Los niños que muestran comportamiento agresivo no lo hacen porque sean malos o porque tengan una naturaleza agresiva. Poco a poco, según cómo se responde a estos comportamientos, se crean patrones neurológicos de respuestas ante lo que el niño puede considerar una amenaza. Este proceso suele suceder de manera paulatina e inconsciente y así se desarrolla la agresividad infantil.
El sistema límbico es el que se encarga de los procesos emocionales en el cerebro. Con el tiempo y madurez los niños aprenden a controlar sus emociones. Una vez establecido el patrón de respuesta agresiva, el sistema límbico acude a la agresividad como respuesta preferente, pero esto se puede evitar.
La manera en que respondemos a los comportamientos agresivos dictará su presencia habitual. Este proceso debe ser realizado de forma consistente y, como todo cambio de comportamiento, requerirá tiempo.
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6 consejos para prevenir la agresividad infantil
Cuando un niño no tiene tolerancia a la frustración y reacciona de manera agresiva tiene un mayor riesgo de padecer problemas conductuales a largo plazo. La mejor manera de prevenir la agresividad infantil es interviniendo cuanto antes.
Para prevenir la agresividad infantil, sigue estos consejos para evitar que los comportamientos agresivos se vuelvan un patrón, así como para intentar solventarlos una vez establecidos.
1. Hay que evitar castigar los comportamientos agresivos con agresividad
Los padres y adultos son modelos de comportamiento en todo niño. Si respondemos con agresividad es muy factible que nuestros hijos también reaccionen de manera semejante. Ser agresivos en nuestras respuestas no siempre conlleva ser físicamente agresivos, también se puede ser agresivo con el lenguaje o con el tono.
Los padres que son verbal o físicamente agresivos promueven agresión en sus hijos. Un niño puede mostrar comportamientos agresivos a pesar de no haber observado específicamente ese comportamiento en casa (por ejemplo, pegar a sus compañeros aunque nadie en su casa jamás haya pegado a nadie), pero esta podría ser una respuesta adquirida al ver programas televisivos, videojuegos agresivos o películas violentas. De esta manera no solo hay que ser modelos en el ejemplo sino también con el ambiente al que exponemos a nuestros hijos.
2. Hay que reforzar los comportamientos no agresivos
Cuando notamos que nuestro hijo se comporta de manera apropiada y no agresiva hay que hacérselo saber y felicitarle por ello. Hay que decirle lo orgullosos que estamos de él y que debería estar orgulloso de sí mismo. Esto no solo reforzará la conducta positiva, sino que también ayudará a desarrollar un sentido interno de orgullo.
3. Claridad ante las conductas esperadas y aquellas a evitar
Hay que informar a nuestros hijos claramente sobre qué conductas que no serán toleradas y cuáles son apropiadas. Podemos trabajar con nuestro hijo en el desarrollo de metas para mejorar su comportamiento. El uso de una tabla de comportamiento donde colocamos una pegatina por cada comportamiento positivo, por ejemplo, podría ser una manera visual de llevar constancia de las mejoras.
4. Evitar reforzar el comportamiento agresivo
Es común que profesores y padres de manera inconsciente refuercen el comportamiento agresivo a través de la atención que les prestamos. Algunos niños sienten que obtener atención negativa es mejor que no tener ningún tipo de atención, es decir, en ocasiones solo quieren llamar la atención. De esta manera se debe intentar reforzar aquellos comportamientos positivos e ignorar dentro de lo posible los agresivos.
5. Considerar alternativas a la conducta agresiva
Haciendo uso de técnicas como el rol play, podemos practicar y enseñar a nuestros hijos a encontrar comportamientos alternos a la agresión. Podemos jugar a estar en momentos de frustración y practicar las diferentes soluciones. Podemos hablar con ellos y preguntarles cómo reaccionarían ante diferentes conflictos. Esta práctica ayudará a reprogramar las conductas asociadas a frustración en el sistema límbico.
6. Eliminar las causas de estrés y ansiedad
Quizás en casa hay algún problema o tensión que esté afectando al niño. Sería beneficioso protegerle de posibles discusiones y dejarle al margen de tensiones.
Maite Balda Aspiazu. Psicóloga y máster en Neurociencias Cognitivas
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