La sinceridad, que los niños sean sinceros, se consigue a base de muchas pequeñas cosas todos los días. Cuando los felicitamos porque han dicho la verdad, cuando les contamos todas las consecuencias positivas que tiene decirla y las consecuencias negativas de mentir; cuando les contamos cuentos relacionados con la verdad (el cuento de Pedro y el Lobo), es entonces cuando los hijos van aprendiendo.
El período sensitivo de la sinceridad se vive entre los tres y los nueve años. Por lo general, los niños pueden empezar a mentir a los 5 ó 6 años, pero también pueden fantasear entre los 3 y los 5 años. Para que se produzca una mentira, debe existir intencionalidad moral y esto surge hacia los 7 años, al llegar al uso de razón. No se trata de echarles sermones, sino de aprovechar nuestra influencia sutilmente, valiéndonos de las situaciones y buscando los ejemplos adecuados.
En primer lugar, será inculcar en el hijo una visión positiva de la sinceridad. Todo niño debe comprobar, por sí mismo, que decir la verdad es algo bueno siempre. Por eso, los padres debemos estar atentos a sus primeros fallos y no reñirles mucho, sino más bien hacerles ver que nos sentimos orgullosos de ellos cuando dicen la verdad, aunque el florero roto fuese el preferido de mamá; si, por el contrario, entramos en cólera le trasmitimos al niño que decir la verdad, a veces, no es bueno.
Así podemos fomentar la sinceridad
1. Si dice la verdad, felicitarle, así querrá repetir mil veces más esa acción.
2. Cuando cuente las cosas del colegio a diario, escucharle sin interrumpirlo.
3. Cuando nos cuente algo que no ha hecho bien, explicarle cómo debería haber actuado y animarle a mejorar.
4. Si dice que no ha hecho la tarea porque estaba jugando, hacerle ver lo contento que estará cuando primero cumpla con su obligación.
5. Si reconoce que ha roto el jarrón, hacer que se responsabilice pagando una parte o todo con sus ahorros.
6. Si dice una mentira, corregir su error, sin castigarlo y animarle a que se disculpe.
Ideas para educar a tus hijos en la sinceridad
– Enseña a tu hijo desde pequeño a distinguir entre realidad y fantasía; es normal que inventen amigos o situaciones imaginarias. No debemos regañarles por ello, pero sí poco a poco hacerles reflexionar sobre la cosas que existen y las que son producto de su imaginación.
– A partir de lo 5 ó 6 años debe aprender la diferencia entre la veracidad y la verdad, entre lo que él cree y lo que realmente es. Si un día insiste en que no pudo colorear los dibujos que les mandaron en el colegio porque no tuvo tiempo (lo que él piensa), hay que enfrentarlo con la realidad y hacerle admitir que ha dedicado más tiempo a jugar (lo verdadero)
– Si inventa historias asombrosas puedes potenciar esa gran capacidad creativa y animarle a plasmarlas en dibujos, que modele sus personajes, etc.
– Así como la mentira es contagiosa, la verdad también. Si los padres practican la sinceridad en casa, los hijos se acostumbrarán también a hacerlo.
– La educación es la suma de la coherencia, la constancia y el cariño. Vivir en un clima donde se vive la sinceridad por encima de todo hará que al niño le resulte más difícil caer en la mentira.
La comunicación es esencial para educar en la sinceridad. Si tu hijo es muy calladito, procura buscar situaciones en las que se encuentre a gusto para hablar, elige temas de su agrado (su juego favorito, su colección de cromos, su equipo de fútbol, etc.) Si por el contrario habla más de la cuenta, habrá que enseñarle a moderar sus expresiones, a que existen secretos de familia, a dominar sus ganas de contarlo todo, ya que serán más frecuentes las imprudencias.
Marisol Nuevo Espín
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