Es una realidad que, previsiblemente, la triste realidad del acoso esoclar no va a cambiar a corto plazo. Siempre ha habido compañeros de clase abusones, pero el siglo de la tecnología ha multiplicado su efecto. Si a los padres nos preocupa que nuestros hijos sufran acoso escolar, aún nos angustia más el que vivan en soledad la angustia que esta situación produce. La clave, dicen los expertos, pasa por mantener una comunicación fluida y sincera en la familia, con el corazón abierto y con los sentimientos sobre el tapete.
Siempre ha habido acoso escolar. Ninguna época y ninguna sociedad está libre de esta lacra porque las personas actúan con otros en función de numerosos factores: temperamento, carácter… Pero algo está pasando en la sociedad actual que el acoso escolar, en sus versiones de bullying y ciberbullying, supera con creces aquella colleja mal dada en un recreo o el abusón que robaba los bocadillos de los más débiles. Ahora, por distintas causas que no vienen al caso, en demasiadas ocasiones el acoso termina con el peor de los escenarios: un suicidio, una huida hacia adelante para escapar del laberinto. Y si no se llega al extremo de quitarse la vida hay, en cualquier caso, un sufrimiento inenarrable.
¿Qué está pasando? Es posible que uno de los factores implicados en esta realidad sea la falta de resiliencia de nuestros adolescentes. Muchos de ellos, educados entre algodones, tienen serias dificultades para manejar la frustración en la vida cotidiana. Cuando además esta frustración se exaspera y se multiplica, los acosados carecen de los mecanismos suficientes no solo para resolver la situación sino incluso para pedir ayuda. Pero hay otro factor mucho más potente que ha provocado un cambio sustancial en la realidad misma del acoso: las redes sociales tienen un efecto devastador porque multiplican el alcance -en el tiempo, en el espacio y en la audiencia- de cualquier actitud de abuso.
Queda mucho camino por recorrer. Los últimos casos de acoso escolar han ‘puesto las pilas’ a la sociedad y a algunas administraciones públicas que trabajan en protocolos de actuación y sistemas preventivos para actuar ante el menor indicio. Pero el papel fundamental fuera del hogar corresponde a los centros educativos en los que hacen falta muchas horas de trabajo en el aula.
En la escuela, más vale prevenir contra el acoso escolar
Trabajar desde la mesa del profesor para prevenir, detectar y, en cuanto sea necesario, intervenir en un caso de acoso, no es tan sencillo como parece. Como explica la pedagoga Maite Vallet, hace falta que el profesorado esté bien preparado. De la misma manera que se le exige el conocimiento de la materia que va a impartir, sería necesario completar la formación de los docentes en cuestiones relacionadas con la educación emocional.
Pero para que esos conocimientos puedan ser realmente puestos en práctica en el aula, se necesita tiempo. En algunos centros se concede poca importancia a las horas dedicadas a tutorías. Sin embargo, son unos tiempos clave para trabajar en grupos reducidos las emociones y potenciar la reflexión. «Cuando los chicos reflexionan sobre lo que ha pasado, siempre descubren qué está mal».
Hay diversos sistemas para gestionar los casos de abuso en las aulas, por ejemplo, cuando un alumno dice algo malo de otro, podemos invitarlo a enumerar diez cualidades de sus compañeros de clase. El trabajo en grupos pequeños, de unos cinco niños, resulta muy eficaz para fomentar la reflexión sobre situaciones concretas. Pero lo que resulta imprescindible es que el profesor sepa afrontar una situación de acoso cuando la percibe y parar sin dilación al acosador. Cuando el problema se detecta a tiempo, una intervención certera puede evitar que se complique la situación.
En casa, mesa redonda para detectar el acoso escolar
Explica Maite Vallet que uno de los problemas que se detectan en muchas familias en el terreno de la comunicación es que, si bien se habla mucho de cuestiones relacionadas con el ámbito académico, se profundiza muy poco en los sentimientos. Padres que consideran que se preocupan por sus hijos porque les preguntan cómo les ha ido, dan por válida la respuesta del resultado del último examen o las dificultades de determinada materia. Pero no se atreven o no saben indagar en cuestiones relacionadas con el terreno socioemocional.
El reto radica en que hablar de sentimientos es más complicado. De hecho, Vallet apunta a que utilicemos las técnicas adecuadas, como preguntar por cuestiones muy concretas e indagar más allá de la primera respuesta. «No hay que saber solo a qué han jugado y con quién sino cómo se han sentido, si les apetecía jugar o si preferían jugar a otra cosa y no les han dejado».
Para Vallet, es muy importante enseñar a los chicos a gestionar su relación con aquellas personas con las que no tienen sintonía y generar una dinámica de respeto. Al mismo tiempo, les podemos guiar para que elijan a aquellos amigos con los que se sientan más cómodos, sin que por ello dejen de tratar a los que les resultan más lejanos. «No se trata de quitarle importancia a lo que les ocurre sino de que, porque es importante, aprendan a gestionarlo para que no marque sus vidas».
María Solano Altaba
Asesoramiento: Maite Vallet. Pedagoga
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