La principal herramienta para que nuestros cuentos funcionen y se conviertan en cuentos que cuentan ya la tienen nuestros niños. Es algo innato. Con su propia imaginación consiguen meterse en la historia y convertirse en el personaje del cuento y construir el ambiente donde se desarrolla.
Para contar cuentos que cuentan conviene seguir una estructura literaria, es decir, en los cuentos, como en las mejores novelas, siempre hay una presentación, un nudo, y un buen y maravilloso desenlace.
La presentación de los cuentos que cuentan
En la presentación se trata de captar la atención, se presentan los personajes y la trama. En ella se abren los ojos del que escucha, se ambienta la escena y se prepara hacia la sorpresa.
Por ello, comenzar como tradicionalmente se ha hecho en los cuentos de siempre con un «Érase una vez que se era…» o con «Había una vez» provocan la necesidad de saber qué viene después. Este principio es la «chispa» que da paso al proceso para que llegue el desenlace o solución del conflicto.
El desarrollo de los cuentos o nudo
El nudo del relato es el momento en el que la trama del cuento se pone en marcha. Los acontecimientos se sucederán de forma continuada. Unos nos irán llevando a otros de una forma coherente, con un ritmo que debemos intentar no decaiga en ningún momento.
Sin provocar por ello intranquilidad, ni aceleración. Los cuentos infantiles son canalizadores de emociones positivas. Aunque generan la tensión que subyace al conflicto, ésta no es nunca tanta como para generar angustia o desazón pues nos va ofreciendo las estrategias, las técnicas, las pautas para resolver.
El final de los cuentos
El desenlace es la solución del conflicto. El cuento, como sucede en la vida misma, debe tener una resolución que debe sorprender y a la vez tranquilizar al que escucha el cuento. Nos debe impactar y para ello el tono de voz y otros recursos no verbales juegan un papel importantísimo a la hora de contar cuentos.
Consejos para contar cuentos que cuentan
– Tan importante es el contenido del cuento como el cómo lo contamos: nuestro tono de voz, ritmo, cadencia y nuestros gestos corporales son variables, esenciales para atrapar su atención y hacer creíble la historia. Ten en cuenta que los cuentos poseen la capacidad innata de estimular la capacidad de autosugestión más introducirnos en la historia, vivirla y hacerla más emocionante.
– Actúa con la lectura. Debemos recordar que nuestro hijo observa nuestro rostro, percibe nuestra tranquilidad emocional y disponibilidad sincera para regalarle un ratito corto e implicarnos en la narrativa.
– Los cuentos, mejor cortos y breves. Hay que tener en cuenta que, al tratarse de cuentos y no de relatos literarios, deben ser cortos y pueden realizarse en prosa o en verso.
Podemos inventarnos juntos cuentos con rimas y sainetes, fáciles de recordar en cualquier momento. Les servirán como «tele-transportadores» emocionales, cada vez que los tarareen o recuerden.
Ana Gutiérrez y Pedro Moreno. Psicólogos clínicos
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