A lo largo de mis años de impartir charlas por los colegios de toda España, me he dado cuenta de que los adolescentes no son nada conscientes de las repercusiones que puede llegar a tener cualquier acción que realizan en el entorno digital.
Una de las más llamativas y peligrosas es el denominado sexting, palabreja inglesa que viene a significar el envío de fotos u otro tipo de imágenes de desnudos. Pero el problema es que se trata de desnudos propios, es decir, de la persona que los envía. Es bastante habitual que una chica de catorce o quince años le envíe una de esas fotos a su novio, en prueba de su amor eterno. ¡Amor eterno a los quince años! Ella confía plenamente en él y sabe que hará el uso adecuado con esa imagen. El problema es saber si ambos tienen el mismo concepto de lo que es un uso adecuado.
Pensar en las consecuencias
Otro problema, mucho más grave, se puede presentar cuando se rompe la relación. Imaginemos que la chica decide un par de meses después que ese chaval no es el hombre de su vida y empieza a salir con otro. El primero se siente despechado, enfadado y vengativo. Y qué mejor forma de vengarse que enseñar a todo el mundo esa foto que le envío su ya «ex-novia» dos meses atrás.
La foto circula por todos lados y a la niña se le cae el mundo encima. Y a su familia también, claro. Son casos relativamente habituales.
Uno de ellos se produjo en un pueblo de siete mil habitantes de la provincia de Córdoba. Imaginemos al padre aguantando la burla de todos sus vecinos, o a la niña las palabras insidiosas de la gente del pueblo. Esa niña estará marcada para siempre y lo más probable es que tenga que abandonar el pueblo; y su familia quizá también. Y todo por no calcular las repercusiones que puede tener enviar una foto al hombre de tu vida, que poco después dejará de serlo.
Una de mis mayores satisfacciones se produjo en una ocasión cuando, después de una charla en un colegio, se me acercó una niña y me dijo: «Muchas gracias, después de lo que ha dicho he pensado y he decidido que no le voy a mandar una foto desnuda a mi novio, por si acaso». La niña me comentó que el novio, como prueba de su amor le llevaba pidiendo desde hacía dos meses una foto suya desnuda. Yo le pregunté que cuánto llevaban saliendo y me respondió: «Tres meses».
Para hacernos pensar, ¿no?
Juanma Romero. Fundador de Adicciones Digitales