Según los expertos, uno de cada cuatro alumnos españoles está en riesgo de sufrir acoso escolar. A pesar de ello, los centros escolares y las administraciones, por lo general, mantienen una actitud reactiva. La única forma de llegar a tiempo pasa por estar adecuadamente formados para contener las primeras manifestaciones del bullying.
¿Podemos proteger a nuestros hijos y alumnos de sufrir este maltrato en las aulas?
Óscar Cortijo, director corporativo de personas del CEU y coautor de Cómo prevenir el acoso escolar (CEU Ediciones), cree firmemente que sí. Pero, ¿a qué llamamos acoso escolar? Los niños se pelean. Y no es que debamos aceptar la violencia como fórmula de relación, pero no toda pelea es acoso. ¿Cuándo se cruza esa barrera, cuándo dejan de ser ‘cosas de niños’? Para Óscar Cortijo, «efectivamente, un conflicto puntual no es acoso escolar. Según hemos investigado, las agresiones suelen tener una escalada. Para que ciertamente podamos hablar de acoso de manera objetiva han de darse tres criterios: que se produzca alguna conducta de hostigamiento o violencia, que esta se repita sistemáticamente y que tenga cierta perdurabilidad en el tiempo».
Sin embargo, «cuando los conflictos menores no se resuelven y no hay un plan de actuación, cuando no intervenimos para indicar que esa no es una forma de relación correcta, provocamos que algo que puede ser cortado a tiempo vaya evolucionando. Banalizar las agresiones o la impunidad ante un conflicto incrementa la probabilidad de que el acoso escolar suceda», explica Cortijo.
Indicadores de alarma para detectar el acoso escolar
En ocasiones leemos que los padres han sido los últimos en enterarse del acoso escolar. Para evitarlo, resulta imprescindible la participación de las familias en todos los planes integrales de intervención sobre el acoso. «Muchas veces se ponen en marcha protocolos sin tener en cuenta a toda la comunidad escolar, y esta incluye a los padres», advierte Cortijo.
Por otro lado, el experto enumera una serie de indicadores que pueden hacer saltar las alarmas sobre si nuestro hijo está siendo víctima o verdugo y qué podemos hacer para indagar:
– La negativa profunda a acudir los lunes al colegio. De forma sistemática, los domingos el niño manifiesta un gran estrés o ansiedad ante la idea de acudir al centro.
– Detectar que falta material escolar o material dañado.
– Que el niño no quiera asistir a las actividades extraescolares o eventos sociales que tengan que ver con el colegio (cumpleaños, actividades deportivas…)
– Lo más importante: un cambio brusco de la personalidad, de dejar de disfrutar de las cosas más frecuentes. Aparecen síntomas depresivos, de tristeza, anhedonia…
En el caso de hijos acosadores:
– Detectar qué estilo relacional tiene nuestro hijo en clase.
– Tratar de evaluar su grado de empatía.
– Trae a casa material que no es suyo.
– El uso de motes o insultos.
– Observar las compañías.
– Prestar atención al modo en que resuelve sus conflictos…
En ambos casos, la comunicación fluida con el tutor resulta fundamental.
Mirar hacia otro lado
Existe en los centros un error gravísimo de negación y es el de pensar que «en mi centro no pasa nada». Muchos directores de centros escolares creen que implantar protocolos o hablar sobre el acoso en su centro traería consigo un efecto llamada, cuando no hacerlo provoca precisamente lo contrario: la negación del centro a asumir que tiene que dar la mala noticia de que en su patio hay conductas de acoso y que cuanto antes lo sepamos antes intervendremos y erradicaremos el problema.
El problema de los protocolos en España, afirma Óscar Cortijo, es que son reactivos. Por eso no funcionan. «Los planes integrales de prevención lo que buscan precisamente es que medidas como cambiar a la víctima de centro no sucedan, sino que ante una situación de maltrato, esta quede impune y sea vinculada al régimen disciplinario y de sanciones por parte del centro. Para eso hay que tener esa visión proactiva de intervención para evitar que nadie salga del centro, sino que se cambien los estilos comportamentales dentro del aula».
La banalización, la negación y la impunidad son las tres grandes lacras a las que se enfrenta la prevención. «Cuando vemos que se toma la decisión de sacar a la víctima del centro es consecuencia de que los adultos no hemos hecho los deberes de la prevención y la actuación», concluye Cortijo. ¿Qué está ocurriendo? ¿Acaso educamos peor? En opinión de Cortijo, «por un lado es evidente que ha habido una pérdida de valores: de respeto, de compañerismo… Sin embargo, el acoso ha existido siempre, no es algo nuevo. No obstante, la banalización de las agresiones, la impunidad que las conductas violentas han tenido en las aulas, la gratuidad de la aniquilación social de un compañero* han provocado que se vayan afianzando esos estilos de relación, que se vayan multiplicando constantemente.
Nadie se hace más fuerte
Al contrario de lo que podría pensarse, el maltrato físico es una parte muy pequeña del acoso e inflige menor daño que la violencia psicológica. «Lo hemos investigado y prácticamente la proporción es que hay un 90 % de conductas de acoso psicológico frente a un 10 % de físicas, que son las que menos secuelas dejan posteriormente. Nueve de cada diez conductas corresponden al ninguneo, la exclusión social, no permitir que se juegue con otros niños, insultos, rumores, ciberacoso… Este tipo de violencia cuesta más de detectar pero hay tecnología para comprobarlo», explica Cortijo.
Ante la idea de fondo de que el niño acosado se hará más fuerte o más resiliente, los estudios dicen todo lo contrario. Cortijo aclara que los niños que sufren acoso tienen secuelas psicológicas que afectan a la autoestima y a la relación con los demás en la edad adulta. «En algunos pocos casos desgraciadamente acaban quitándose la vida como única solución a su problema. Lejos de hacerse más fuertes, les genera problemas graves, con síndrome de estrés postraumático que les provoca una vida totalmente desdichada. Además, en una etapa en que se está constituyendo la personalidad, dificulta sobremanera la reversibilidad del daño», advierte el experto.
Alicia Gadea
Asesoramiento:Óscar Cortijo, director corporativo de personas del CEU y coautor de Cómo prevenir el acoso escolar (CEU Ediciones)
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