A todos hace mal el hombre malo, ni a su amigo perdona» dice la sabiduría popular. Ante un «mal amigo» habrá que empezar por intentar ayudarle a que se mejore, pero si advertimos que no quiere cambiar y mejorarse, y que el trato con él nos malea, habrá que saber distanciarse y dar por terminada -al menos de momento? esa amistad. Por tanto, y dado que la bondad o la maldad de los amigos siempre nos influye para bien o para mal, lo inteligente es cultivar la amistad con buenas personas.

¿Es la pareja la amistad más importante?

Los amigos caminan más o menos cercanos. Los enamorados se miran a la cara. No es lo mismo la amistad que el amor conyugal pero, en un matrimonio, cada cónyuge debe ser siempre el mejor amigo de su pareja. Y los buenos amigos tienen siempre algo de ‘cómplices’. Con el tiempo y el trato, ambos cónyuges deben adquirir esa pillería que les capacita para advertir qué es bueno para el otro en cada momento o en cada situación en los que se encuentre. Cada uno debe saber qué es lo que le puede agradar y hacerle más feliz en ese momento o en otros momentos por llegar. De aquí la importancia de un continuado trato habitual, de unas frecuentes conversaciones a solas, de un frecuente intercambio de vivencias y de intimidades. La amistad con la pareja es parte importante del amor conyugal.

María Solano Altaba
Asesoramiento: Alfredo Alonso-Allende, autor del libro Amigos (Palabra, dBolsillo, 2015)

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