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Consejos para mantener la calma cuando el niño se porta mal

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Es inevitable, el ansia por descubrir y las ganas de aventura de los más pequeños de la casa terminan provocando alguna trastada que se merece una riña. Cuando el niño se porta mal hay que recordárselo mediante una reprimenda, pero los padres tampoco pueden dejar llevar por la situación. Perder los nervios puede suponer un gran susto para el niño que hace que no entienda realmente por qué se le regaña.

Mantener la calma en estas situaciones es primordial para conseguir el éxito en estas riñas. Frente a la actitud desafiante del niño cuando se le regaña, hay que posicionarse serenamente para explicarle en qué se ha equivocado. Una labor para la que pueden ayudarte estos consejos con los que no dejarse llevar por la situación.

Mantener la calma cuando los niños se portan mal

–  No pensar en ello como algo personal. Cuando el niño se porta mal, algunos padres creen que serán juzgados desde fuera como malos educadores debido al comportamiento de su hijo. Pero hay que mantener la calma y recordar que es solo un momento pasajero y que manteniendo el diálogo con el niño se conseguirán mejores resultados.

–  Conoce su situación. En estas situaciones en las que el niño se porta mal muchos padres actúan de forma rápida para acabar con esta actitud de forma rápida, olvidándose de que sus hijos quizás tengan algo que decir. Permitir que se expliquen es una buena idea y favorecerá un clima de diálogo que ayudará a resolver el conflicto de manera más breve.

–  Llévalo a un lugar apartado. En ocasiones la exposición de un niño a la vista de todos mientras recibe una reprimenda puede provocar en él un excesivo nerviosismo que se contagie al padre. Para evitarlo, una vez que el menor se ha portado mal, es mejor hablar con él en un lugar más íntimo que favorezca la calma tanto de él como del adulto.

–  Avisar a la menor señal. Muchas veces la actitud que merece la reprimenda es el resultado de otras más pequeñas que no han sido apercibidas. Si los padres avisan a la más leve señal, tendrán más posibilidad de evitar que los niños terminen comportándose de forma inadecuada haciendo que los mayores pierdan los nervios.

–  Recordar que son niños. Los niños son lo que son, no se les puede exigir que sean unos adultos antes de tiempo. Hay que comprender sus ansias de descubrir y de jugar antes de enfadarse porque no se han comportado como un mayor. Esto no quiere decir que no se les deba imponer límites en su educación y regañarles cuando toque, sino que simplemente no se pueden perder los papeles porque no se ha portado como un adulto.

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Errores a la hora de castigar

Tanto a la hora de reñir como castigar hay que saber proceder. Si la actitud del niño merece más que una reprobación, no te olvides de no cometer estos errores:

–  Utilizar el castigo de manera constante. Uno de los errores principales que se suele cometer es el utilizarlo de manera constante todos los días. Esto implica que se pierda su eficacia y que no tenga el efecto que podría tener sobre el niño.

–  Poner castigos no correlativos al nivel de la acción. Si un niño no estudia, no se le debe castigar con quitar la clase de kárate que tanto le gusta, porque por mucho que no vaya a kárate no va a estudiar más ni aprobar. Si no estudia deberá estudiar.

–  No avisar los castigos. Los castigos deben ser avisados, y los niños deben saber qué consecuencias puede haber si deciden hacer algo contrario a los que les pedimos. Muchas veces realizan algo mal y se les castiga sin saber lo que podía suceder. Con esto, se puede conseguir que antes de actuar piensen lo que van a hacer, dejando la opción de que puedan elegir bien y no sea necesario ningún castigo.

–  No utilizar el castigo como herramienta educativa. Más que pensar cuándo se debe castigar a un niño, hay que imaginar que si éste, a pesar de estar constantemente reforzado de modo positivo para que aprenda el modo que debe comportarse, no se comporta adecuadamente.

–  Perder la serenidad. Es importante mantener la calma. Cuando los hijos han montado un buen lío o han desobedecido, lo primero es tener mucha serenidad y no perder los papeles por el enfado que nos han podido ocasionar, porque se puede actuar de manera desproporcionada, no meditada y además, nada positiva para la educación del niño.

–  Permitir que no cumplan los castigos. Si el castigo se queda en palabras, los padres pierden autoridad. Una vez tomada la decisión, la labor principal para finalizar sería asegurarnos que realmente nuestros hijos lo cumplen.

–  Buscar un castigo que le fastidie. Cuando castiguemos a nuestro hijo hay que ceñirse a las consecuencias de su mal comportamiento, no buscar hacerle el mayor daño posible.

Damián Montero

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