«Envejecer es como escalar una gran montaña, mientras se realiza la escalada las fuerzas flaquean, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena». (Ingmar Bergman)
Al comenzar nuevas etapas es bastante frecuente que muchas personas nos planteemos nuevos objetivos, como buenos deseos, para mejorar algunos aspectos de nuestro vivir diario.
No podemos aceptar con Jorge Manrique que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Más acertado me parece el pensamiento de Sören Kierkegaard que nos dice: «La vida sólo se comprende mirando atrás, pero sólo puede ser vivida mirando hacia delante«.
A nuestra edad se nos hace más fácil descubrir lo que es más importante y lo que es intrascendente, y distinguir lo fugaz de lo que permanece. Considero que este es un buen enfoque para plantearnos objetivos de mejora para el año que comienza.
Jóvenes de espiritu
Es lógico que conforme los abuelos vamos acumulando años nuestra reflexión se haga más profunda al plantearnos que vamos envejeciendo y con ello se van mermando nuestras fuerzas físicas, lo que supone que, a cambio, vayan creciendo nuestras reservas espirituales.
Hay que saber envejecer, pues la cantidad de años que vamos acumulando debe ir unida a la calidad con que los vivimos, ya que sin duda la vejez es también un estado de ánimo. Hemos de seguir haciendo lo que debemos y sabemos, lo que nos hace disfrutar, pero aceptando que ya no todo lo podemos hacer. Nos corresponde más que el hacer, el enseñar a hacer. Hemos de sembrar en los demás la semilla de nuestra experiencia.
«El viejo no puede hacer todo lo que hace el joven, pero aquello que hace lo hace mejor» (José Orlandis).
Al correr de los años, los abuelos hemos aprendido a conocer nuestras posibilidades y nuestras limitaciones, y así nos aceptaremos con algunas facultades disminuidas, pero manteniendo la seguridad de que podemos ayudar a nuestra familia extensa por nuestra valiosa experiencia en el arte de vivir, cada vez más unida a la experiencia del dolor.
Podemos estar jubilados de un empleo, pero no de la vida. Jubilación, proviene de «júbilo», alegría, es la hora de la libertad de las obligaciones profesionales, con la gran posibilidad de dedicar más tiempo a nuestro cónyuge, en primer lugar y luego a la familia, y ampliar la entrega a los amigos. También disponemos de más tiempo para cultivar aficiones a las que casi no podíamos dedicarnos.
«La experiencia es distinguir el bien del mal en cada caso; haber aprendido las causas de los aciertos y éxitos existenciales y también las causas de los daños y desastres. Tal sabiduría no le es dada todavía al efebo, al novato de la vida» (Emma Godoy)
Aceptar este planteamiento requiere un enfoque vital, que se inicia con el desprendimiento, el dejarse ayudar, con el deseo humilde de hacer el bien y sembrar la felicidad en los demás, con nuestra sonrisa, a pesar de los achaques; en conclusión, con nuestra grandeza espiritual. Hay que mantener el buen humor, sonreír y agradecer los servicios y atenciones que nos presten. Cultivar la paciencia, sabiendo pasar por alto los posibles roces que genera la relación con personas más jóvenes y luchando con las posibles rarezas de nuestro carácter, para hacer más grata y feliz la convivencia con la familia y con los demás.
Cuando nos pregunta un amigo: ¿Cómo estás?, por cortesía nuestra respuesta suele ser: «bien», pero podría ser «bien o te lo cuento» Tenemos la experiencia de que la vejez suponer ir acumulando enfermedades orgánicas, lo que sin duda nos limita, pues son un fastidio, un estorbo, y gastamos tiempo en acudir a los médicos, para cuidar nuestros achaques, mantener una vida ordenada y realizar el ejercicio físico que nos aconsejan. Sin duda cuidarnos es nuestra obligación para tratar de ser lo menos gravosos posibles a la familia. Hay que aceptar esta situación y mantener el ánimo alegre, para poder hacer felices a los demás. Hemos de lograr poco a poco dejar de identificar nuestro yo con nuestro cuerpo, y unirlo a nuestra alma. Así podremos conservar la serenidad y la alegría, aunque conozcamos nuestros males físicos.
Nuestro deseo debiera ser: morir a una edad avanzada pero llegar a ella con un espíritu joven.
Puede ocurrir que nuestras limitaciones supongan una creciente dificultad para la convivencia social. Es normal que se pierda memoria para recordar nombres personales o noticias recientes, cuando sin embargo se recuerdan bien hechos más antiguos. Pero esto no debe llevarnos a pensar que vamos siendo inútiles y que ya no cuentan con nosotros. Muy al contrario: hay que mantener el espíritu de superación y procurar estar al día de los asuntos y preocupaciones de actualidad. Seguir leyendo, estudiando lo necesario para mantener una buena vida de relación con la familia y en la sociedad.
En la sociedad actual ayuda mucho para mantener relaciones con los demás miembros de la familia y nuestros amigos, así como para ayudar a los nietos, el manejo de la informática y con ello el uso de Internet, al menos en sus aspectos básicos de la escritura y el correo electrónico. Es actualmente un buen modo de evitar el aislamiento y con ello la soledad.
No sabremos envejecer si:
– Nos cerramos a las nuevas ideas y nos volvemos radicales.
– Lo nuevo nos asusta.
– Pensamos demasiado en nosotros mismos y nos olvidamos de los demás.
– Dejamos de luchar por mejorar.
José Manuel Cervera González. Secretario de la Asociación de Abuelas y Abuelos