Quizás consigas un resultado rápido, pero el cachete y el bofetón nunca es un castigo eficaz. Si quieres educar a tu hijo para que comprenda por qué debe cambiar de comportamiento, debes explicarle las cosas y buscar otros métodos para corregirle.
Perder los nervios está a la orden del día, sobre todo, con la vida tan acelerada que llevamos. Pero tenemos que convencernos de una cosa: el castigo físico, en forma de cachete, torta o bofetón nunca es eficaz, lo único que estamos consiguiendo es «liberar» de alguna manera nuestra impaciencia, y casi siempre nos arrepentimos después. Solo en algunos casos muy puntuales puede estar justificado, aun sabiendo que es muy poco efectivo.
Tampoco podemos pensar que una torta, un bofetón, unos gritos, o una humillación, es la manera de educar y conseguir que nuestros hijos nos respeten y nos obedezcan. Corregir de esta forma no es ejercer la autoridad, sino imponer autoritarismo.
Lo que dice la psicología sobre el cachete como castigo
Cuando hablamos de castigo, generalmente hacemos referencia a una sanción que sigue a un comportamiento inadecuado. Dicha sanción puede ser de dos tipos:
1. Que el comportamiento inadecuado vaya seguido de la presentación de un estímulo negativo: puede ser un cachete, un grito, un sonido desagradable…el término técnico que se utiliza para referirnos a este tipo es el de castigo positivo.
2. Que el comportamiento inadecuado vaya seguido de la retirada de algo que es positivo para el niño: un postre especial, una peli de vídeo, quitar tiempo de recreo, quitar puntos que al niño se le han dado previamente….El término técnico que se utiliza es castigo por omisión o costo de respuesta. Este es bastante más efectivo que el castigo físico: hacer que la conducta negativa vaya seguida de la pérdida de algo que es positivo para el niño.
El cachete es poco efectivo en educación
El primer tipo de castigo presenta una serie de problemas importantes, quizás el mayor de ellos es que, independientemente de que sea ético o no, es muy poco efectivo por varias razones:
1. Su eficacia es temporal: por lo general, sólo funciona mientras está presente la persona que castiga y, cuando ésta se ausenta, vuelve a aparecer la conducta negativa.
Si es leve y frecuente, el niño se habitúa y deja de responder al castigo: por ejemplo aquellos niños que se acostumbran a los gritos de los padres o del profesor.
2. El castigo se puede convertir en un refuerzo, le compensa el castigo con tal de seguir llamando la atención: por ejemplo, niños con baja autoestima, niños cuyos padres están muy poco en casa, niños con fracaso escolar… a menudo descubren que la única forma de que les presten atención es portarse mal. Aunque les den un cachete, por lo menos les hacen caso, o consiguen convertirse así en el centro de atención de la clase…esto les puede más que el temor al castigo. Hay que enseñar a nuestros hijos en este caso, formas positivas de llamar la atención de sus padres y profesores.
3. Aparecen efectos secundarios. Si el castigo es intenso, en primer lugar no sería ético, y, en segundo, aparecen a menudo efectos secundarios como miedo, agresividad desplazada hacia otras personas más débiles, sentimientos fuertes de culpa…. que a menudo se generalizan no sólo al niño y la situación que se castiga, sino a otras muchas situaciones.
Cómo evitar que los nervios de punta nos traicionen
Hoy en día, casi todos los padres somos conscientes, que los castigos físicos no arreglan nada. Pero el asunto es que a veces no nos podemos controlar. Nos ponen los «nervios de punta» sus pataletas, sus rabietas, lo testarudos que son en ocasiones, ver que no hacen las cosas que les pedimos, sino todo lo contrario, a pesar de que se lo hemos repetido muchas veces, (nos están probando) etc. Y «zas» no podemos más y se nos escapa unos azotes o un par de tortas, o agarrarles bruscamente por el brazo o tirarles del pelo.
El castigo físico y el castigo en general, no enseña lo que hay que hacer, sino únicamente lo que no hay que hacer: por tanto, si no damos oportunidad al niño de recibir atención y refuerzo a través de otras conductas más adaptadas, es muy probable que ocurra como señalábamos en el punto anterior: que le compense el castigo con tal de recibir atención o que se habitúe a ello con temor o a ignorarlo.
El cachete, ¿está justificado alguna vez?
A pesar de todas estas objeciones, en algún caso puntual puede estar justificado el uso del castigo, aun sabiendo que no es muy efectivo. Según Teresa Artola, en aquellos casos en los que la conducta negativa es grave para el niño o las personas que le rodean, y cuando no han funcionado otras técnicas más positivas. Por ejemplo, en los niños discapacitados que se autolesionan, a menudo está conducta negativa se corta haciendo que vaya seguida de un estímulo desagradable como por ejemplo un ruido molesto.
También depende mucho de la edad del niño. Por ejemplo, en aquellos niños de 2 o 3 años, con el que cuesta razonar, y en algún caso concreto, puede ser adecuado utilizar un azote, como forma de hacerle entender que lo que ha hecho está mal, no como forma de desahogo del padre o de la madre.
Otro ejemplo: ves a tu hijo que ha tirado del pelo a su hermano o a otro niño, quizás un cachete suave en la mano que ha utilizado para tirarla del pelo puede venir bien para que no se le olvide de su conducta y recordar siempre la «mano mala». No obstante en muchos casos, aunque al padre o a la madre le pueda servir de desahogo, es poco eficaz y sería mucho más efectivo premiarle cuando se le sorprende haciendo la conducta contraria: reforzar las conductas positivas.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Teresa Artola. Doctora en Psicología.
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