Hacer voluntariado se ha puesto de moda y eso es un motivo de enorme alegría. Porque la expansión del voluntariado ha alcanzado ya a los jóvenes, y son muchos los que buscan su hueco en el innumerable elenco de ONGs e instituciones que les ofrecen la posibilidad de echar una mano.
La oferta los jóvenes voluntarios es tan amplia que cada cual encuentra una tarea que se adapte a sus talentos, a lo que se les da mejor, o una labor donde pueda ser útil. Hay jóvenes voluntarios cuidando de ancianos, acompañando a enfermos en los hospitales, ayudando con las tareas a niños con dificultades, sirviendo platos en los comedores sociales.
El voluntariado es una forma preciosa de que los jóvenes experimenten la riqueza de innumerables valores.
El primer valor que van a comprender es el de la generosidad. Se darán cuenta de inmediato de que sus vidas cobran sentido en cuanto se apartan del egoísmo y la vanidad tan habituales en esta etapa. La máxima de que se recibe más de lo que se da se entiende desde los primeros días de voluntariado.
Pero ayudar a los demás no está exento de sacrificios. De hecho, participar en una labor de voluntariado requiere de entrega y compromiso. Que sea un trabajo voluntario significa que no es remunerado, no que se pueda hacer cuando se desea. Porque si nos comprometemos a llevar a cabo una tarea, no podemos dejar en la estacada a quienes esperan de nosotros que llevemos a cabo esa labor. El compromiso exige aún más generosidad porque los jóvenes renunciarán a otras actividades para participar en el voluntariado.
Y, sin embargo, no cabe duda de que lo que se recibe es inigualable. Recientemente tratamos en la revista Hacer Familia cómo el voluntariado puede dar a nuestros jóvenes habilidades que les serán de gran utilidad en sus futuros puestos de trabajo -resiliencia, capacidad para resolver problemas, gestión de recursos limitados, trabajo por objetivos-.
Pero hay otro valor incalculable: los jóvenes se dan cuenta de que forman parte de un complejo engranaje, el de la humanidad, en el que todos tenemos nuestro papel. Una reciente campaña que se ha viralizado en redes sociales elaborada porta ONG Cooperación Internacional sintetiza a la perfección esta idea.
Muchos jóvenes tienden a sentirse poco útiles. Sus niveles de autoexigencia son elevados y dudan mucho de sus capacidades. Ese sentimiento les hace infravalorarse, perder la autoestima y genera numerosos efectos no deseados en su actitud respecto a la vida. El voluntariado, como muestra el vídeo, permite entender que solo hace falta una persona, un poco de tiempo y esfuerzo para cambiar una vida. Porque las vidas cambian así, de persona en persona. Las de los jóvenes voluntarios también.
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