La propia naturaleza parece hacer incansables a los niños, pero para que sean tranquilos, dueños de sus actos y felices, es necesario, entre otros factores, que tengan un horario en el que se incluya un tiempo de descanso adecuado a su edad.
Las actividades extraescolares dan la oportunidad de potenciar habilidades, de estar con niños fuera del ámbito escolar, de ocupar un tiempo, pero como todo en la vida, en su justa medida para que el tiempo no vuele más rápido de lo ya que vuela y podamos disfrutar con ellos.
El cuidado de los niños, que requiere la adquisición de unos buenos hábitos de orden, comida, higiene y sueño, hace que crezcan de manera saludable. Les permite adquirir una seguridad y confianza que les ayuda cada día a saber quiénes son y qué son capaces de hacer. Es una capa muy incipiente, pero es la base del autoconocimiento, necesaria para que la autoestima comience a crecer.
Falta tiempo para tantas extraescolares
Vivimos en una sociedad llena de posibilidades, cada vez más fáciles de alcanzar, porque todos los avances tecnológicos en este nuevo siglo han producido un gran cambio sociocultural y favorecen la inmediatez. Hoy nos podemos desplazar de un sitio a otro de manera más rápida, la oferta de actividades es amplia, el tiempo para disfrutarlas es menor, la valoración de cada acción es más superficial y todo ello hace que vivamos de manera muy intensa.
¿Cuantas veces nos ha podido pasar que nuestro hijo está jugando, pintando o contándonos algo y de pronto deseamos que acabe rápido para pasar a lo siguiente? Nuestra perspectiva no es la misma que la suya y esto puede hacer que a veces les aceleremos o les dirijamos en exceso por dónde deben ir, sin dejarles a ellos que «decidan» qué hacer, cómo hacer, dónde hacer, etc…
Es bueno que tengan tiempo para todo, incluido para el descanso, un tiempo que puedan parar, hasta aburrirse, que tengan las horas necesarias de sueño para que puedan disfrutar de una manera óptima. Los adultos, si no descansamos las horas que necesitamos, nos cuesta rendir en el trabajo, tomar decisiones, ser amables, encajar los reveses y todo eso nos influye en nuestro carácter. A ellos les ocurre algo similar.
Adaptamos las extraescolares a nuestro horario
Nuestro modo de vida, originado por muchas circunstancias, hace que a veces no podamos estar con nuestros hijos el tiempo que quisiéramos o cuando quisiéramos.
Sin darnos cuenta, poco a poco vamos adaptándoles a nuestros horarios con más y extraescolares, cuando debería ser al revés.
Cuando tenemos nuestro primer hijo, nuestra vida cambia completamente, nos tenemos que adaptar mutuamente y necesitamos ajustarnos unos a los otros. Al nacer son vulnerables, dependen absolutamente de nosotros para vivir, de ahí la importancia de que adquieran unos hábitos para que todos vivamos un orden de vida. Por ello, es necesario que nos adaptemos nosotros a ellos, para que facilitemos la adquisición de unos buenos hábitos para su crecimiento y tengamos una vida armónica.
En algunas ocasiones, nos podemos sentir culpables de no pasar con ellos el tiempo que nos gustaría y esto nos lleva a pensar que necesitan continuamente hacer cosas, una detrás de otra. Les llevamos de aquí para allí, hacen una actividad y otra, no les dejamos parar y esto hace que su vida sea intensa, tremendamente dirigida y con poco espacio para que tengan su tiempo y desarrollen su ingenio y creatividad.
Tiempo para jugar, tiempo para descansar
Cuando nuestros hijos van al colegio el lunes o vuelven de vacaciones, en muchas ocasiones se escucha a los profesores decir que vienen totalmente revueltos y a veces, más cansados de cuando se fueron. Por una parte, es normal porque cambian de rutinas y hay nuevas emociones, pero, por otra parte, como les dirigimos tanto, les exponemos a un nivel de actividad tan intenso que no le da tiempo a reposar y cargar las energías suficientes para su actividad ordinaria. Esto hace que no rindan, que no se aguanten, que reaccionen de manera incontrolada y les produce un desasosiego que les quita la paz.
Nuestros hijos necesitan tener tiempo para jugar, leer, pintar, dibujar, visitar a los abuelos, hacer deporte, desarrollar un arte, aburrirse, potenciar el ingenio, etc… y, para ello, los padres tenemos que darles ese tiempo.
Pero esto no significa que deben hacer de todo a cualquier edad. Cuando son pequeños harán lo que creamos que les puede gustar y cuando crezcan lo que ellos elijan bajo nuestra tutela y la orientación de los tutores. Respetando un horario que les permita hacer cada una de las cosas de manera pausada y, si hay algo extra que no encaja en los horarios, descartándolo y comprobando que no pasa nada por no hacerlo.
En términos generales, los niños deben tener tiempo para ir al parque, que estén con otros niños jugando, que lleguen a casa a una hora que puedan hacer las cosas con cierta calma. Si son pequeños, su baño, juego, cena y con un tiempo previsto para el momento de irse a la cama, y si son algo más mayores, con tiempo para que puedan realizar los deberes, jugar algo también, ducha, cena y tranquilidad para el momento de acostarse. Es el momento del día en que las pilas están más desgastadas, por eso si hay un poco de tiempo para hacer cada una de esas cosas se puede llevar mejor.
Patricia Cigaran Fuster. Departamento de orientación NClic
Te puede interesar:
– Actividades extraescolares creativas