Aprender un idioma se ha convertido en un requisito indispensable en cualquier currículum académico. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no todos los niños se desarrollan de la misma manera, lo que quiere decir que no todos son capaces de adquirir destrezas del mismo modo. Esto también traslada al nivel de las lenguas y al desarrollo de las habilidades correspondientes. Y es que, en algunas ocasiones, pueden causar estrés en los hijos.
Cuando el aprendizaje de un nuevo idioma causa estrés, se le denomina ansiedad lingüística. ¿Cómo detectarla? ¿Qué pueden hacer los padres en estos casos? Desde la Universidad de Granada se aborda estas situaciones a través de un estudio en el que han participado un total de 63 alumnos, un trabajo en el que han detectado que la presencia de estos casos disminuye la calidad de su dominio de otras lenguas.
Consecuencias de la ansiedad lingüística
La ansiedad lingüística produce sensaciones similares a las de la ansiedad en los alumnos. En concreto, se detectan consecuencias como ls siguientes:
– Peor rendimiento en el aula en actividades que impliquen hablar clase, en especial si estas deben realizarse en inglés. Sin embargo, estas no se detectan en otras asignaturas. De esta forma, su capacidad de intervención se ve mermada, dificultando su relación con otros compañeros.
– Inhibición de la participación. Los alumnos con ansiedad lingüística suelen evitar ler en alto frente a toda la clase, incluso a preguntar sus dudas a la hora de detectar correcciones. La falta de respuestas voluntarias a las preguntas, hacen que queden en evidencia y se sientan todavía más coartados.
– Consecuencias emocionales. Algunos estudiantes indican que esta situación en clase derivaba en una menor motivación y dedicación en el aprendizaje de una nueva lengua. Esto suponía una retroalimentación que hacía que quedasen atrás en el nivel.
Cómo combatir la ansiedad lingüística
La ansiedad lingüística puede evitarse con herramientas como las siguientes:
– Enfrentar la ansiedad de frente. La ansiedad es un estado que nos hace estar en constante estado de nervios, como si se tuviera una alarma ante la mínima situación. El objetivo es dominarla cda vez que se detecten algunas señales.
– No procastinar. Dejarlo todo para el último momento es una mala decisión, en especial cuando se trata de algo que no se entiende. Aunque suene atractivo ir posponiendo aquello que se odia, esto a largo plazo se convierte en una idea nefasta ya que, tarde o temprano, los problemas terminan por alcanzarnos. Los padres deben estar atentos a estas situaciones para hacer ver a sus hijos que a estas situaciones hay que plantar cara y no esconderse.
– La solución puede ser un problema. Hay algunos hábitos relacionados con la ansiedad que pueden alterar más. Hay que encontrar respuestas que ayuden en lugar de generar más ansiedad.
Damián Montero
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